domingo, 25 de enero de 2009

Todo mi afecto puse en una ingrata

Todo mi afecto puse en una ingrata (Yaraví)

Todo mi afecto puse en una ingrata,
Y ella inconstante me llegó a olvidar.
Si así, si así se trataUn afecto sincero,
Amor, amor no quiero
No quiero más amar.
-
Juramos ser .yo suyo y ella mia
Yo cumplí, y ella no se acordó más,
Mayor, mayor falsía
Jamás hallar espero;
Amor, amor no quiero
,No quiero más amar.
-
Mí gloria fue otro tiempo su firmeza,
y hoy su inconstancia vil me hace penar,
Fuera, fuera bajeza
Que durara mi esmero;
Amor, amor no quiero,
No quiero más amar.

Mariano Melgar

domingo, 18 de enero de 2009

Rimas (II parte)

Rimas
XX
Sabe, si alguna vez tus labios rojos
quema invisible atmósfera abrasada,
que al alma que hablar puede con los ojos,
también puede besar con la mirada.

XXI
—¿Qué es poesía? —dices, mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul
—;¿Qué es poesía...? ¿Y tú me lo preguntas?
¡Poesía... eres tú!

XXIII
Por una mirada, un mundo,
por una sonrisa, un cielo,
por un beso... ¡yo no sé
que te diera por un beso!

Gustavo Adolfo Bécquer

sábado, 17 de enero de 2009

Rimas (I parte)

Rimas
XV
Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.

Yo voy por un camino; ella, por otro;
pero, al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: —¿Por qué callé aquel día?
Y ella dirá: —¿Por qué no lloré yo?

XVI
Los suspiros son aire y van al aire.
Las lágrimas son agua y van al mar.
Dime, mujer, cuando el amor se olvida,
¿sabes tú adónde va?

VIII
Hoy la tierra y los cielos me sonríen;
hoy llega al fondo de mi alma el sol;
hoy la he visto.., la he visto y me ha mirado...
¡Hoy creo en Dios!

Gustavo Adolfo Bécquer

miércoles, 14 de enero de 2009

Cuando me lo contaron...

Cuando me lo contaron...
Cuando me lo contaron sentí el frío
de una hoja de acero en las entrañas,
me apoyé contra el muro, y un instante
la conciencia perdí de donde estaba.

Cayó sobre mi espíritu la noche,
en ira y en piedad se anegó el alma,
¡y entonces comprendí por qué se llora!
¡y entonces comprendí por qué se mata!

Pasó la nube de dolor... con pena
logré balbucear breves palabras...
¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo...
Me hacía un gran favor... Le di las gracias.


Gustavo Adolfo Becquer

lunes, 12 de enero de 2009

Hasta la muerte

Hasta la muerte
Yo te adoro, mujer mas de tal suerte
que desearía, en mi pasión de fuego,
que se quedara todo el mundo ciego
para que sólo yo pudiera verte...

Si alguien se aceca a ti, pienso en la muerte;
si te mira alguien, al dolor me entrego,
y de los hombres y de DIos reniego
cuando pienso queal fin he de perderte...

¿Perderte? ¡Oh, no! ¡Rechazo esa creencia!
Mía fuiste -en la infancia todavía;
mía eres hoy, ya llena de experiencia,

y cuando llegue a mi muete el día,
te arrancré sin pena la existencia
para que seas, en la tumba ¡mía!

En: Hablemos de amor
Por: Federico Barreto

sábado, 10 de enero de 2009

Pensando en ti

Pensando en ti
Te amé con ansia desde el primer día.
Luego creció mi amor, y creció tanto,
que hoy mi propia pasión me causa espanto
Ya no es pasión... es loca idolatría!


Hierve mi sangre al ver tu lozanía,
rozarte, cuando pasas, es mi encanto...
¡Qué ventura más grande, cielo santo,
que ser tu esclavo y que llamarte mía!


Es tan hondo el amor que te profeso,
que el alma mía sin cesar te invoca...
¡Estoy bien mío, entre tus lazos preso!


Te he dado el alma porque a ti te toca:
la coloqué en una noche con un beso
sobre la flor de fuego de tu boca...


Federico Barreto

miércoles, 7 de enero de 2009

Masa

Masa
Al fin de la batalla,
y muerto ya el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: "No mueras, te amo tanto!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos y repitiéronle:
"No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: "¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: "¡Quédate, hermano!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vió el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar...


César Vallejo

Tema: el amor. La solidaridad humana
Poemario: España, aparta de mi este cáliz (1939)

martes, 6 de enero de 2009

Recomendación # 9 (II)

El Perfume.

