domingo, 18 de noviembre de 2007
Secuestrada I y II (I parte xD)
SECUESTRADA
I
Miriam paseaba por las calles de escaparate en escaparate buscando las gangas de las rebajas, no compraba mucho pero le encantaba pasear por esas calles cuando ya había anochecido con la luz de las farolas iluminando el frío ambiente invernal….paseaba ajena a todo, ajena a El que la observaba desde su furgoneta aparcada muy cerca.
Le producía gran placer mirarla quedándose absorto en sus pensamientos, era la mujer que le complementaba, su media naranja, era perfecta. Pero debía hacerlo pronto, de lo contrario se volvería loco, necesitaba tenerla a su lado, poder sentir su cuerpo, el aroma de su pelo, el tacto de su piel...si no tendría que volver a salir con otra y no funcionaría porque aquellas chicas no podían compararse a ella.
Estaba sola todos sus amigos se habían ido de puente a la sierra y esta semana trabajaba de mañana librando el domingo, era la mejor oportunidad, lo haría el Sábado, eso le daría margen de 2 días hasta que la buscaran.
- Vamos Miriam libras el fin de semana porque no te vas con ellos, no tardaras mas de dos horas en llegar y sales a las tres, a las cinco puedes estar esquiando o tomándote un chocolate caliente frente a una gran chimenea y con un tío buenísimo al lado.
- No sé, no me apetece ponerme en carretera con este tiempo, solo me apetece encerrarme en casa y tumbarme bajo una manta a comer y a ver películas.
- De acuerdo como quieras, vete a casa y pásatelo bien vegetando y engordando…- Aurora le dio un abrazo a modo de despedida era sábado y comenzaba su fin de semana
– Te llamaré.La furgoneta la esperaba no lejos de allí, debía ser ahora y se fue acercando hasta parar junto a ella.- Perdona podrías decirme por donde puedo llegar a la calle Ancora?– No podía estar tan cerca de ella sin sentir que su cuerpo se tensaba.
- Si, mira esta calle hasta el final, después a la…Sus labios se movían pero él no escuchaba sus palabras, tan solo sentía su presencia…
- Perdone, ¿se ha enterado? - Pregunto Miriam sacándole de su ensimismamiento
- Si, si claro disculpe, muchas gracias ¿Quiere que la acerque a su casa, me va de camino?
- Pero no le he dicho donde vivo – se extrañó
- Lo se, perdona quería decir que si quieres puedo acercarte a tu casa, aunque no sepa donde vives claro.
- No gracias, prefiero caminar – y Miriam siguió su camino pensando que el tipo era un poco rarito.
Dios!! Casi meto la pata, no puedo creerlo, jamás he cometido un fallo…pero estar tan cerca de ella me nubla la mente, me anula por completo, tendré que tener más cuidado y tomarlo con más calma.Ya en casa coloco la compra, se puso cómoda, encendio la tele y cuando se disponía a tumbarse en el sofá llamaron a la puerta:
- No me lo puedo creer, y ahora ¿Qué? – se decía mientras abría la puerta, pero lo único que vio fueron unas manos con un pañuelo que olía a alcohol y todo se volvió negro.
- Lo siento guapa pero no puedo arriesgarme a que alguien te oiga gritar – le decía Juan mientras la llevaba dentro de la casa, le ponía el abrigo y se la echaba al hombro para bajarla hasta el garaje y meterla en su furgoneta, nadie le vería.
II(I parte)
Miriam despertó un poco mareada, sentía nauseas, estaba cansad y los ojos se negaban abrirse… cuando lo consiguió y enfoco la habitación en la que se encontraba se sobresaltó
- Tranquila, no te asustes, no voy a hacerte daño.
- ¿Dónde estoy, que me ha pasado? – Pregunta aturdida levantándose rápidamente de la cama y sintiendo un fuerte mareo.
- Vamos acuéstate aun no se te han pasado del todo los efectos del cloroformo.
- ¿Cloroformo?¿ Por qué? Pero ¿quien coño eres? – dijo dirigiéndose a la puerta y saliendo a un salón seguida de él.
- Tenía que darte la oportunidad de conocerme, se que estamos hechos el uno para el otro, pero necesitas tiempo para descubrirlo y yo te lo voy a dar.
- Pero ¿De qué estas hablando? ¡Quiero salir de aquí, quiero irme ahora!!
- No puedes tienes que tomarte tu tiempo para conocerme
- Estas loco – dijo incrédula cogiendo el teléfono.
- ¿Qué crees que vas hacer?- le dijo muy sereno
- Voy a llamar a la policía, estas loco, ¡¡esto es un secuestro!!Juan cogió el cable del teléfono y de un tirón lo arranco de la pared.
- No vas a llamara a nadie, te vas a tranquilizar y vas a darme tiempo para enamorarte – decía mientras se acercaba a ella.
Miriam estaba aterrada, no entendía nada, no era posible que aquello le estuviera pasando de verdad…pero era muy real y cuando Juan iba a tocarla echo a correr buscando una salida y pidiendo socorro.
- No te moleste, esta todo cerrado y la casa mas cercana se encuentra a unos 30 Km. No te canses, no tienes salidaPero ella no le escuchaba, seguía recorriendo la casa buscando algo que la ayudara a salir de allí… y lo encontró, su abrigo con su móvil y con el se encero en el baño.En ese mismo instante Juan cambio su actitud, la tranquilidad se esfumo dando paso a una furia casi incontrolable.
- Miriam, abre la puerta, no hagas que me enfade.
Pero ella estaba muy entretenida llamando a la policía.
- Vamos, vamos, vamos…por favor no me dejes en espera…Juan aporreaba la puerta con tanta potencia que podría arrancarla de los quicios.
- No hagas una estupidez que luego lamentes…
- Por favor tienen que ayudarme, me han secuestrado, esta loco…
- Tranquilícese señorita, ¿Dónde se encuentra? – preguntaba el policía desconcertado.
- Y yo que mierda sé…- se desesperaba ella- Por favor para ayudarla necesito saber donde está.
- Estaba drogada cuando me trajo, no sé donde estoy….le tengo aporreando la puerta y no tardará mucho en entrar, ¿qué hago por el amor de Dios?
- ¿Cuál es su nombre?Pero no le dio tiempo a contestar, Juan había tirado la puerta, le arranco el teléfono de las mano tirándolo contra la espejo y destrozándolo, mientras la sujetaba por el cuello contra la pared casi impidiéndola respirar…los pulmones le ardían y por mas que abría la boca el aire se negaba a entrar.
- ¿Cómo has podido hacerlo?, ¿Cómo?- le gritaba- eres una egoísta, no me has dado ni una sola oportunidad…pero ¿Qué problema tienes?- dijo soltándola. Miriam se doblo para permitir que sus lastimados pulmones se llenaran de aire.
- Ves lo que me obligas hacer, te he dicho que no quiero hacerte daño, pero si me obligas- dijo Juan abriendo una navaja ante los asustados ojos de ella y paseándola por sus mejilla – tendrás que aprender a respetarme, puedo ser muy cruel.
- Solo quiero que me dejes salir, no se lo diré a nadie, no iré a la policía, ni siquiera sé donde estamos…te lo juro – suplicó mientras le resbalaban lagrimas por las mejillas.
- Lo siento pero no puedo…vamos a pasar mucho tiempo juntos y vas a aprender a quererme. Tienes que darte tiempo para enamorarte de mi, y eso será por las buenas o por las malas - dijo arrastrándola hasta el salón.
- Pero ¿cómo se te ocurre? Estas loco! No puedes retenerme aquí, no puedes obligarme a enamorarme de ti.- le gritaba mientras forcejeaba con él
- Claro que puedo, cuando lleves unas semanas conmigo, sabrás que lo puedo todo- dijo tirándola en el sofá.
- Me buscaran, denunciaran mi desaparición ala policía, te detendrán.
- No ocurrirá nada de eso, no te buscaran porque tu coche aparecerá en la sierra, en el fondo de un barranco, todos creerán que intentaste reunirte con tus amigos y el mal tiempo hizo el resto…con lo que tenemos mucho, mucho tiempo para conocernos y llegaras a quererme.
Miriam no podía creer lo que estaba oyendo
- Tu no estas bien, ¡¡¿Cómo piensas que llegaré a quererte, que llegare amar a una persona que me ha secuestrado, amenazado, maltratado y que ha estado apunto de matarme??!!
- Lo harás, ya te he dicho antes que por las buenas o por las malas.
- Y ¿si no?, si no consigues que me enamore de ti, ¿qué ocurrirá entonces…me mataras?
Juan se abalanzo sobre ella sujetándola de nuevo por el cuello.
- No digas eso nunca más, aprenderás a quererme por tu bien – dijo mientras oprimía su frágil cuelloMiriam volvió a no poder respirar, los pulmones parecía que estuvieran apunto de estallarle y cuando creía que se desmayaría la soltó y la levantó.
- Será mejor que te vayas a tu habitación y descanses, ya seguiremos hablando. Vamos a tener mucho tiempo, todo el tiempo del mundo.- y la dejo encerrada, respirando con dificultad y echa un mar de lágrimas.
Debió quedarse dormida porque cuando despertó ya era de noche, no había ningún ruido en la casa y supuso que él había salido, era el momento de escapar….buscó por los armarios que para su sorpresa estaban llenos de ropa y zapatos de su talla y lencería, lencería muy fina...Si, realmente estaba loco.
Buscó algo con lo que abrir la puerta…Lo he visto hacer muchas veces en la tele, no tiene que ser difícil…cogió un percha y la desdoblo, con ella empujo la llave que cayó en un trozo de papel que anteriormente había metido por debajo de la puerta y en un santiamén estuvo fuera de la habitación.
- No ha sido tan difícil del algo tenia que servir haber visto MacGyver.
Probó todas las puertas, pero estaban cerradas sin llaves y las ventanas con rejas
– Esto es pero que una cárcel –Debía probar en el segundo piso, así subió las escaleras, miró en todas las habitaciones con el mismo resultado hasta que llego al baño y vio un ventanuco muy estrecho.
- Dios, me voy a matar!! – salió a duras penas y casi quedo colgando de un estrechísimo alerón - como demonios voy a bajar de aquí – pero encontró un canalón y consiguió deslizarse por el; pero al llegar al suelo, cuando comenzaba a dar gracias por seguir viva un problema mayor le acechaba con sus enormes dientes…el rottweiler que le gruñía a solo unos pasos. Debía decidir o no moverse y morir devorada por un perro o volver a subir por el canalón, entrar en la casa y esperar a que ese loco la matara o algo peor….
Pero algo se le ocurrió, cuando trabajada de vigilante de seguridad, la enseñaron a tratar con estos animales, el truco estaba en dar ordenes sin miedo y con voz firme; lo cierto es que nunca le había funcionado, pero tampoco se había sentido tan motivada, así pues se armo de todo el valor que pudo conseguir y cuando el perro estaba a punto de abalanzarse sobre ella, le grito con voz potente:
- No!!!Quieto, siéntate!! - el perro se quedo plasmado y obedeció nunca supo si por sorprendido o por que la entendió. Miriam se acercó más a él y el perro antes fiera ahora era dócil y alegre moviendo el rabo juguetón.
Siguió el camino asfaltado y salio de la finca que realmente era grande, por fin el camino desemboco en una carretera que no lo estaba muerta lo parecía, llevaba dos horas caminando y ya empezaba a sentir cansancio cuando unas luces aparecieron a lo lejos
– Este coche no se me escapa aunque tenga que meterme debajo de las ruedas – pero eso no hizo falta, el coche paro a la primera señal de ella.
jueves, 15 de noviembre de 2007
Capitulo III..Corregido
-Por favor, seas quien seas…déjame vivir –me gritaba aquel viejo hombre-¡Ya te dije que no sé nada de ti, ni de esa cosa plateada! –arrodillándose frente a mi, suplicando. Aquel hombre estaba sufriendo, podía ver en sus ojos aquella desesperación que carcome a cualquier ser lentamente y que se apodera de nuestra mente en los peores momentos.
Yo me sentía poderoso, único, la fiera dentro de mí estaba renaciendo… cada parte de mí quería acabar con todo, apoderarme de su dolor, de su sufrimiento… de su angustia.
Quería recuperar el lugar que hace algunos años había perdido y que deseaba volver a conseguir, quería volver a hacer importante… detesto ser tratado como un vulgar perro.
Los minutos pasaban lentamente, y yo erguido frente a él, disfrutando su desesperación y miedo, mientras el viento agitaba fuertemente aquello que me rodeaban pronosticando una tormenta… ya no podía esperar más… “estoy perdiendo el tiempo” pensé.
- Ustedes, lo seres humanos son tan patéticos –dije con un aire de desprecio. Me acerqué a él sigilosamente, como aquel gato que solo desea jugar con su presa, mis pasos se podían escuchar en aquel desierto pasillo como el campanario de Notre Dame resuena todas las noches…
Cogí a aquel hombre del cuello, examinando minuciosamente su aterrado y pálido rostro; apreté cada vez más su garganta, podía sentir que el aire no le estaba llegando a sus pulmones y disfrutaba viendo a sus ojos salirse de sus órbitas.
- Mark, eres un hombre tan tonto, te gusta hacer sufrir a tu familia...-dije- aunque claro, todo se podría arreglar, yo… puedo olvidar este pequeño accidente si tu me dices quien es el que me sigue, sé que eres uno de sus protegidos…-grité-necesito datos..¡Entiende! – le grité aun mas enfurecido.
Iba a hacerlo, a aspirar lo poco que le quedaba de vida… pero algo me contuvo, un fuerte resplandor se reveló tras mío, el ambiente se llenó de un fresco aroma a flores, que mi olfato detectó al instante…era un aroma conocido…
Arrojé fuerte y despiadadamente a aquel hombre al suelo, él cayó desmayado, rompiéndose un brazo en la caída… di media vuelta… esbozando una sonrisa… esta vez no dejaría vivo a aquel ser tan repugnante, apreté mis puños en señal de desafío… y lo miré a los ojos…
Ese fue el mayor error que pude haber cometido, mirar directamente a sus ojos, estos, un arma mortal que me paralizan por completo… No podía respirar con facilidad, me sentía como una masa, vacía y hueca… sin poder…moverme… Su mirada, intensa, fulminante me cegó en un instante, esos ojos color noche, me hipnotizaron a tal limite que si me hubieran preguntado en ese momento que estaba haciendo, que iba a hacer… mi respuesta hubiera sido un silencio…
Sus ojos, su mirada, su alegría mezclada con la fe que exhalaba en todos sentidos, era más de lo que yo podía soportar…
Capitulo II..Corregido
El mundo, como lo conocemos, se cierne siempre bajo una dualidad constante, es decir, no existe algo sin que exista su contrario, así tenemos la luz y la oscuridad, lo blanco y lo negro, el hombre y la mujer y otros…
Pero para mí, el mundo se basa solo en dos dogmas: el bien y el mal… existen dos clases de seres, a los que tengo que proteger: los buenos y malos, especialmente a los seres de mal corazón son a los que tengo que vigilar más, pues son ellos lo que cometen más errores…esa es mi misión, nuestra misión (la de los seres como yo), proteger a la humanidad y tratar de cuidarlos de nuestros mayores enemigos, a los que ellos llaman “demonios”… Pero, ¿qué soy?, la humanidad le ha puesto a los seres como yo el nombre de ángeles, pues somos los guardianes de la existencia humaba, la verdad es otra y nuestro nombre real es algo que solo nosotros conocemos. Mi vida no es completa pues de día soy alguien y de noche soy otra clase de ser… pero no la cuestiono, sólo la acepto; tampoco cuestiono mi misión, solo me encargo de cumplirla…
Era jueves, pasadas las 21 horas y hacia 20 minutos, que recibí el mensaje encargándome, mi nueva misión: vigilar a un conocido y temido demonio…
Y ahora que ya la sabía tendría que ponerme en marcha, nunca había fallado en alguna misión, por mas difícil que esta fuere y esta no seria la excepción. Entonces, me puse en camino, tenia que llegar a París en dos horas para intentar alcanzar a mi objetivo. En lo personal, no me importa “cuidar” a un demonio, ya lo he hecho anteriormente, sólo que esta vez fue diferente, cuando vi su retrato en su expediente sentí algo extraño…no sé que fue… que es…
Así, llegué a París, no fue difícil encontrarlo, los demonios siempre acuden a los mismos lugares. Pude encontrarlo en una de sus calles favoritas, caminando, ahora ya eran mas de las 23 horas, yo estaba a pocos metros de él, con la sensación de estar descubierta… Estaba preparado para la huida, pues podía asegurar que me iba a atacar, pero algo me contuvo… Estaba escuchando aquellas campanitas que me indicaban que alguien estaba en peligro de muerte, estaba cerca… “el también lo sintió”, pensé al ver como todo el entorno y él cambiaban a mi alrededor; pero yo no tenía tiempo para el…tenía que buscar a su próxima víctima y evitar el suceso…pero, pero…no podía dejar de verlo, no podía, había algo en el que me dejaba completamente inmóvil…
Trascurrieron unos segundos, máximo siete… que ciertamente para mí fueron unos largos minutos, donde yo pude ver en toda su plenitud, la perfecta transformación de un demonio de alto rango.
Me bastó solo parpadear para despertar de ese estado hipnótico, él ya no estaba ahí. Suspiré y con resignación y enojo hacia mi misma, volé hacia el lugar donde seguro el se encontraba.
Cuando llegué, encontré a varios de mis compañeros retirándose, él había encontrado a su víctima, y no había caso pelear, según ellos. Busqué el origen de todo, era una mujer atrapada en su Porsche rojo, y él estaba a su lado aspirando lo poco que le quedaba de vida… Yo no podía permitir aquello, así que me acerqué rápidamente, estando conciente que estaba sola, todos mis compañeros se habían retirado ya; cuando llegué, lo separé de aquella mujer y el me gritó que lo dejara hacer su trabajo… Quería responderle, hablarle, pero mis labios no se movían, ¡no respondían!...y solo atiné a lanzarlo deliberadamente lejos, como una reacción típica en estos casos. Rápidamente me decidí a ayudarla, por esa fracción de segundos, no me importó él, sólo pensaba en la vida de aquella mujer a la cuál debía salvar… Me acerqué a ella y con un suspiro le devolví lo poco que le quedaba de vida, pude ver como el color el regresaba a las mejillas y me sentí alegre…solo me faltaba besarla y él ya no podría hacerle daño en un largo lapso de tiempo… y, me acordé nuevamente de él, cuando regresé a verlo, lo vi lejos, estaba marchándose del lugar…
Con resignación y enojo hacia mi, decidí terminar todo, pero algo había salido mal, los paramédicos ya estaban auxiliándola y yo ya no podía hacer nada. Sabía que acercarme más a ese lugar, era descubrirme…así que con todo el dolor de mi corazón y sintiéndome por primera vez fracasada, me retiré del lugar, me sentía completamente tonta…me había preocupado demasiado por él y ahora no sabía si ella, si aquella mujer estaba en peligro…
Decidí calmarme, no resolvía el problema lamentándome y llorando, tendría que volver a buscarla a ella y a él… “Iré a descansar, ya pronto amanecerá”, me dije excusándome…
Oculté mis alas, y caminé lentamente, quería pensar…
sábado, 10 de noviembre de 2007
Si yo muriera mañana... II
· Ángeles y demonios, los dos por igual, no poseen sexo alguno, en la historia((como ya es mencionado en esta)); es decir, no está especificado si alguno es mujer u hombre. Simplemente me baso en el género de ambos, en los dos casos masculinos.
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Segundo capítulo, sin corregir, Versión del angel::
Nota de la Autora(osea yo):: Esta pequeña historia, esta basada en una estructura dual((si existe la palabra)), es decir, será un capítulo el angel, un capitulo el demonio, y así sucesivamente...Para saber la perspectiva y otros de cada uno...
Siento, no haber podido subir lo que seguía antes, pero no había tenido tiempo..es que estoy ya por la mitad de la historia((a mano)) y no he podido escribirla en la pc...prometo que en esta semana trataré de hacerlo...
~ Para algunos, la existencia es un misterio imposible de conocer. Nadie sabe porqué esta en el mundo, por qué es como es y no de otra manera… La verdad de la existencia, está en cada uno de nosotros… somos libres de elegir entre una vida normal basada en el realismo y un sueño eterno que es y sería ideal…
El mundo, como lo conocemos, se cierne siempre bajo una dualidad constante, es decir, no existe algo in que exista su contrario, así tenemos la luz y la oscuridad, lo blanco y lo negro, el hombre y la mujer y otros…
Pero para mí, el mundo se basa solo en dos dogmas: el bien y el mal… Para mí solo existen dos clases de seres, a los que tengo que proteger: los buenos y los malos, especialmente a los seres de mal corazón son a los que tengo que vigilar más, pues son ellos lo que cometen más locuras, por decirlo así…esa es misión, nuestra misión (la de los seres como yo), proteger a la humanidad y tratar de cuidarlos de nuestros mayores enemigos, a los que ellos llaman “demonios”… Pero, ¿qué soy?, la humanidad le ha puesto a los seres como yo el nombre de ángeles, pues somos los guardianes de la existencia humaba, la verdad es otra y nuestro nombre real es algo que solo nosotros conocemos. Mi vida no es completa pues de día soy alguien y de noche soy otra clase de ser… pero no la cuestiono, sólo la acepto; tampoco cuestiono mi misión, solo me encargo de cumplirla…
Era jueves, pasadas las 21 horas y hacia 20 minutos, que recibí el mensaje encargándome, mi nueva misión: vigilar a un conocido y temido demonio…
Y ahora que ya la sabía tendría que ponerme en marcha, nunca había fallado en alguna misión, por mas difícil que fuera. Entonces, me puse en camino, tenia que llegar a París en dos horas para intentar alcanzar a mi objetivo. En lo personal, no me importa “cuidar” a un demonio, ya lo he hecho anteriormente, sólo que esta vez fue diferente, cuando vi su retrato en su expediente sentí algo extraño…no sé que fue… que es…
Así, llegué a París, no fue difícil encontrarlo, los demonios siempre acuden a los mismos lugares. Pude encontrarlo en una de sus calles favoritas, caminando, ahora ya eran mas de las 23 horas, yo estaba a pocos metros de él, con la sensación de estar descubierta… Estaba lista para huir, pues podía asegurar que me iba a atacar, pero algo me contuvo… Estaba escuchando aquellas campanitas que me indicaban que alguien en peligro de muerte, estaba cerca… “el también lo sintió”, pensé al ver como todo el entorno y él cambiaban a mi alrededor; pero yo no tenía tiempo para el…tenía que buscar a su próxima víctima…pero, pero…no podía dejar de verlo, no podía, había algo en el que me dejaba completamente inmóvil…Me bastó solo parpadear para despertar de ese estado hipnótico, él ya no estaba ahí. Suspiré y con resignación y enojo hacia mi misma, volé hacia el lugar donde seguro el estaba.
Cuando llegué, encontré a varios de mis compañeros retirándose, él había encontrado a su víctima, y no había caso pelear, según ellos. Busqué el origen de todo, era una mujer atrapada en su Porsche rojo, y él estaba a su lado aspirando lo poco que le quedaba de vida… Yo no podía permitir aquello, me acerqué rápidamente, estando conciente que estaba sola, todos mis compañeros se habían retirado ya; cuando llegué, lo separé de aquella mujer y el me gritó que lo dejara hacer su trabajo… Quería responderle, hablarle, pero mis labios no se movían, ¡no respondían!...y solo atiné a lanzarlo deliberadamente lejos. Rápidamente me decidí a ayudarla, por esa fracción de minutos, no me importó él, sólo pensaba en la vida de aquella mujer a la cuál debía salvar… Me acerqué a ella y con un suspiro le devolví lo poco que le quedaba de vida, pude ver como el color el regresaba a las mejillas y me sentí alegre…solo me faltaba besarla y él ya no podría hacerle daño en un largo lapso de tiempo… y, me acordé nuevamente de él, cuando regresé a verlo, lo vi lejos, estaba marchándose del lugar…
Con resignación y enojo hacia mi, decidí darle el toque final, pero algo había salido mal, los paramédicos ya estaban que la auxiliaban y yo ya no podía hacer nada. Sabía que acercarme más de ese lugar, era descubrirme…así que con todo el dolor de mi corazón y sintiéndome por primera vez fracasada, me retiré del lugar, me sentía completamente tonta…me había preocupado demasiado por él y ahora no sabía si ella, si aquella mujer estaba en peligro…
Decidí calmarme, no resolvía el problema lamentándome y llorando, tendría que volver a buscarla a ella y a él… “Iré a descansar, ya pronto amanecerá”, me dije excusándome…
Oculté mis alas, y caminé lentamente, quería pensar…
jueves, 8 de noviembre de 2007
Si yo muriera mañana...Correcion Capítulo I
Somos muchos los que existimos, los que por alguna razón fuimos arrojados a este mundo. La historia, literatura y otras ciencias nos llaman demonios, el mal encarnado en una especie de seres oscuros… Nosotros no respondemos a este apelativo. Somos y no queremos ser seres sin sombra, sin firma… ni una identidad, ni un sexo definido. En el día somos como cualquiera, pero en la noche…
La luna se convierte en nuestra peor pesadilla, somos como el viento rápido e impenetrable, somos seres sin nombre, sin corazón ni destino… nuestra enemiga la luz, nuestra salvación un destino fatal…la muerte.
Desde hace años, no he sabido lo que es tener un día común y corriente, todas las noches soy lo que cualquier soñador harto de su vida desearía ser y lo que yo aborrezco con toda mi alma. Nunca he podido disfrutar de una salida de amigos, de una fiesta, de una cita… Todo por mi inepta curiosidad, que cambió mi vida por completo…
Mi misión, nuestra misión; acabar, mejor dicho, desaparecer a aquellas personas que no merecen vivir y extinguir a aquellos seres, a todos los seres que traten de protegerlos…nuestros enemigos, mis enemigos y rivales: los ángeles.
Era un jueves común y corriente, el viento hacia eco en los edificios vacíos, bañados por los plateados rayos de la luna; eran ya mas de las 23 horas, según mi viejo Casio, yo caminaba por una conocida calle de París.
- Todo tranquilo por esta zona- dije mientras tachaba una vez más, una calle de mi monótono recorrido.
Continué caminando, no quería correr, ni apurarme; aún sabiendo que estaba en peligro... No estaba solo, sentía la presencia, una presencia ya conocida, era un ángel… ¿Me estaría siguiendo?