VIII
Centenares de miles de fragancias parecieron perder todo su valor ante esta fragancia determinada. Se trataba del principio supremo, del modelo según el cual debía clasificar todos los demás. Era la belleza pura.
Grenouille vio con claridad que su vida ya no tenía sentido sin la posesión de estas fragancia. Debía conocerla con todas sus particularidades, hasta el más íntimo y sutil de sus pormenores para él. Quería grabar el apoteósico perfume como con un troquel en la negrura confusa de su alma, investigarlo exhaustivamente y en lo sucesivo sólo pensar, vivir y oler de acuerdo con las estructuras internas de esta fórmula mágica.
Se fue acercando despacio a la muchacha, aproximándose más y más hasta que estuvo bajo el tejadillo, a un paso detrás de ella. La muchacha no le oyó.
Tenía cabellos rojizos y llevaba un vestido gris sin mangas. Sus bazos eran muy blancos y las manos amarillas por el jugo de las ciruelas partidas. Grenouille se inclinó sobre ella y aspiró su fragancia, ahora totalmente desprovista de mezclas, tal como emanaba de su nuca, de sus cabellos y del escote y se dejó invadir por ella como por una ligera brisa. Jamás había sentido un bienestar semejante. En cambio, la muchacha sintió frío.

No veía a Grenouille, pero experimentó cierta inquietud y un singular estremecimiento, como sorprendida de repente por el viejo temor ya olvidado. Le pareció sentir una corriente fría en la nuca, como i alguien hubiera abierto la puerta de un sótano inmenso y helado. Dejó el cuchillo, se llevó los brazos al pecho y se volvió.

El susto de verle la dejó pasmada, por lo que él dispuso de mucho tiempo para rodearle el cuello con las manos. La muchacha no intentó gritar, o se movió, no hizo ningún gesto de rechazo y él, por su parte, no la miró. No vio su bonito ostro salpicado de pecas, los labios rojos, los grandes ojos verdes y centellantes, porque mantuvo bien cerrados los propios mientras la estrangulaba, dominado por una única preocupación: no perderse absolutamente nada de su fragancia.

Cuando estuvo muerta, la tendió en el suelo ente los husos de ciruela, le desgarró el vestido y la fragancia se convirtió en torrente que le inundó con su aroma. Apretó la cara contra su piel y la pasó, con las ventanas de la nariz esponjadas, por su vientre, pecho, garganta, rostro, cabellos y otra vez por el vientre hasta el sexo, los muslos y las blancas pantorrillas. La olfateó desde la cabeza hasta la punta de los pies, recogiendo los últimos restos de su fragancia en la barbilla, en el ombligo y en el hueco del codo.

Cuando la hubo olido hasta marchitarla por completo, permaneció todavía un ato a su lado en cuclillas para sobreponerse, porque estaba saturado de ella. No quería derramar nada de su perfume y ante todo tenía que dejar bien cerrados los mamparos de su interior. Después se levantó y apagó la vela de un soplo.
(…)
Tenía la impresión de haber nacido por segunda vez, no, no por segunda, sino por primera vez, ya que hasta la fecha había existido como un animal, con sólo una nebulosa conciencia de sí mismo. En cambio, hoy le parecía saber por fin quién era en realidad: nada menos que un genio; y que su vida tenía un sentido, una meta y un alto destino: nada menos que el de revolucionar el mundo de los olores; y que sólo él en todo el mundo poseía todos los medios para ello: a saber, su exquisita nariz, su memoria fenomenal y, lo más importante de todo, la excepcional fragancia de esta muchacha de la Rue des Marais en cuya fórmula mágica figuraba todo lo que componía una gran fragancia, un perfume: delicadeza, fuerza, duración, variedad y una belleza abrumadora e irresistible. Había encontrado la brújula de su vida futura. Y como todos los monstruos geniales ante quienes un acontecimiento externo abre una vía recta en la espiral caótica de sus almas, Grenouille ya no se apartó e lo que él creía haber reconocido como la dirección de su destino. Ahora vio con claridad por qué se aferraba a la vida con tanta determinación y terquedad: tenía que ser un creador de perfumes. Y no uno cualquiera, sino el perfumista más grande de todos los tiempos…


de Patrick Süskind

lunes, 5 de enero de 2009

Recomendación # 9 (I)

El Perfume.
Y para la intriga....

I
En el siglo XVIII vivió en Francia uno de los hombres mas geniales y abominables de una época donde no escasearon los hombres abominables y geniales.