Avancé por la calle des Maisons y una vez más, sentí en un segundo ese agudo sonido que me quema lentamente cada vez que ocurre, mis ojos cambiaron de color, mi miraba se hizo mas penetrante y profunda, las alas salieron de su escondite, podía sentir mi corazón desvaneciéndose mientras yo sufría acongojadamente. “Alguien tendría que morir”, pensé. Cerré mis ojos por una fracción de segundo, y cuando los abrí estaba en otro desolador lugar, la casi desierta Avenida Champs Elysees.
- ¡Cómo odio este lugar!- dije con furia. Allí después de todo, fue donde empezó lo que ahora es mi vida.
Mis sentidos se agudizaban por cada segundo que pasas, mis oídos estaban alerta a cualquier sonido que pueda revelar el lugar del individuo que buscaba, mi olfato, mas agudo que el del mejor perro entrenado, pudo revelarme en breves momentos el olor a sangre. “Está cerca”, pensé mientas buscaba alguna señal…
Reanudé mi búsqueda cuando un fuerte sonido me hizo saltar sobre mí, era el sonido de una sirena de ambulancia acercándose, caí arrodillado al suelo, con un aire derrotado, pues ese sonido lo decía todo… Había llegado tarde…por primera vez en toda mi carrera, yo, había llegado tarde…
Pero ¡no!, a unos metros de donde yo me encontraba, vi un fuerte y luminoso resplandor, era aquel ángel que me espiaba…esa fue mi señal, “ellos recién llegan, eso quiere decir que aún estoy a tiempo”, pensé. Así que rápidamente, me incorporé, cerré los ojos, me concentré y pude encontrar lo que buscaba. A pocos metros, un Porsche rojo se había estrellado contra un farol. Las pocas personas que por ahí pasaban se amontonaron cerca del Porsche, pero nadie se acercaba, por temor al olor de gasolina que emitía el lugar. Yo caminé hacia el coche…
Había una bella mujer en el, ensangrentada de pies a cabeza, tenia un aire de sociedad, pero es no importaba, la muerte no distingue…
Me acerqué aun más, aspirando una parte de su ser.
-Tonta, para él ya no existes –dije irónicamente, sabiendo que ella no podía escucharme, ni mucho menos verme; mientras sentía como el dolor de aquella jovencita me alimentaba.-No sabes que ningún hombre vale la pena para tratar de suicidarse- me reí fuertemente, tratando de opacar sus pensamientos que rebotaban en mi mente- Linda, no vale la pena sufrir por amor…-dije finalmente.
Decidí no perder más tiempo, estaba a punto de despedirla de este mundo, de aspirar su sufrimiento y su alma, cuando ella abrió los ojos lentamente…
-Enamorarme es lo mejor que pudo pasarme en la vida –dijo débilmente mirándome a los ojos por unos pocos segundos. Luego se desvaneció nuevamente.
Me quedé perpleja, ¿cómo me vio?, ¿cómo me escuchó?; pero lo que mas me mortificaba era el saber que ella estaba a punto de morir y en lo único que pensaba era en él. “Que tonta eres”, pensé, “cualquiera pediría vivir mas tiempo por sí, no por él que ya no te ama.
-¿Cómo puedes verme?- dije como reacción- ¡bah!-gruñí- ahora eso no importa, pues será lo último que verás… despídete definitivamente de este mundo.
Me acerqué a ella instintivamente…para darle el toque final, solo un beso y todo estaría sellado… pero algo me detuvo, un fuerte brazo me separó de mi víctima… Era aquel ángel, extraño para serlo. Tenía unos ojos color cielo, un liso cabello color miel, una tez “perfecta” plateada como la primera luna de invierno, unos ojos…unos ojos “maravillosos”, sus ojos eran oscuros, como mi alma, como el petróleo…eran “perfectos”, pero ¡que estoy pensando!, reaccioné rápidamente al ver como el ángel intentaba acercarse a la mujer del automóvil.
-Déjame hacer mi trabajo- le grité al recién llegado. Quién, me apartó, sin decirme palabra alguna, lanzándome deliberadamente lejos…Desde allí vi como este se acercó a ella, y con un suspiro le dio… una última oportunidad, su vida, la esperanza que yo le había arrebatado. Mientras yo, podía sentir que la ira se apoderaba de mí, quería acabar con el en un solo instante, pero no sabía porque no podía hacerlo, había algo en él que me impedía hacerlo… ¿pero qué?...
- No tengo tiempo para pelear…-me dije a mí mismo, tratando de callar a mis pensamientos - Estoy débil y además ya pronto amanecerá…- me excusé para mi, nuevamente.
Así que, respiré hondo, me levante y caminé hacia el otro extremo de la calle, alejándome poco a poco del lugar y dejando a aquel extraño ángel hacer lo que quería…“Mañana será otro día”, pensé para reconfortarme de la pérdida. Ya no me importaba aquello, solo estaba enfadado conmigo mismo, aunque yo no quería aceptarlo…
miércoles, 7 de noviembre de 2007
Si yo muriera mañana...
Somos muchos los que existimos, los que por alguna razón fuimos arrojados a este mundo. Somos y no queremos seres sin sombra, sin firma… ni una identidad definida. En el día somos como cualquiera, pero en la noche…
La luna se convierte en nuestra peor pesadilla, somos como el viento rápido e impenetrable, somos seres sin nombre, sin corazón ni destino… nuestra enemiga la luz, nuestra salvación un estúpido símbolo…la muerte.
Desde que nací, no he sabido lo que es tener un día común y corriente, todas las noches soy lo que cualquier soñador quisiera ser y lo que yo aborrezco con toda mi alma. Nunca he podido disfrutar de una salida, de una fiesta, de una cita… Todo por mi ineptitud y curiosidad, que convirtió mi vida por completo…
Mi misión, nuestra misión; acabar con el bien del Mundo y extinguir a esos seres que tanto daño nos hacen…los ángeles.
Era jueves, mas de las 11 PM, según mi viejo Casio,
- Todo tranquilo por esta zona- dije mientras tachaba una vez más una calle de mi monótono recorrido.
Seguí caminando, no quería correr ni apurarme, aun sabiendo que estaba en peligro... No estaba sola
Avancé por la calle des Maisons y una vez mas, pude sentir en un segundo ese agudo sonido que me quema lentamente cada vez, mis ojos cambiaron de color, mi miraba se hizo mas penetrante, las alas salieron de su escondite, podía sentir mi corazón desvaneciéndose mientras yo sufría acongojadamente.
De repente, estaba en la Avenida Cléber.
- ¡Cómo odio este lugar!- dije con furia. Allí había empezado todo…
Mis oídos estaban alerta a cualquier sonido que pueda revelar el lugar del individuo que buscaba, mi olfato, mas agudo que el del mejor perro entrenado, pudo revelarme en breves momentos el olor a sangre. “Está cerca”, pensé mientas buscaba alguna señal…
Salté sobre mí misma, pues escuché a lo lejos la sirena de una ambulancia, caí derrotada, el sonio indicaba lo peor… Había llegado tarde…
Pero no, pude ver una fuerte luz blanca a unos metros de donde yo me encontraba. Ellos recién llegaban, los ángeles; “eso quiere decir que aun estoy a tiempo”, pensé.
Cerré los ojos, me concentré y pude encontrar lo que buscaba. A pocos metros, un Porsche rojo se había estrellado contra un farol, caminé hacia el…
-Tonta, para él ya no existes –dije irónicamente, sabiendo que ella no podía escucharme, ni mucho menos verme; mientras sentía como el dolor de aquella jovencita me alimentaba.-No sabes que ningún hombre vale la pena para tratar de suicidarse- me reí fuertemente, mientras en mi mente rebotaban sus pensamientos- Linda, no vale la pena sufrir por amor…
Estaba a punto de despedirla de este mundo, de aspirar su sufrimiento y su alma, cuando ella abrió los ojos…
-Enamorarme es lo mejor que pudo pasarme en la vida –dijo débilmente mirándome a los ojos
Me quedé perpleja, ¿cómo me vio?, ¿cómo me escuchó?; pero lo que mas me mortificaba era el saber que ella estaba a punto de morir y en lo único que pensaba era en él…
-¿Cómo puedes verme?... ¡bah!... ahora eso no importa, pues será lo último que verás..
Me acerqué a ella instintivamente…para darle el toque final, solo un beso y todo estaría sellado…pero algo me detuvo, un fuerte brazo me separó de mi víctima…
-Déjame hacer mi trabajo- le grité al recién llegado. Quién, me apartó lanzándome deliberadamente lejos…
Él se acercó a ella y con un suspiro le dio…una última oportunidad, la esperanza que yo le había arrebatado. Mientras yo, de lejos, podía sentir que la ira se apoderaba de mí… pero ya no había tiempo para pelear… Yo estaba débil y además ya pronto amanecería…
Así que respiré hondo, me levante y caminé hacia el otro extremo de la calle, alejándome poco a poco del lugar y dejando a aquel extraño ángel hacer lo que debía…
“Mañana será otro día”, pensé para reconfortarme de la pérdida.
martes, 6 de noviembre de 2007
..NN::El poeta pide a su amor que le escriba
Amor de mis entrañas, viva muerte,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.
El aire es inmortal. La piedra inerte
ni conoce la sombra ni la evita.
Corazón interior no necesita
la miel helada que la luna vierte.
Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,
tigre y paloma, sobre tu cintura
en duelo de mordiscos y azucenas.
Llena pues de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena
noche del alma para siempre oscura
Federico García Lorca
lunes, 5 de noviembre de 2007
Sobre un libro de versos...
Este toda mi alma.
Este libro que ha visto
Conmigo los paisajes
Y vivido horas santas.
¡Qué pena de los libros
Que nos llenan las manos
De rosas y de estrellas
Que se esfuman y pasan!
¡Qué tristeza tan honda
Es mirar los retablos
De dolores y penas
Que un corazón levanta!
Ver pasar los espectros
De vidas que se borran,
Ver al hombre desnudo
En Pegaso sin alas,
Ver la Vida y la Muerte,
la síntesis del mundo,
Que en espacio profundo
Se miran y se abrazan.
Un libro de poesías
Es el Otoño muerto.
Los versos son las hojas
Negras en tierras blancas,
Y la voz que lo lee
Es el soplo del viento
Que hunde en los pechos
–Entrañables distancias–.
El poeta es un árbol
Con frutos de tristeza
Y con hojas marchitas
De llorar lo que ama.
El poeta es el médium
De la Naturaleza
Que explica su grandeza
Por medio de palabras.
El poeta comprende
Todo lo incomprensible
Y a cosas que se odian
Él hermanas las llama.
Sabe que los senderos
Son todos imposibles
Y por eso en lo oscuro
Va por ellos con calma.
En los libros de versos,
Entre rosas de sangre,
Van desfilando tristes
Y eternas caravanas
Que hirieron al poeta
Que lloraba en la tarde,
Rodeado y ceñido
Por sus propios fantasmas.
Poesía es Amargura,
Miel celeste que mana
De un panal invisible
Que fabrican las almas.
Poesía es lo imposible
Hecho posible.
Arpa
Que tiene en vez de cuerdas
Corazones y llamas.
Poesía es la vida
Que cruzamos con ansia
Esperando al que lleve
Sin rumbo nuestra barca.
Libros dulces de versos
Son los astros que pasan
Por el silencio mudo
Al reino de la Nada,
Escribiendo en el cielo
Sus estrofas de plata.
¡Oh, qué penas tan hondas
Y nunca remediadas,
Las voces dolorosas
Que los poetas cantan!
Como en el horizonte
Descanso las miradas.
Dejaría en el libro
Este, ¡toda mi alma!
Federico García Lorca, 1918.
En Poemas inéditos de juventud.
sábado, 3 de noviembre de 2007
Piedra Negra sobre piedra blanca
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...
domingo, 28 de octubre de 2007
Borrador..
ahi va...
A alguien que no existe..(?)
Aqui estoy..
junto a ti..y no me ves..
Aquí estoy, mi alma siempre con la tuya...
mi corazón siempre con el tuyo..
y..tú..no te das cuenta..
Puede ser de día o de noche
puede ser primavera o verano
y yo siempre junto a ti
sabes, te quiero porque sí y sin reproche
y siempre te querré sea otoño o invierno..
y tú siempre tan lejos..
Podemos estar cerca, en ese mundo que creamos
podemos estar lejos, porque las millas son eso..millas
No tienes idea de las ganas que tengo..de ese deseo
tan grande como el mar, tan infinito como el cielo
y es así..y siempre será así..deseo verte, abrazarte, quererte
pero tú..sigues lejos y distante..
Condeno mi alma al sufrimiento..
al no poder vivir tranquilamente..
y mi conciencia nunca calmada..
porque aun me queda algo por hacer
y es conquistarte..
Si pudiera pedir un deseo
a cualquier ser que me lo conceda..
pediria el verte...aunque sea de lejos
aunque tu no me veas...solo quiero verte
y poder entender que eres real...
Y no otro idealizado..no quiero soñar..
solo quiero saber que existo, que existes y que me quieres...
Porque para mi, el querer es lo mas importante..
si tu supieras, como te quiero..
haz logrado ocupar un gran espacio en mi corazón
y no juego..y tú mientes..y tú me sigues...pero eso no es real..
Yo puedo reir, y tú también ríes..
porque eres solo mi sueño, mi reflejo..
y no eres real..
YO TE VOY A QUERER..AUNQUE NO SEAS COMO YO QUIERO..