II
(...) Un niño de pecho no es un ser humano, sólo un proyecto y aún no tiene el alma formada del todo.(...)

IV
(...)Para el alma no necesitaba nada. La seguridad del hogar, la entrega, la ternura, el amor—o como se llamaran las cosas consideradas necesarias para un niño—eran totalmente superfluas para el niño Grenouille. Casi afirmaríamos que él mismo las había convertido en superfluas desde el principio, a fin de poder sobrevivir. (…)
En aquel momento habría podido elegir la segunda posibilidad que se le ofrecía, callar y recorrer el camino del nacimiento a la muerte sin el desvío de la vida, ahorrando con ello muchas calamidades a sí mismo y al mundo, pero tan prudente decisión habría requerido un mínimo de generosidad innata y Grenouille no la poseía. Fue un monstruo desde el principio. Eligió la vida por pura obstinación y por pura maldad.
(…)
Igual que una garrapata era el niño Grenouille. Vivía encerrado en sí mismo como una cápsula y esperaba mejores tiempos. (…)
Cuando creció un poco, abandonaron los intentos de asesinarlo. Se habían convencido de que era indestructible.
(…)
Le molestaba su presencia, simplemente. No podían percibir su olor. Le tenían miedo.

V
(...)Y no obstante, visto e manera objetiva, no tenía nada que inspirase miedo. (…)
Al cabo de mucho rato, tal vez media hora, vomitó la palabra “madera”, la arrojó por la boca como si estuviera lleno de madera hasta las orejas, como si pugnara por salir de su garganta después de invadirle la barriga, el cuello y la nariz. (…)
Así aprendió a hablar. Las palabras que no designaban un objeto oloroso, o sea, los conceptos abstractos, ante todo de índole ética y moral, le presentaban serias dificultades. No podía retenerlas, las confundía entre sí, las usaba, incluso d adulto, a la fuerza y muchas veces impropiamente: justicia, conciencia, Dios, alegría, responsabilidad, humildad, gratitud, etcétera, expresaban ideas enigmáticas para él.

de Patrick Süskindric

Sofía se escribe con S XVI

Suicidio
Suicidio, suicidarse, pensar en. ¿Quién alguna vez no lo ha hecho? ¿Quién no ha deseado tener el valor de hacerlo? ¿Quién no desearía poder haberlo hecho en ese preciso momento, cuando en realidad pudiste hacerlo? No lo nieguen, aunque sea por una milésima de segundo la idea a cruzado por cualquier mente. ¿A quién no? Es algo tan natural, el ser humano por el simple hecho de serlo tendrá la manía, por decirlo así, de creerse Dios y querer acabar con su vida o con la de los demás. Pero eso no es del todo importante, esas preguntas no son “las preguntas”, o por lo menos para Sofía no lo eran, pues por qué tendría que importarle el resto o lo que los demás pensarán si ellos no se preocupaban por ella. La pregunta clave para Sofía era, ¿Por qué no hacerlo? ¿Por qué no suicidarse y acabar con todo? ¿Por qué no morir y ser feliz, en vez de seguir subsistiendo, viviendo y ser tan infeliz…?

Era tarde, dos horas habían transcurrido desde la última vez que supo del tiempo. 9 p.m.; todo seguía exactamente igual, silencio, nadie en casa excepto Sofía y Simón, pasando el rato o intentando hacerlo, no sé de palabra que describa lo que sucedía en esos momentos, ¿aburrimiento? Simón cambiaba y cambiaba los canales de la televisión, buscando algo que ver que sea agradable o entretenido. Sofía era un completo zombi…
“¿Quieres comer algo, Sofía? -No sé. -¿No sabes si tienes hambre o no? -Me da lo mismo. -¿Puedo comer algo yo? -Como quieras… -¿Está todo donde siempre? -Sí."
Simón se preguntaba una y otra vez el por qué estaba allí, que estaba haciendo, el por qué molestarse en tratar de hablar con una persona que no quería hacerlo y el por qué no se iba de una vez… A veces, Sofía puede llegar a ser una verdadera molestia, aunque quizá no sea del todo su culpa, “son factores externos”; decía Simón. Aunque para él Sebastián era alguien más, le daba lo mismo si existiera o no. Pero cómo le gustaría ser Sebastián o parecerse tan solo un poco más, pues a quién no le gustaría que alguien viviese así por ti como lo hacía Sofía por Sebastián. Si él fuera Sebastián… qué no haría por ella, pensaba. No la trataría así, no la haría sufrir, no se alejaría de ella. Pero él no es Sebastián y trataba de hacer lo más que podía como Simón. Y aunque él no lo creyera, podía hacer maravillas con tan solo ser Simón.