Porque ya ocupaste parte de mi vida..y de mi mente..
Te quiero, pero me duele el no saber si lo que tú sientes es verdadero
..real..
Es que no existe una definicion para lo real y lo irreal..
porque para mi puedes ser real y no existir..
y puedes existir y ser real.....
Porque, aquí estoy, junto a ti,y no me ves..
porque mi alma siempre estará con la tuya...
y mi corazon con el tuyo..pero nunca..
..tu..te darás cuenta..por el simple hecho que no existes..y eres real..
por la única razon que estas ahi, pero distante...
Esque una voz, un sonido, un suspiro..vale mas, que un te quiero..
y yo necesito ese te quiero...
Por Annabel_Lee
lunes, 22 de octubre de 2007
Los árboles mueren de pie I
Balboa.- Vamos?
Isabel (que no ha apartado los ojos un momento de Mauricio.Reacciona resuelta).- No. ¡Ahora necesito saber! (Avanza hacia él) ¿Por qué ha dicho "si prefiere seguir viviendo como hasta ayer"? ¿Quién es usted?
Mauricio.- ¿Qué importa eso?No se trata de mi vida sino de la suya
Isabel.- Qué es lo que pretende saber de mi?
Mauricio.- Sólo una cosa. Pero demasiado íntima para halar delante de testigos.
(Isabel duda un momento mirñandole fijamente. Se acerca a Balboa, con una súplica)
Isabel.-Déjenos solos
Balboa.-Aqui?
Isabel (Sin miedo).-Ese hombre no miente; estoy segura
Mauricio.-Acompañe al señor, Helena. Y nada de secretos con él; dígale lisa y llanamente toda la verdad.
Balboa (a Isabel).- La espero
Isabel.- Gracias. Es usted el primer hombre, el único, que ha dado un paso para defenderme. (Le estrecha las manos) Gracias.
Isabel.- Tranquila
Mauricio.- De verdad no tiene miedo?
Isabel.- No. Ahora es algo mas profundo. No sé lo que va a decirme, pero siento que toda mi vida está pendiente de esas palabras. ¡Hable, por favor!
domingo, 21 de octubre de 2007
El desdichado
El desdichado
Yo soy el tenebroso, -el viudo, -el desdichado,
el príncipe de Aquitania de la torre abolida:
mi sola estrella ha muerto, -y mi laúd constelado
ostenta el negro Sol de la Melancolía.
En la noche de la tumba, tú que me has consolado,
devuélveme el Posílipo y el mar de Italia,
la flor que tanto gustaba a mi corazón desolado,
y el ramaje donde la vid se une a la rosa.
¿Soy Amor o Febo?… ¿Lusignan o Biron?
Mi frente aún está roja del beso de la reina;
he soñado con la gruta donde nada la sirena…
Y dos veces vencedor crucé el Aqueronte:
modulando por turno en la lira de Orfeo
los suspiros de la santa y los gritos del hada
jueves, 18 de octubre de 2007
Lo fatal
y más la piedra dura porque ésa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
¡Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos
y no saber adónde vamos,ni de dónde venimos!...
miércoles, 10 de octubre de 2007
Partes...
[Porque el olor a sangre me recuerda a ti..]
Cuando de la noche cae el crepúsculo
cuando los ojos del cielo alumbren
el camino correcto
Cuando el cielo sea oscuro
cuando del sueño eterno despierte
y llegue el día.
La llama de la noche aparecerá
extendiendo sus largas
a todos sus creyentes convocaá
y efectuará su eterna semejanza.
El olor a sangre se mezcla con traición
la sangre con temor
esa lágrima que nunca cayó
ese versó que no se pronunció
Entre tanto silencio y obscuridad
un llanto se escuchaba
la misma reina lloraba
por alguien que la olvidaba
No es su sueño, pues puede sentir su latido
no será olvidada despues
es de negro, ahora, su vestido...
[Ya..recordé...parte..de mi..sueño..perdido]
Un poco extraño el poema no? =S
lunes, 8 de octubre de 2007
El Escarabajo de Oro (IV parte)
"d8"
e3"
g4"
h6"
i*"
n‡"
o("
r;"
t?"
u
Tenemos así no menos de diez de las letras más importantes representadas, y es inútil buscar la solución con esos detalles. Ya le he dicho lo suficiente para convencerle de que cifras de ese género son de fácil solución, y para darle algún conocimiento de su desarrollo razonado. Pero tenga la seguridad de que la muestra que tenemos delante pertenece al tipo más sencillo de la criptografía. Sólo me queda darle la traducción entera de los signos escritos sobre el pergamino, ya descifrados. Hela aquí:
A good glass in the Bishop’s Hostel in the devil´s seat forty-one degrees and thirteen minutes northeast and by north main branch seventh, limb east side shoot from the left eye of the death\'shead a bee-line from the tree through the shot fifty feet out.
—Pero —dije— el enigma me parece de tan mala calidad como antes. ¿Cómo es posible sacar un sentido cualquiera de toda esa jerga referente a "la silla del diablo", "la cabeza de muerto" y "el hostal o la hostelería del obispo
Reconozco —replicó Legrand— que el asunto presenta un aspecto serio cuando echa uno sobre él una ojeada casual. Mi primer empeño fue separar lo escrito en las divisiones naturales que había intentado el criptógrafo.
—¿Quiere usted decir, puntuarlo?
—Algo por el estilo.
—Pero ¿cómo le fue posible hacerlo?
—Pensé que el rasgo característico del escritor había consistido en agrupar sus palabras sin separación alguna, queriendo así aumentar la dificultad de la solución. Ahora bien: un hombre poco agudo, al perseguir tal objeto, tendrá, seguramente, la tendencia a superar la medida. Cuando en el curso de su composición llegaba a una interrupción de su tema que requería, naturalmente, una pausa o un punto, se excedió, en su tendencia a agrupar sus signos, más que de costumbre. Si observa usted ahora el manuscrito le será fácil descubrir cinco de esos casos de inusitado agrupamiento. Utilizando ese indicio hice la consiguiente división:
A good glass in the bishop\'s hostel in the devil\'s sear —forty one degrees and thirteen minutes—northeast and by north —main branch seventh limb eart side —shoot from the left eye of the death\'s head —a bee line from the tree through the shot fifty feet out
—Aun con esa separación —dije—, sigo estando a oscuras.
—También yo lo estuve —replicó Legrand— por espacio de algunos días, durante los cuales realicé diligentes pesquisas en las cercanías de la isla de Sullivan, sobre una casa que llevase el nombre de Hotel del Obispo, pues, por supuesto, deseché la palabra anticuada "hostal, hostería". No logrando ningún informe sobre la cuestión, estaba a punto de extender el campo de mi búsqueda y de obrar de un modo más sistemático, cuando una mañana se me ocurrió de repente que aquel "Bishop\'s Hostel" podía tener alguna relación con una antigua familia apellidada Bessop, la cual, desde tiempo inmemorial, era dueña de una antigua casa solariega a unas cuatro millas, aproximadamente, al norte de la isla. De acuerdo con lo cual fui a la plantación, y comencé de nuevo mis pesquisas entre los negros más viejos del lugar. Por último, una de las mujeres de más edad me dijo que ella había oído hablar de un sitio como Bessop\'s Castle (castillo de Bassop), y que creía poder conducirme hasta él, pero que no era un castillo, ni mesón, sino una alta roca.
Le ofrecí retribuirle bien por su molestia y después de alguna vacilación, consintió en acompañarme hasta aquel sitio. Lo descubrimos sin gran dificultad; entonces la despedí y me dediqué al examen del paraje. El castillo consistía en una agrupación irregular de macizos y rocas, una de éstas muy notable tanto por su altura como por su aislamiento y su aspecto artificial. Trepé a la cima, y entonces me sentí perplejo ante lo que debía hacer después.
Mientras meditaba en ello, mis ojos cayeron sobre un estrecho reborde en la cara oriental de la roca a una yarda quizá por debajo de la cúspide donde estaba colocado. Aquel reborde sobresalía unas dieciocho pulgadas, y no tendría más de un pie de anchura; un entrante en el risco, justamente encima, le daba una tosca semejanza con las sillas de respaldo cóncavo que usaban nuestros antepasados. No dudé que fuese aquello la "silla del diablo" a la que aludía el manuscrito, y me pareció descubrir ahora el secreto entero del enigma.
El "buen vaso" lo sabía yo, no podía referirse más que a un catalejo, pues los marineros de todo el mundo rara vez emplean la palabra "vaso" en otro sentido. Comprendí ahora en seguida que debía utilizarse un catalejo desde un punto de vista determinado que no admitía variación. No dudé un instante en pensar que las frases "cuarenta y un grados y trece minutos" y "Nordeste cuarto de Norte" debían indicar la dirección en que debía apuntarse el catalejo. Sumamente excitado por aquellos descubrimientos, marché, presuroso, a casa, cogí un catalejo y volví a la roca.
Me dejé escurrir sobre el reborde y vi que era imposible permanecer sentado allí, salvo en una posición especial. Éste hecho confirmó mi preconcebida idea. Me dispuse a utilizar el catalejo. Naturalmente, los "cuarenta y un grados y trece minutos" podían aludir sólo a la elevación por encima del horizonte visible, puesto que la dirección horizontal estaba indicada con claridad por las palabras "Nordeste cuarto de Norte". Establecí esta última dirección por medio de una brújula de bolsillo; luego, apuntando el catalejo con tanta exactitud como pude con un ángulo de cuarenta y un grados de elevación, lo moví con cuidado de arriba abajo, hasta que detuvo mi atención una grieta circular u orificio en el follaje de un gran árbol que sobresalía de todos los demás, a distancia. En el centro de aquel orificio divisé un punto blanco; pero no pude distinguir al principio lo que era. Graduando el foco del catalejo, volví a mirar, y comprobé ahora que era un cráneo humano.
Después de este descubrimiento, consideré con entera confianza el enigma como resuelto, pues la frase "rama principal, séptimo vástago, lado Este" no podía referirse más que a la posición de la calavera sobre el árbol, mientras lo de "soltar desde el ojo izquierdo de la cabeza de muerto" no admitía tampoco más que una interpretación con respecto a la busca de un tesoro enterrado. Comprendí que se trataba de dejar caer una bala desde el ojo izquierdo, y que una línea recta (línea de abeja), partiendo del punto más cercano al tronco por \'\'la bala" (o por el punto donde cayese la bala), y extendiéndose desde allí a una distancia de cincuenta pies, indicaría el sitio preciso, y debajo de este sitio juzgué que era, por lo menos, posible que estuviese allí escondido un depósito valioso.
—Todo eso —dije— es harto claro, y asimismo ingenioso, sencillo y explícito. Y cuando abandonó usted el Hotel del Obispo, ¿qué hizo?
—Pues habiendo anotado escrupulosamente la orientación del árbol, me volví a casa. Sin embargo en el momento de abandonar "la silla del diablo", el orificio circular desapareció, y de cualquier lado que me volviese érame ya imposible divisarlo. Lo que me parece el colmo del ingenio en este asunto es el hecho (pues, al repetir la experiencia, me he convencido de que es un hecho) de que la abertura circular en cuestión resulta sólo visible desde un punto que es el indicado por esa estrecha cornisa sobre la superficie de la roca.En esta expedición al Hotel del Obispo fui seguido por Júpiter, quien observaba, sin duda, desde hacia unas semanas, mi aire absorto, y ponía un especial cuidado en no dejarme solo. Pero al día siguiente me levanté muy temprano, conseguí escaparme de él y corrí a las colinas en busca del árbol. Me costó mucho trabajo encontrarlo. Cuando volví a casa por la noche, mi criado se disponía a vapulearme. En cuanto al resto de la aventura, creo que está usted tan enterado como yo.
—Supongo —dije— que equivocó usted el sitio en las primeras excavaciones, a causa de la estupidez de Júpiter dejando caer el escarabajo por el ojo derecho de la calavera en lugar de hacerlo por el izquierdo.
—Exactamente. Esa equivocación originaba una diferencia de dos pulgadas y media, poco más o menos, en relación con la bala, es decir, en la posición de la estaca junto al árbol, y si el tesoro hubiera estado bajo la "bala", el error habría tenido poca importancia; pero la "bala", y al mismo tiempo el punto más cercano al árbol, representaban simplemente dos puntos para establecer una línea de dirección; claro está que el error, aunque insignificante al principio, aumentaba al avanzar siguiendo la línea, y cuando hubimos llegado a una distancia de cincuenta pies, nos había apartado por completo de la pista. Sin mi idea arraigada a fondo de que había allí algo enterrado, todo nuestro trabajo hubiera sido inútil.
—Pero su grandilocuencia, su actitud balanceando el insecto, ¡cuán excesivamente estrambóticas! Tenía yo la certeza de que estaba usted loco. Y ¿por qué insistió en dejar caer el escarabajo desde la calavera, en vez de una bala?
—¡Vaya! Para serle franco, me sentía algo molesto por sus claras sospechas respecto a mi sano juicio, y decidí castigarle algo, a mi manera, con un poquito de serena mixtificación. Por esa razón balanceaba yo el insecto, y por esa razón también quise dejarlo caer desde el árbol. Una observación que hizo usted acerca de su peso me sugirió esta última idea.
—Sí, lo comprendo; y ahora no hay más que un punto que me desconcierta. ¿Qué vamos a decir de los esqueletos encontrados en el hoyo?
—Esa es una pregunta a la cual, lo mismo que usted, no sería yo capaz de contestar. No veo, por cierto, más que un modo plausible de explicar eso; pero mi sugerencia entraña una atrocidad tal, que resulta horrible de creer. Aparece claro que Kidd (si fue verdaderamente Kidd quien escondió el tesoro, lo cual no dudo), aparece claro que él debió de hacerse ayudar en su trabajo. Pero, una vez terminado, éste pudo juzgar conveniente suprimir a todos los que compartían su secreto. Acaso un par de azadonazos fueron suficientes, mientras sus ayudantes estaban ocupados en el hoyo; acaso necesitó una docena. ¿Quién nos lo dirá?
domingo, 7 de octubre de 2007
Diálogo entre la discordia y el olvido (I parte)
Él: Sabes eres muy bonita..
Ella: En serio?
Él: Si, en serio que lo creo y no es solo para adularte ni nada..solo digo lo que pienso..
*Ella se ruborizó..nunca le habían dicho tantas cosas bonitas y menos que ella lo era(bonita)..siempre tuvo q soportar malos tratos y nunca un elogio...*
Ella: A cuántas niñas les dirás lo mismo?
Él: Lo juro..solo a tí..te lo prometo
Ella: He oído muchas promesas..
Él: Oye la mía...una sincera
Ella: Alguna prueba?
Él: Mi palabras
Ella: Una sustentable...
Él: Un beso...
*Él la mira fijamente,y se le acerca* -- *Ella se da la vuelta y trata de alejarse*
Él: A que le tienes miedo..
Ella: A ti, no...
Él: Entonces?.. *él se acerca nuevamente*..Al amor, a enamorarte o a que alguien se enamore de ti??
*Ella volteó encontrardose con que el estaba cerca...demasiado cerca*
Ella: no es eso..
*Él se acerca mas, casi rosando sus labios*
Él: No, si es eso..
*Ella sonrie acercándose*
Ella: Quieres que te lo demuestre?
Él: Noo
*Él se separa de ella*
Ella: Ahora tu tienes miedo...
*El se acerca rápidamente y la besa lenta y apasionadamente*...*se separan*
Él: Que decías...
Ella: Wow!
*Él río*
Ella: no sé que decir..
Él: No digas nada...
Ella: Quisiera pero siento que debo hacerlo
Él: En serio..no es necesario
sábado, 6 de octubre de 2007
Los muchachos no escriben historias de amor III
Capitulo 9: (…)
Extrajo algo de su bolsillo (Karen Pearson)
-Ten – me dijo –Pensé que te gustaría esto.
Era la carta a Elizabeth.
Sentí que me ponía rojo como un jitomate.
-Gracias – dije
-No se la enseñé a nadie – me aclaró
- Que bueno – repuse
-Debe ser agradable – dijo Karen
-¿Quién?
-Elizabeth
Ajá –repuse – Sí lo es
Me di cuenta de que había leído la carta. Me sentí fosforecer como un betal radiactivo.
-¿Es bonita?
Capitulo 11: (…)
-Lo único que voy a pedirles es que me escriban un cuento
Nuevos gruñidos
-Momento. Todavía no he terminado prosiguió.
Su tarea es comenzarlo en casa. No importa sino consiguen adelantar mucho, y hasta con que me traigan un primer borrador.
-¿Sobre qué tema? – le pregunto Saima
(…)
En lo personal, no me disgusta escribir un cuento
(…)
-Tiene que hablar de la relación entre dos personas- dijo el señor Mc Caffrey – de una relación muy importante. Quiero que de verdad se centren en esa relación y en el sentimiento que cada una de estas dos personas tiene por la otra.
-Osea, como una historia de amor –dijo Saima
-Puede ser –repuso el señor Mc Caffrey
-Si dos personas se odiaran muchísimo, podrían también ser una relación, ¿o no?-peguntó Meter
-Por supuesto –aseguró el señor Mc Caffery
-Entonces, está bien –repuso Meter
-¿Entendieron todos lo que tienen que hacer?-preguntó el señor Mc Caffery
-Sí, profesor- respondimos a coro.
- (…)
Capítulo 13:
(…)
Después de todo, aun tenía que hacer mi tara, pasara lo que pasara…
Había decidido que mi historia se titularía: “La sepaación” . Se trataría de un chico llamado Malcom y una chica de nombre Elaine. Los profesores dicen que siempre debe hacerse un guión antes de comenzar a escribir un cuento, así que tomé asiento y anoté.
“La separación
1) Malcom
2) Malcom y Elaine
3) Elaine”
Era un guión bastante modesto, al menos en comparación con cualquier planteamiento de Berna. Sus guiones, son casi tan largos como uno de mis ensayos. Yo había meditado en mi historia largo rato y ya sabía lo que escribía. Me centraría en las emociones, como había dicho el señor Mc Caffrey. La historia tendría lugar en un parque y se desarrollaría en tres actos.
Comencé:
“Malcom estaba sentado en la banca del parque, atento a lo que ocurría a su al rededor. A esta hora del día el lugar se encontraba prácticamente desierto. Había un hombre que arrojaba palos a sus perros, y una mujer en Shorts y playera corría por los senderos.
En los juegos habían un grupo de pequeños. Algunos de ellos iban con su mamá. Malcom miró su reloj. Faltaban cinco para las doce. Elaine llegaría en 5 minutos. Era siempre puntual. Era un de las muchas cosas que a él le gustaban de ella. Malcom se había prendado de Elaine desde la primera vez que la vio. Era su tipo. Tenía el cabello largo, como seda. Su mirada era profunda y pensativa. ¿Podría ser pensativa? No estaba muy seguro. En realidad, se piensa con el cerebro, no con la mirada. Pero los ojos de una persona dicen mucho de ella. Cambian según el humor de que esté. Proseguí…
“De un tiempo a la fecha, esos ojos tenían un aire triste. Malcom miró hacia el sendero, por donde la corredora se había perdido a lo lejos. Pudo apenas distinguir una silueta delgada, de cabello largo, que se acercaba caminando (…)
Capítulo 16:
Esa noche me senté en mi cuarto a proseguir mi historia. No resulta fácil escribir a cerca de los sentimientos. Las historias como las que inventa Berna, llenas de programadores, son fáciles de escribir, porque ocurre una cosa tras otra. Pero escribir a cerca de los sentimientos es distinto.
Como quiera, yo tengo una ventaja, porque desde hace algún tiempo le he estado escribiendo a Elizabeth sobre mis sentimientos. Escribí:
“Elaine tomó asiento en la banca, junto a él; pasó un buen rato sin que ninguno de los dos hablara. Malcolm tenía miedo de hablar. Sufría que una vez iniciada la conversación no habría manera de dar marcha atrás. Hubiera querido que el silencio durara para siempre. Pero nada es para siempre. Por fin, Elaine habló:
-Necesito estar sola por un tiempo, Malcom –dijo
Él sabía de ante mano que le diría esto, no obstante le dolió.
-¿Me comprendes? – le preguntó- Elaine.
Lo único que él entendía es que lo mejor que tenía en la vida se desmoronaba, como un castillo de arena ante el embatil de las olas, y que no había nada que hacer (…)
(continuará)
lunes, 1 de octubre de 2007
No Cambies
"No cambies, no cambies....te quiero".
Entonces me tranquilicé. Y em sentí vivo. Y, oh! maravilla!...¡CAMBIÉ!
-------------------------------------Y---------Ahora-------------qué?-------------------
Esta historia..no sé...como que me trae nostalgia....melancolía!!....y no por....sino por otra..cosa..
Hace días.....estaba mal..tuve un problema...y un amigo..me ayudó mucho....BAHH!!...Que "Un amigo"...MI MEJOR AMIGO....Me dijo cosas que no sé..como explicarlo..me..recuperé..me levantó..fue esa lucesita...guía...En esos momentos sólo necesitaba que alguien me ayudara...no con un sermón..solo bastaba una, dos, tres palabras...Quería que todos me dejaran sola..y él me hizo entender que yo no estaba sola...que...lo tenía a él...me dijo..algo..que..me..cambió...
Aquí..parte de la conversación...No puedo poner la parte...que quiero...porque mi computadora esta que se muere y borró esa parte de la conversación..no sé porque..=S..En fin..ahí va..
Yo: en fin..lo haré...ahh...bueno..es que...como sí te acuerdas de Alvaro....quiero saber...a quien conoces mas tiempo?..si a él o a mi...:S
Nal: mmm...la verdad.....Primero lo que acabas de decir...Eres la mejor amiga que tengo ((es en serio)) y lo de Alvaro ..ejem, pues hay dos cosas importantes
YO: cuales?
ÉL: La primera...Si lo conozco desde que cree mi primera comunidad
y la segunda: Creéme que si eligiera entre tu amistad y la de Alvaro seria la tuya sin duda alguna...
........................Después................
YO:...(Esto NO voy a ponerlo..pues..aquí le explico por qué estaba mal...)
ÉL: U.U pues no saben apreciar las buenas amistades...
------------------------------------>Según yo..Eso quiere decir que si aprecia la mia ^^
...En...fin..hay..mas..pero...mi..compu..lo..borró...:@!!....
No.sé..si..para...uds...esto...vale.....o..no...
vale..es..decir..si...es.importante..o..no...pero..lo..que..yo..sé...es.que..si..es..importante..para...mi!...y..eso
...es..lo..unico...que..me.importa!!!!!!!....(egocentrismo..!)
sábado, 22 de septiembre de 2007
El Escarabajo de Oro ( III parte)
53‡‡†305))6*;4826)4‡.)4‡);806*;48†8p 60))85;I‡(;:‡*8†83(88)5*†;46(;88
*96*?;8)*‡(;485);5*†2:*‡(;4956*2(5*–4)8p 8*;4069285);)6†8)4‡‡;I(‡9;4808I;8:8‡I;48†85;4)485†528806*8I(‡9;48;(88;4(‡?34;48)4‡;I6I;:188;‡?;
—Pero —dije, devolviéndole la tira— sigo estando tan a oscuras como antes. Si todas las joyas de Golconda esperasen de mí la solución de este enigma, estoy en absoluto seguro de que sería incapaz de obtenerlas.
—Y el caso —dijo Legrand— que la solución no resulta tan difícil como cabe imaginarla tras del primer examen apresurado de los caracteres. Estos caracteres, según pueden todos adivinarlo fácilmente forman una cifra, es decir, contienen un significado pero por lo que sabemos de Kidd, no podía suponerle capaz de construir una de las más abstrusas criptografías. Pensé, pues, lo primero, que ésta era de una clase sencilla, aunque tal, sin embargo, que pareciese absolutamente indescifrable para la tosca inteligencia del marinero, sin la clave.
—¿Y la resolvió usted, en verdad?
—Fácilmente; había yo resuelto otras diez mil veces más complicadas. Las circunstancias y cierta predisposición mental me han llevado a interesarme por tales acertijos, y es, en realidad, dudoso que el genio humano pueda crear un enigma de ese género que el mismo ingenio humano no resuelva con una aplicación adecuada. En efecto, una vez que logré descubrir una serie de caracteres visibles, no me preocupó apenas la simple dificultad de desarrollar su significación.
En el presente caso —y realmente en todos los casos de escritura secreta— la primera cuestión se refiere al lenguaje de la cifra, pues los principios de solución, en particular tratándose de las cifras más sencillas, dependen del genio peculiar de cada idioma y pueden ser modificadas por éste. En general, no hay otro medio para conseguir la solución que ensayar (guiándose por las probabilidades) todas las lenguas que os sean conocidas, hasta encontrar la verdadera. Pero en la cifra de este caso toda dificultad quedaba resuelta por la firma. El retruécano sobre la palabra Kidd sólo es posible en lengua inglesa. Sin esa circunstancia hubiese yo comenzado mis ensayos por el español y el francés, por ser las lenguas en las cuales un pirata de mares españoles hubiera debido, con más naturalidad, escribir un secreto de ese género. Tal como se presentaba, presumí que el criptograma era inglés.
Fíjese usted en que no hay espacios entre las palabras. Si los hubiese habido, la tarea habría sido fácil en comparación. En tal caso hubiera yo comenzado por hacer una colación y un análisis de las palabras cortas, y de haber encontrado, como es muy probable, una palabra de una sola letra (a ó I por ejemplo) , habría estimado la solución asegurada. Pero como no había espacios allí, mi primera medida era averiguar las letras predominantes así como las que se encontraban con menor frecuencia. Las conté todas y formé la siguiente tabla:
El signo 8
Aparece 33veces
";"26""4"19""‡ y )"16""*"13""5"12""6"11""† y I"8""0"6""9 y 2"5"": y 3"4""?"3""p "2""– y ."1"
Ahora bien: la letra que se encuentra con mayor frecuencia en inglés es la e. Después, la serie es la siguiente: a o y d h n r s t u y c f g l m w b k p q x z. La e predomina de un modo tan notable, que es raro encontrar una frase sola de cierta longitud de la que no sea el carácter principal.
Tenemos, pues, nada más comenzar, una base para algo más que una simple conjetura. El uso general que puede hacerse de esa tabla es obvio, pero para esta cifra particular sólo nos serviremos de ella muy parcialmente. Puesto que nuestro signo predominante es el 8, empezaremos por ajustarlo a la e del alfabeto natural. Para comprobar esta suposición, observemos si el 8 aparece a menudo por pares —pues la e se dobla con gran frecuencia en inglés— en palabras como, por ejemplo, meet, speed, seen, been agree, etcétera. En el caso presente, vemos que está doblado lo menos cinco veces, aunque el criptograma sea breve.
Tomemos, pues, el 8 como e. Ahora, de todas las palabras de la lengua, the es la más usual; por tanto, debemos ver si no está repetida la combinación de tres signos, siendo el último de ellos el 8. Si descubrimos repeticiones de tal letra, así dispuestas, representarán, muy probablemente, la palabra the. Una vez comprobado esto, encontraremos no menos de siete de tales combinaciones, siendo los signos 48 en total. Podemos, pues, suponer que ; representa t, 4 representa h, y 8 representa e, quedando este último así comprobado. Hemos dado ya un gran paso.
Acabamos de establecer una sola palabra; pero ello nos permite establecer también un punto más importante; es decir, varios comienzos y terminaciones de otras palabras. Veamos, por ejemplo, el penúltimo caso en que aparece la combinación; 48 casi al final de la cifra. Sabemos que el ; que viene inmediatamente después es el comienzo de una palabra, y de los seis signos que siguen a ese the, conocemos, por lo menos, cinco. Sustituyamos, pues, esos signos por las letras que representan, dejando un espacio para el desconocido:
t eeth
Debemos, lo primero, desechar el th como no formando parte de la palabra que comienza por la primera t, pues vemos, ensayando el alfabeto entero para adaptar una letra al hueco, que es imposible formar una palabra de la que ese th pueda formar parte. Reduzcamos, pues, los signos
at ee.
Y volviendo al alfabeto, si es necesario como antes, llegamos a la palabra "tree" (árbol), como la única que puede leerse. Ganamos así otra letra, la r, representada por (, más las palabras yuxtapuestas the tree (el árbol).
»Un poco más lejos de estas palabras, a poca distancia, vemos de nuevo la combinación; 48 y la empleamos como terminación de lo que precede inmediatamente. Tenemos así esta distribución:
the tree ; 4 ‡ ? 34 the,
o sustituyendo con letras naturales los signos que conocemos, leeremos esto:
the tree thr ‡ ? 3 h the.
»Ahora, si sustituimos los signos desconocidos por espacios blancos o por puntos, leeremos:
the tree thr... h the,y, por tanto, la palabra through (por, a través) resulta evidente por sí misma. Pero este descubrimiento nos da tres nuevas letras, o, u, y g, representadas por ‡, ? y 3.
»Buscando ahora cuidadosamente en la cifra combinaciones de signos conocidos, encontraremos no lejos del comienzo esta disposición:
83 (88,
o agree, que es, evidentemente, la terminación de la palabra degree (grado), que nos da otra letra, la d, representada por †.
Cuatro letras más lejos de la palabra degree, observamos la combinación,;
46 (; 88
cuyos signos conocidos traducimos, representando el desconocido por puntos, como antes; y leemos:
th . rtee
arreglo que nos sugiere acto seguido la palabra thirteen (trece) y que nos vuelve a proporcionar dos letras nuevas, la i y la n, representadas por 6 y *.
»Volviendo ahora al principio del criptograma, encontramos la combinación.
53‡‡†
»Traduciendo como antes, obtendremos.good.
Lo cual nos asegura que la primera letra es una A, y que las dos primeras palabras son A good (un bueno, una buena).
Sería tiempo ya de disponer nuestra clave, conforme a lo descubierto, en forma de tabla, para evitar confusiones. Nos dará lo siguiente:
sábado, 15 de septiembre de 2007
Recomendación # 5
En fin, en esta semana también terminé de leer..
de GOETHE..
Personalmente, me encantó el final.. recomendiendo este libro, te ha reflexionar sobre tus convicciones(o a mi), es demasiado útil!!
viernes, 14 de septiembre de 2007
Recomendación # 4
En, fin..ahora acabo de terminarlo!!! Justo hace 10 minutos...
El libro..ya es conocido...
es de Gabriel Garbía Marquez
y su nombre es...
miércoles, 12 de septiembre de 2007
El Escarabajo de Oro ( II parte)
En su juventud, el tulípero o Liriodendron Tutipiferum, el más magnífico de los árboles selváticos americanos tiene un tronco liso en particular y se eleva con frecuencia a gran altura, sin producir ramas laterales; pero cuando llega a su madurez, la corteza se vuelve rugosa y desigual, mientras pequeños rudimentos de ramas aparecen en gran número sobre el tronco. Por eso la dificultad de la ascensión, en el caso presente, lo era mucho más en apariencia que en la realidad. Abrazando lo mejor que podía el enorme cilindro con sus brazos y sus rodillas asiendo con las manos algunos brotes y apoyando sus pies descalzos sobre los otros, Júpiter, después de haber estado a punto de caer una o dos veces se izó al final hasta la primera gran bifurcación y pareció entonces considerar el asunto como virtualmente realizado. En efecto, el riesgo de la empresa había ahora desaparecido, aunque el escalador estuviese a unos sesenta o setenta pies de la tierra.
—¿Hacia qué lado debo ir ahora, massa Will? —preguntó él.
—Sigue siempre la rama más ancha, la de ese lado—dijo Legrand.
El negro obedeció con prontitud, y en apariencia, sin la menor inquietud; subió, subió cada vez más alto, hasta que desapareció su figura encogida entre el espeso follaje que la envolvía. Entonces se dejó oír su voz lejana gritando:
—¿Debo subir mucho todavía?
—¿A qué altura estás?—preguntó Legrand.
—Estoy tan alto —replicó el negro—, que puedo ver el cielo a través de la copa del árbol.
—No te preocupes del cielo, pero atiende a lo que te digo. Mira hacia abajo el tronco y cuenta las ramas que hay debajo de ti por ese lado. ¿Cuántas ramas has pasado?
—Una, dos, tres, cuatro, cinco. He pasado cinco ramas por ese lado, massa.
—Entonces sube una rama más.Al cabo de unos minutos la voz de oyó de nuevo, anunciando que había alcanzado la séptima rama.
—Ahora, Jup—gritó Legrand, con una gran agitación—, quiero que te abras camino sobre esa rama hasta donde puedas. Si ves algo extraño, me lo dices.
Desde aquel momento las pocas dudas que podía haber tenido sobre la demencia de mi pobre amigo se disiparon por completo. No me quedaba otra alternativa que considerarle como atacado de locura, me sentí seriamente preocupado con la manera de hacerle volver a casa. Mientras reflexionaba sobre que sería preferible hacer, volvió a oírse la voz de Júpiter.
—Tengo miedo de avanzar más lejos por esa rama: es una rama muerta en casi toda su extensión.
—¿Dices que es una rama muerta Júpiter?—gritó Legrand con voz trémula.
—Sí, massa, muerta como un clavo de puerta, eso es cosa sabida; no tiene ni pizca de vida.
—¿Qué debo hacer, en nombre del Cielo?.—preguntó Legrand, que parecía sumido en una gran desesperación.
—¿Qué debe hacer? —dije, satisfecho de que aquella oportunidad me permitiese colocar una palabra—; Volver a casa y meterse en la cama. ¡Vámonos ya! Sea usted amable, compañero. Se hace tarde; y además, acuérdese de su promesa.
—¡Júpiter!—gritó él, sin escucharme en absoluto—, ¿me oyes?
—Sí, massa Will, le oigo perfectamente.
—Entonces tantea bien con tu cuchillo, y dime si crees que está muy podrida.
—Podrida, massa, podrida, sin duda —replicó el negro después de unos momentos—; pero no tan podrida como cabría creer. Podría avanzar un poco más, si estuviese yo solo sobre la rama, eso es verdad.
—¡Si estuvieras tú solo! ¿Qué quieres decir?
—Hablo del escarabajo. Es muy pesado el tal escarabajo. Supongo que, si lo dejase caer, la rama soportaría bien, sin romperse, el peso de un negro.
—¡Maldito bribón! —gritó Legrand, que parecía muy reanimado—. ¿Qué tonterías estas diciendo? Si dejas caer el insecto, te retuerzo el pescuezo. Mira hacia aquí, Júpiter, ¿me oyes?
—Sí, massa; no hay que tratar así a un pobre negro.
—Bueno; escúchame ahora. Si te arriesgas sobre la rama todo lo lejos que puedas hacerlo sin peligro y sin soltar el insecto, te regalare un dólar de plata tan pronto como hayas bajado.
—Ya voy, massa Will, Ya voy allá—replicó el negro con prontitud—. Estoy al final ahora.
—¡Al final! —Chillo Legrand, muy animado—. ¿Quieres decir que estas al final de esa rama?
—Estaré muy pronto al final, massa... ¡Ooooh! ¡Dios mío, misericordia! ¿Que es eso que hay sobre el árbol?
—¡Bien! —Gritó Legrand muy contento—, ¿qué es eso?
—Pues sólo una calavera; alguien dejó su cabeza sobre el árbol, y los cuervos han picoteado toda la carne.
—Una calavera, dices! Muy bien... ¿Cómo está atada a la rama? ¿Qué la sostiene?
—Seguramente, se sostiene bien; pero tendré que ver. ¡Ah! Es una cosa curiosa, palabra..., hay una clavo grueso clavado en esta calavera, que la retiene al árbol.
—Bueno; ahora, Júpiter, haz exactamente lo que voy a decirte. ¿Me oyes?
—Sí, massa.
—Fíjate bien, y luego busca el ojo izquierdo de la calavera.
—¡Hum! ¡Oh, esto sí que es bueno! No tiene ojo izquierdo ni por asomo.
—¡Maldita estupidez la tuya! ¿Sabes distinguir bien tu mano izquierda de tu mano derecha?
—Sí que lo sé, lo sé muy bien; mi mano izquierda es con la que parto la leña.
—¡Seguramente! eres zurdo. Y tu ojo izquierdo está del mismo lado de tu mano izquierda. Ahora supongo que podrás encontrar el ojo izquierdo de la calavera, o el sitio donde estaba ese ojo. ¿Lo has encontrado?
—¿El ojo izquierdo de la calavera está del mismo lado que la mano izquierda del cráneo también?... Porque la calavera no tiene mano alguna... ¡No importa! Ahora he encontrado el ojo izquierdo, ¡aquí está el ojo izquierdo! ¿Qué debo hacer ahora?
—Deja pasar por él el escarabajo, tan lejos como pueda llegar la cuerda; pero ten cuidado de no soltar la punta de la cuerda.
—Ya está hecho todo, massa Will; era cosa fácil hacer pasar el escarabajo por el agujero... Mírelo cómo baja.
Durante este coloquio, no podía verse ni la menor parte de Júpiter; pero el insecto que él dejaba caer aparecía ahora visible al extremo de la cuerda y brillaba, como una bola de oro bruñido a los últimos rayos del sol poniente, algunos de los cuales iluminaban todavía un poco la eminencia sobre la que estábamos colocados. El escarabajo, al descender, sobresalía visiblemente de las ramas, y si el negro le hubiese soltado, habría caído a nuestros pies. Legrand cogió enseguida la guadaña y despejó un espacio circular, de tres o cuatro yardas de diámetro, justo debajo del insecto. Una vez hecho esto, ordenó a Júpiter que soltase la cuerda y que bajase del árbol.
Con gran cuidado clavó mi amigo una estaca en la tierra sobre el lugar preciso donde había caído el insecto, y luego sacó de su bolsillo una cinta para medir. La ató por una punta al sitio del árbol que estaba más próximo a la estaca, la desenrolló hasta ésta y siguió desenrollándola en la dirección señalada por aquellos dos puntos —la estaca y el tronco—hasta una distancia de cincuenta pies; Júpiter limpiaba de zarzas el camino con la guadaña. En el sitio así encontrado clavó una segunda estaca, y, tomándola como centro, describió un tosco círculo de unos cuatro pies de diámetro, aproximadamente. Cogió entonces una de las azadas, dio la otra a Júpiter y la otra a mí, y nos pidió que cavásemos lo más deprisa posible.
A decir verdad, yo no había sentido nunca un especial agrado con semejante diversión, y en aquel momento preciso renunciaría a ella, pues la noche avanzaba, y me sentía muy fatigado con el ejercicio que hube de hacer; pero no veía modo alguno de escapar de aquello, y temía perturbar la ecuanimidad de mi pobre amigo con una negativa. De haber podido contar efectivamente con la ayuda de Júpiter no hubiese yo vacilado en llevar a la fuerza al lunático a su casa; pero conocía demasiado bien el carácter del viejo negro para esperar su ayuda en cualquier circunstancia, y más en el caso de una lucha personal con su amo. No dudaba yo que Legrand estaba contaminado por alguna de las innumerables supersticiones del Sur referentes a los tesoros escondidos, y que aquella fantasía hubiera sido confirmada por el hallazgo del escarabajo, o quizá por la obstinación de Júpiter en sostener que era un "escarabajo de oro de verdad". Una mentalidad predispuesta a la locura podía dejarse arrastrar por tales sugestiones, sobre todo si concordaban con sus ideas favoritas preconcebidas; y entonces recordé el discurso del Pobre muchacho referente al insecto que iba a ser \'\'el indicio de su fortuna". Por encima de todo ello me sentía enojado y perplejo; pero al final decidí hacer ley de la necesidad y cavar con buena voluntad para convencer lo antes posible al visionario con una prueba ocular, de la falacia de las opiniones que él mantenía.
Encendimos las linternas y nos entregamos a nuestra tarea con un celo digno de una causa más racional; y como la luz caía sobre nuestras personas y herramientas, no pude impedirme pensar en el grupo pintoresco que formábamos, y en que si algún intruso hubiese aparecido, por casualidad, en medio de nosotros, habría creído que realizábamos una labor muy extraña y sospechosa.
Cavamos con firmeza durante dos horas. Se oían pocas palabras, y nuestra molestia principal la causaban los ladridos del perro, que sentía un interés excesivo por nuestros trabajos. A la larga se puso tan alborotado, que temimos diese la alarma a algunos merodeadores de las cercanías, o más bien era el gran temor de Legrand, pues, por mi parte, me habría regocijado cualquier interrupción que me hubiera permitido hacer volver al vagabundo a su casa. Finalmente, fue acallado el alboroto por Júpiter, quien, lanzándose fuera del hoyo con un aire resuelto y furioso embozaló el hocico del animal con uno de sus tirantes y luego volvió a su tarea con una risita ahogada.
Cuando expiró el tiempo mencionado, el hoyo había alcanzado una profundidad de cinco pies, y aun así, no aparecía el menor indicio de tesoro. Hicimos una pausa general, y empecé a tener la esperanza de que la farsa tocaba a su fin. Legrand, sin embargo, aunque a todas luces muy desconcertado, se enjugó la frente con aire pensativo y volvió a empezar. Habíamos cavado el círculo entero de cuatro pies de diámetro, y ahora superamos un poco aquel límite y cavamos dos pies más. No apareció nada. El buscador de oro, por el que sentía yo una sincera compasión, saltó del hoyo al cabo, con la más amarga desilusión grabada en su cara, y se decidió, lenta y pesarosamente, a ponerse la chaqueta, que se había quitado al empezar su labor. En cuanto a mí, me guardé de hacer ninguna observación. Júpiter a una señal de su mano, comenzó a recoger las herramientas. Hecho esto, y una vez quitado el bozal al perro volvimos en un profundo silencio hacia la casa.
Habríamos dado acaso una docena de pasos, cuando, con un tremendo juramento, Legrand se arrojó sobre Júpiter y le agarró del cuello. El negro, atónito abrió los ojos y la boca en todo su tamaño, soltó las azadas y cayó de rodillas.
—¡Eres un bribón! —dijo Legrand, haciendo silbar las sílabas entre sus labios apretados—, ¡un malvado negro! ¡Habla, te digo! ¡Contéstame al instante y sin mentir! ¿Cuál es..., cuál es tu ojo izquierdo?
—¡Oh, misericordia, massa Will! ¿No es, seguramente, éste mi ojo izquierdo? —rugió, aterrorizado, Júpiter, poniendo su mano sobre el órgano derecho de su visión, y manteniéndola allí con la tenacidad de la desesperación, como si temiese que su amo fuese a arrancárselo.
—¡Lo sospechaba! ¡Lo sabía! ¡Hurra!—vociferó Legrand, soltando al negro y dando una serie de corvetas y cabriolas, ante el gran asombro de su criado, quien, alzándose sobre sus rodillas, miraba en silencio a su amo y a mí, a mí y a su amo.
—¡Vamos! Debemos volver —dijo éste— No está aún perdida la partida—y se encaminó de nuevo hacia el tulípero.
—Júpiter —dijo, cuando llegamos al píe del árbol—, ¡ven aquí! ¿Estaba la calavera clavada a la rama con la cara vuelta hacia fuera, o hacia la rama?
—La cara estaba vuelta hacia afuera, massa, así es que los cuervos han podido comerse muy bien los ojos, sin la menor dificultad.
—Bueno, entonces, ¿has dejado caer el insecto por este ojo o por este otro?
—y Legrand tocaba alternativamente los ojos de Júpiter.
—Por este ojo, massa, por el ojo izquierdo, exactamente como usted me dijo.
Y el negro volvió a señalar su ojo derecho.
Entonces mi amigo, en cuya locura veía yo, o me imaginaba ver, ciertos indicios de método, trasladó la estaca que marcaba el sitio donde había caído el insecto, unas tres pulgadas hacia el oeste de su primera posición. Colocando ahora la cinta de medir desde el punto más cercano del tronco hasta la estaca, como antes hiciera, y extendiéndola en línea recta a una distancia de cincuenta pies, donde señalaba la estaca, la alejó varias yardas del sitio donde habíamos estado cavando.
Alrededor del nuevo punto trazó ahora un círculo, un poco más ancho que el primero, y volvimos a manejar la azada. Estaba yo atrozmente cansado; pero, sin darme cuenta de lo que había ocasionado aquel cambio en mi pensamiento, no sentía ya gran aversión por aquel trabajo impuesto. Me interesaba de un modo inexplicable; más aún, me excitaba. Tal vez había en todo el extravagante comportamiento de Legrand cierto aire de presciencia, de deliberación, que me impresionaba. Cavaba con ardor, y de cuando en cuando me sorprendía buscando, por decirlo así, con los ojos movidos de un sentimiento que se parecía mucho a la espera, aquel tesoro imaginario, cuya visión había trastornado a mi infortunado compañero. En uno de esos momentos en que tales fantasías mentales se habían apoderado más a fondo de mí, y cuando llevábamos trabajando quizá una hora y media, fuimos de nuevo interrumpidos por los violentos ladridos del perro. Su inquietud, en el primer caso, era, sin duda, el resultado de un retozo o de un capricho; pero ahora asumía un tono más áspero y más serio. Cuando Júpiter se esforzaba por volver a ponerle un bozal, ofreció el animal una furiosa resistencia, y, saltando dentro del hoyo, se puso a cavar, frenético, con sus uñas. En unos segundos había dejado al descubierto una masa de osamentas humanas, formando dos esqueletos íntegros, mezclados con varios botones de metal y con algo que nos pareció ser lana podrida y polvorienta. Uno o dos azadonazos hicieron saltar la hoja de un ancho cuchillo español, y al cavar más surgieron a la luz tres o cuatro monedas de oro y de plata.
Al ver aquello, Júpiter no pudo apenas contener su alegría; pero la cara de su amo expresó una extraordinaria desilusión. Nos rogó, con todo, que continuásemos nuestros esfuerzos, y apenas había dicho aquellas palabras, tropecé y caí hacia adelante, al engancharse la punta de mi bota en una ancha argolla de hierro que yacía medio enterrada en la tierra blanda.
Nos pusimos a trabajar ahora con gran diligencia, y nunca he pasado diez minutos de más intensa excitación. Durante este intervalo desenterramos por completo un cofre oblongo de madera que, por su perfecta conservación y asombrosa dureza, había sido sometida a algún procedimiento de mineralización, acaso por obra del bicloruro de mercurio. Dicho cofre tenía tres pies y medio de largo, tres de ancho y dos y medio de profundidad. Estaba asegurado con firmeza por unos flejes de hierro forjado, remachados, y que formaban alrededor de una especie de enrejado. De cada lado del cofre, cerca de la tapa había tres argollas de hierro —seis en total—, por medio de las cuales, seis personas podían asirla Nuestros esfuerzos unidos sólo consiguieron moverlo ligeramente de su lecho. Vimos enseguida la imposibilidad de transportar un peso tan grande. Por fortuna, la tapa estaba sólo asegurada con dos tornillos movibles. Los sacamos, trémulos y palpitantes de ansiedad. En un instante, un tesoro de incalculable valor apareció refulgente ante nosotros. Los rayos de las linternas caían en el hoyo, haciendo brotar de un montón confuso de oro y de joyas destellos y brillos que cegaban del todo nuestros ojos.
No intentaré describir los sentimientos con que contemplaba aquello. El asombro, naturalmente, predominaba sobre los demás. Legrand parecía exhausto por la excitación, y no profirió más que algunas palabras. En cuanto a Júpiter, su rostro durante unos minutos adquirió la máxima palidez que puede tomar la cara de un negro en tales circunstancias. Parecía estupefacto, fulminado. Pronto cayó de rodillas en el hoyo, y hundiendo sus brazos hasta el codo en el oro, los dejó allí, como si gozase del placer de un baño. A la postre exclamó con un hondo suspiro, como en un monólogo:
—¡Y todo esto viene del escarabajo de oro! ¡Del pobre escarabajito, al que yo insultaba y calumniaba! ¿No te avergüenzas de ti mismo, negro? ¡Anda, contéstame!
Fue menester, por último, que despertase a ambos, al amo y al criado, ante la conveniencia de transportar el tesoro. Se hacía tarde y teníamos que desplegar cierta actividad, si queríamos que todo estuviese en seguridad antes del amanecer. No sabíamos qué determinación tomar, y perdimos mucho tiempo en deliberaciones de lo trastornadas que teníamos nuestras ideas. Por último, aligeramos de peso al cofre quitando las dos terceras partes de su contenido, y pudimos, en fin, no sin dificultad, sacarlo del hoyo. Los objetos que habíamos extraído fueron depositados entre las zarzas, bajo la custodia del perro, al que Júpiter ordenó que no se moviera de su puesto bajo ningún pretexto, y que no abriera la boca hasta nuestro regreso. Entonces nos pusimos presurosamente en camino con el cofre; llegamos sin accidente a la cabaña, aunque después de tremendas penalidades y a la una de la madrugada. Rendidos como estábamos, no hubiese habido naturaleza humana capaz de reanudar la tarea acto seguido. Permanecimos descansando hasta las dos; luego cenamos, y enseguida partimos hacia las colinas, provistos de tres grandes sacos que, por una suerte feliz, habíamos encontrado antes. Llegamos al filo de las cuatro a la fosa, nos repartimos el botín, con la mayor igualdad posible y dejando el hoyo sin tapar, volvimos hacia la cabaña, en la que depositamos por segunda vez nuestra carga de oro, a tiempo que los primeros débiles rayos del alba aparecían por encima de las copas de los árboles hacia el Este.
Estábamos completamente destrozados, pero la intensa excitación de aquel momento nos impidió todo reposo. Después de un agitado sueño de tres o cuatro horas de duración, nos levantamos, como si estuviéramos de acuerdo, para efectuar el examen de nuestro tesoro.
El cofre había sido llenado hasta los bordes, y empleamos el día entero y gran parte de la noche siguiente en escudriñar su contenido. No mostraba ningún orden o arreglo. Todo había sido amontonado allí, en confusión. Habiéndolo clasificado cuidadosamente, nos encontramos en posesión de una fortuna que superaba todo cuanto habíamos supuesto. En monedas había más de cuatrocientos cincuenta mil dólares, estimando el valor de las piezas con tanta exactitud como pudimos, por las tablas de cotización de la época. No había allí una sola partícula de plata. Todo era oro de una fecha muy antigua y de una gran variedad: monedas francesas, españolas y alemanas, con algunas guineas inglesas y varios discos de los que no habíamos visto antes ejemplar alguno. Había varias monedas muy grandes y pesadas pero tan desgastadas, que nos fue imposible descifrar sus inscripciones. No se encontraba allí ninguna americana. La valoración de las joyas presentó muchas más dificultades. Había diamantes, algunos de ellos muy finos y voluminosos, en total ciento diez, y ninguno pequeño; dieciocho rubíes de un notable brillo, trescientas diez esmeraldas hermosísimas, veintiún zafiros y un ópalo. Todas aquellas piedras habían sido arrancadas de sus monturas y arrojadas en revoltijo al interior del cofre. En cuanto a las monturas mismas, que clasificamos aparte del otro oro, parecían haber sido machacadas a martillazos para evitar cualquier identificación. Además de todo lo indicado, había una gran cantidad de adornos de oro macizo: cerca de doscientas sortijas y pendientes, de extraordinario grosor; ricas cadenas, en número de treinta, si no recuerdo mal; noventa y tres grandes y pesados crucifijos; cinco incensarios de oro de gran valía; una prodigiosa ponchera de oro, adornada con hojas de parra muy bien engastadas, y con figuras de bacantes; dos empuñaduras de espada exquisitamente repujadas, y otros muchos objetos más pequeños que no puedo recordar. El peso de todo ello excedía de las trescientas cincuenta libras avoirdupois, y en esta valoración no he incluido ciento noventa y siete relojes de oro soberbios, tres de los cuales valdrían cada uno quinientos dólares. Muchos eran viejísimos y desprovistos de valor como tales relojes: sus maquinarias habían sufrido más o menos de la corrosión de la tierra; pero todos estaban ricamente adornados con pedrerías, y las cajas eran de gran precio. Valoramos aquella noche el contenido total del cofre en un millón y medio de dólares, y cuando más tarde dispusimos de los dijes y joyas (quedándonos con algunos para nuestro uso personal), nos encontramos con que habíamos hecho una tasación muy por debajo del tesoro.
Cuando terminamos nuestro examen, y al propio tiempo se calmó un tanto aquella intensa excitación, Legrand, que me veía consumido de impaciencia por conocer la solución de aquel extraordinario enigma, entró a pleno detalle en las circunstancias relacionadas con él.
—Recordará usted —dijo— la noche en que le mostré el tosco bosquejo que había hecho del escarabajo. Recordará también que me molestó mucho el que insistiese en que mi dibujo se parecía a una calavera. Cuando hizo usted por primera vez su afirmación, creí que bromeaba; pero después pensé en las manchas especiales sobre el dorso del insecto, y reconocí en mi interior que su observación tenía en realidad, cierta ligera base. A pesar de todo, me irritó su burla respecto a mis facultades gráficas, pues estoy considerado como un buen artista, y por eso, cuando me tendió usted el trozo de pergamino, estuve a punto de estrujarlo y de arrojarlo, enojado, al fuego.
—Se refiere usted al trozo de papel —dije.
—No; aquello tenía el aspecto de papel, y al principio yo mismo supuse que lo era; pero, cuando quise dibujar sobre él, descubrí en seguida que era un trozo de pergamino muy viejo. Estaba todo sucio, como recordará. Bueno; cuando me disponía a estrujarlo, mis ojos cayeron sobre el esbozo que usted había examinado, y ya puede imaginarse mi asombro al percibir realmente la figura de una calavera en el sitio mismo donde había yo creído dibujar el insecto. Durante un momento me sentí demasiado atónito para pensar con sensatez. Sabía que mi esbozo era muy diferente en detalle de éste, aunque existiese cierta semejanza en el contorno general.
Cogí enseguida una vela y, sentándome al otro extremo de la habitación, me dediqué a un examen minucioso del pergamino. Dándole vueltas, Vi mi propio bosquejo sobre el reverso, ni más ni menos que como lo había hecho. Mi primera impresión fue entonces de simple sorpresa ante la notable semejanza efectiva del contorno; y resulta una coincidencia singular el hecho de aquella imagen, desconocida para mí, que ocupaba el otro lado del pergamino debajo mismo de mi dibujo del escarabajo, y de la calavera aquella que se parecía con tanta exactitud a dicho dibujo no sólo en el contorno, sino en el tamaño. Digo que la singularidad de aquella coincidencia me dejó pasmado durante un momento. Es éste el efecto habitual de tales coincidencias. La mente se esfuerza por establecer una relación —una ilación de causa y efecto—, y siendo incapaz de conseguirlo, sufrí una especie de parálisis pasajera. Pero cuando me recobré de aquel estupor, sentí surgir en mí poco a poco una convicción que me sobrecogió más aún que aquella coincidencia. Comencé a recordar de una manera clara y positiva que no había ningún dibujo sobre el pergamino cuando hice mi esbozo del escarabajo. Tuve la absoluta certeza de ello, pues me acordé de haberle dado vueltas a un lado y a otro buscando el sitio más limpio... Si la calavera hubiera estado allí, la habría yo visto, por supuesto. Existía allí un misterio que me sentía incapaz de explicar; pero desde aquel mismo momento me pareció ver brillar débilmente, en las más remotas y secretas cavidades de mi entendimiento, una especie de luciérnaga de la verdad de la cual nos había aportado la aventura de la última noche una prueba tan magnífica. Me levanté al punto, y guardando con cuidado el pergamino dejé toda reflexión ulterior para cuando pudiese estar solo.
En cuanto se marchó usted, y Júpiter estuvo profundamente dormido, me dediqué a un examen más metódico de la cuestión. En primer lugar, quise comprender de qué modo aquel pergamino estaba en mi poder. El sitio en que descubrimos el escarabajo se hallaba en la costa del continente, a una milla aproximada al este de la isla, pero a corta distancia sobre el nivel de la marea alta. Cuando le cogí, me pico con fuerza, haciendo que le soltase. Júpiter con su acostumbrada prudencia, antes de agarrar el insecto, que había volado hacia él, buscó a su alrededor una hoja o algo parecido con que apresarlo. En ese momento sus ojos, y también los míos, cayeron sobre el trozo de pergamino que supuse era un papel. Estaba medio sepultado en la arena, asomando una parte de él. Cerca del sitio donde lo encontramos vi los restos del casco de un gran barco, según me pareció. Aquellos restos de un naufragio debían de estar allí desde hacía mucho tiempo, pues apenas podía distinguirse su semejanza con la armazón de un barco.
Júpiter recogió, pues, el pergamino, envolvió en él al insecto y me lo entregó. Poco después volvimos a casa y encontramos al teniente G… Le enseñé el ejemplar y me rogó que le permitiese llevárselo al fuerte. Accedí a ello y se lo metió en el bolsillo de su chaleco sin el pergamino en que iba envuelto y que había conservado en la mano durante su examen. Quizá temió que cambiase de opinión y prefirió asegurar enseguida su presa; ya sabe usted que es un entusiasta de todo cuanto se relaciona con la historia natural. En aquel momento, sin darme cuenta de ello, debí de guardarme el pergamino en el bolsillo.
Recordará usted que cuando me senté ante la mesa a fin de hacer un bosquejo del insecto no encontré papel donde habitualmente se guarda. Miré en el cajón, y no lo encontré allí. Rebusqué mis bolsillos, esperando hallar en ellos alguna carta antigua, cuando mis dedos tocaron el pergamino. Le detallo a usted de un modo exacto cómo cayó en mi poder, pues las circunstancias me impresionaron con una fuerza especial.
Sin duda alguna, usted me creyó un soñador; pero yo había establecido ya una especie de conexión. Acababa de unir dos eslabones de una gran cadena. Allí había un barco que naufragó en la costa, y no lejos de aquel barco, un pergamino —no un papel— con una calavera pintada sobre él. Va usted, naturalmente, a preguntarme: ¿dónde está la relación? Le responderé que la calavera es el emblema muy conocido de los piratas. Llevan izado el pabellón con la calavera en todos sus combates.
Como le digo, era un trozo de pergamino, y no de papel. El pergamino es de una materia duradera casi indestructible. Rara vez se consignan sobre uno cuestiones de poca monta, ya que se adapta mucho peor que el papel a las simples necesidades del dibujo o de la escritura. Esta reflexión me indujo a pensar en algún significado, en algo que tenía relación con la calavera. No dejé tampoco de observar la forma del pergamino. Aunque una de las esquinas aparecía rota por algún accidente, podía verse bien que la forma original era oblonga. Se trataba precisamente de una de esas tiras que se escogen como memorándum, para apuntar algo que desea uno conservar largo tiempo y con cuidado.
—Pero —le interrumpí— dice usted que la calavera no estaba sobre el pergamino cuando dibujó el insecto. ¿Cómo, entonces, establece una relación entre el barco y la calavera, puesto que esta última, según su propio aserto, debe de haber sido dibujada (Dios únicamente sabe cómo y por quién) en algún período posterior a su apunte del escarabajo?
—¡Ah! Sobre eso gira todo el misterio, aunque he tenido, en comparación, poca dificultad en resolver ese extremo del secreto. Mi marcha era segura y no podía conducirme más que a un solo resultado. Razoné así, por ejemplo: al dibujar el escarabajo, no aparecía la calavera sobre el pergamino. Cuando terminé el dibujo, se lo di a usted y le observé con fijeza hasta que me lo devolvió. No era usted, por tanto, quien había dibujado la calavera, ni estaba allí presente nadie que hubiese podido hacerlo. No había sido, pues, realizado por un medio humano. Y, sin embargo, allí estaba.
En este momento de mis reflexiones, me dediqué a recordar, y recordé, en efecto, con entera exactitud, cada incidente ocurrido en el intervalo en cuestión. La temperatura era fría (¡oh raro y feliz accidente!) y el fuego llameaba en la chimenea. Había yo entrado en calor con el ejercicio y me senté junto a la mesa. Usted, empero, tenía vuelta su silla, muy cerca de la chimenea. En el momento justo de dejar el pergamino en su mano, y cuando iba usted a examinarlo, Wolf, el terranova, entró y saltó hacia sus hombros. Con su mano izquierda usted le acariciaba, intentando apartarle, cogiendo el pergamino con la derecha, entre sus rodillas y cerca del fuego. Hubo un instante en que creí que la llama iba a alcanzarlo, y me disponía a decírselo; pero antes de que hubiese yo hablado la retiró usted y se dedicó a examinarlo. Cuando hube considerado todos estos detalles, no dudé ni un segundo que aquel calor había sido el agente que hizo surgir a la luz sobre el pergamino la calavera cuyo contorno veía señalarse allí. Ya sabe que hay y ha habido en todo tiempo preparaciones químicas por medio de las cuales es posible escribir sobre papel o sobre vitela caracteres que así no resultan visibles hasta que son sometidos a la acción del fuego. Se emplea algunas veces el zafre, digerido en agua regia y diluido en cuatro veces su peso de agua; de ello se origina un tono verde. El régulo de cobalto, disuelto en espíritu de nitro, da el rojo. Estos colores desaparecen a intervalos más o menos largos, después que la materia sobre la cual se ha escrito se enfría, pero reaparecen a una nueva aplicación de calor.
Examiné entonces la calavera con toda meticulosidad. Los contornos —los más próximos al borde del pergamino— resultaban mucho más claros que los otros. Era evidente que la acción del calor había sido imperfecta o desigual. Encendí inmediatamente el fuego y sometí cada parte del pergamino al calor ardiente. Al principio no tuvo aquello más efecto que reforzar las líneas débiles de la calavera; pero, perseverando en el ensayo, se hizo visible, en la esquina de la tira diagonalmente opuesta al sitio donde estaba trazada la calavera, una figura que supuse de primera intención era la de una cabra. Un examen más atento, no obstante, me convenció de que habían intentado representar un cabritillo.
—¡Ja, ja! —exclamé—. No tengo, sin duda, derecho a burlarme de usted (un millón y medio de dólares es algo muy serio para tomarlo a broma). Pero no irá a establecer un tercer eslabón en su cadena; no querrá encontrar ninguna relación especial entre sus piratas y una cabra; los piratas, como sabe, no tienen nada que ver con las cabras; eso es cosa de los granjeros.
—Pero si acabo de decirle que la figura no era la de una cabra.
—Bueno; la de un cabritillo, entonces; viene a ser casi lo mismo.
—Casi, pero no del todo —dijo Legrand—. Debe usted de haber oído hablar de un tal capitán Kidd. Consideré enseguida la figura de ese animal como una especie de firma logogrífica o jeroglífica. Digo firma porque el sitio que ocupaba sobre el pergamino sugería esa idea. La calavera, en la esquina diagonal opuesta, tenía así el aspecto de un sello, de una estampilla. Pero me hallé dolorosamente desconcertado ante la ausencia de todo lo demás del cuerpo de mi imaginado documento, del texto de mi contexto.
—Supongo que esperaba usted encontrar una carta entre el sello y la firma.
—Algo por el estilo. El hecho es que me sentí irresistiblemente impresionado por el presentimiento de una buena fortuna inminente. No podría decir por qué. Tal vez, después de todo, era más bien un deseo que una verdadera creencia; pero ¿no sabe que las absurdas palabras de Júpiter, afirmando que el escarabajo era de oro macizo, hicieron un notable efecto sobre mi imaginación? Y luego, esa serie de accidentes y coincidencias era, en realidad, extraordinaria. ¿Observa usted lo que había de fortuito en que esos acontecimientos ocurriesen el único día del año en que ha hecho, ha podido hacer, el suficiente frío para necesitarse fuego, y que, sin ese fuego, o sin la intervención del perro en el preciso momento en que apareció, no habría podido yo enterarme de lo de la calavera, ni habría entrado nunca en posesión del tesoro?
—Pero continúe... Me consume la impaciencia.
—Bien; habrá usted oído hablar de muchas historias que corren, de esos mil vagos rumores acerca de tesoros enterrados en algún lugar de la costa del Atlántico por Kidd y sus compañeros. Esos rumores desde hace tanto tiempo y con tanta persistencia, ello se debía, a mi juicio, tan sólo a la circunstancia de que el tesoro enterrado permanecía enterrado. Si Kidd hubiese escondido su botín durante cierto tiempo y lo hubiera recuperado después, no habrían llegado tales rumores hasta nosotros en su invariable forma actual. Observe que esas historias giran todas alrededor de buscadores, no de descubridores de tesoros. Si el pirata hubiera recuperado su botín, el asunto habría terminado allí. Parecíame que algún accidente —por ejemplo, la pérdida de la nota que indicaba el lugar preciso— debía de haberle privado de los medios para recuperarlo, llegando ese accidente a conocimiento de sus compañeros, quienes, de otro modo, no hubiesen podido saber nunca que un tesoro había sido escondido y que con sus búsquedas infructuosas, por carecer de guía al intentar recuperarlo, dieron nacimiento primero a ese rumor, difundido universalmente por entonces, y a las noticias tan corrientes ahora. ¿Ha oído usted hablar de algún tesoro importante que haya sido desenterrado a lo largo de la costa?
—Nunca.
—Pues es muy notorio que Kidd los había acumulado inmensos. Daba yo así por supuesto que la tierra seguía guardándolos, y no le sorprenderá mucho si le digo que abrigaba una esperanza que aumentaba casi hasta la certeza: la de que el pergamino tan singularmente encontrado contenía la última indicación del lugar donde se depositaba.
—Pero ¿cómo procedió usted?
—Expuse de nuevo la vitela al fuego, después de haberlo avivado; pero no apareció nada. Pensé entonces que era posible que la capa de mugre tuviera que ver en aquel fracaso: por eso lavé con esmero el pergamino vertiendo agua caliente encima, y una vez hecho esto, lo coloqué en una cacerola de cobre, con la calavera hacia abajo, y puse la cacerola sobre una lumbre de carbón. A los pocos minutos estando ya la cacerola calentada a fondo, saqué la tira de pergamino, y fue inexpresable mi alegría al encontrarla manchada, en varios sitios, con signos que parecían cifras alineadas. Volví a colocarla en la cacerola, y la dejé allí otro minuto. Cuando la saqué, estaba enteramente igual a como va usted a verla