Sofía, la zombi. Sofía separada en dos: cuerpo y mente. Lo había logrado, después de mucho, estaba muerta en vida. “Oh! Felicidad Absoluta, te encontré”. Podría estar así por siempre. Su cuerpo envejeciendo lentamente, muriendo poco a poco, vacío, sin alma, esperando el final mientras su mente vagaba por su verdadera realidad, lo que ella siempre había soñado, su perfecto sueño, su mundo, su universo, un lugar donde podría ser realmente feliz, donde tenía todo lo que deseaba…
Y Sofía danzaba y cantaba feliz…. “Y va a venir…y va a venir….pronto va a venir…
Y Sofía habla sola, ella pregunta y ella responde. Piensa. “Quién va a venir? ¿a quién espero?....mientras la muchacha que era Sofía seguía danzando y cantando… “Va a venir Sebastián…”, con su patética voz de niña pequeña y alegre que espera por alguien que quizá nunca llegue.
-¿Por qué voy a esperar a alguien que se supone que está dentro de mi sueño, por qué… Sebastián está aquí, ¿verdad? -¿Dónde está Sebastián?- ¿Dónde está? -¿Dónde está Simón? -A mi lado. -¿A tu lado, dónde? -A mi lado. -Al lado de tu cuerpo. -¿Simón, verdad que estás conmigo? ¿Simón?
Y la niña Sofía seguía danzando y cantando, sonriendo cómo si todo estuviera bien; mientras la verdad Sofía estaba flotando en un mundo, que después de todo no era su mundo, dándose cuenta de lo que sola que estaba. Sofía podría imaginarse a miles de personas a su lado, pero ninguna de ellas le prestaría atención, pues el deseo de Sofía era que todos sean felices y ella no estaba en el “plan de felicidad absoluta” de los demás. Estaba completamente sola, viviendo en un mundo donde ni Simón, ni Sebastián existían. Entonces para qué vivir…

Retomando…
Y Simón a su lado, viendo televisión. Sofía despertó e ideó un plan. Ya lo había pensando antes, cuando Sebastián la abandonó. Aquel plan no era del todo original, lo había soñado y parte de aquel serviría en este; aunque no hay comparación en lo que era aquel plan con este plan maestro; tendría que ser la mejor actriz del mundo, algo que ya era obviamente, pero esta vez tenía que serlo más. Toda su vida era una mentira y quería dejar de mentir; pero para cumplir con su cometido y ser feliz tendría que hacerlo un par de veces más.

Sofía que estás…” Simón no tuvo tiempo de reaccionar, ni de pensar, respirar o cualquier otra cosa; cuando por fin reaccionó sus labios estaban sobre los de Sofía o mejor dicho los labios de Sofía estaba sobre los suyos. Sofía estaba sobre él. Ella estaba besándolo, algo que ni siquiera podía merecer, algo anteriormente inimaginable para él.
Sofía se apartó y lo miró por un momento pensando, luego le sonrió esperando a que el dijera o comentara alguna cosa.
¿Y por qué eso?”, dijo al fin Simón. “¿Por qué no? Tenía ganas de hacerlo, y sé que tu también, quizá mas que yo; pero eso es algo que solo puedes decir tú” Ella tenía razón y él lo sabía. “Y ahora, ¿qué?”, pensó Simón. Pero Sofía ya sabía que hacer y que decir. Ella miró el reloj de la pared de la sala, esperando que el tiempo la ayude con su plan. Y cómo nunca el tiempo estaba de su parte.
Sofía hizo una mueca de preocupación demasiado exagerada como para que la viera Simón.
-¿Qué pasa Sofía? -Nada, solo que es tarde y en cualquier momento pueden llegar mis padres. -Entonces, me voy, no quiero incomodar. -Pero mañana regresarás, ¿verdad?” Sofía sabía cómo pedirle las cosas a Simón. Sofía y sus pucheros. “-Sí, mañana regreso no te preocupes”. Simón sonreía contentísimo por el mañana que Sofía anunciaba, qué sería mejor que lo que acababa de pasar, se preguntaba. “Entonces, nos vemos Simón”, sonría falsamente Sofía mientras lo acompañaba a la puerta. Le dio un dulce beso en los labios y se despidieron soñando con el mañana. Sofía cerró la puerta, suspiró. Por fin acaba la sucia treta, cerró los ojos respaldándose en la puerta… todo salía tan bien, perfecto.
Se centró en su plan, recordándolo paso a paso… no tenía que ceñirse al plan original de su sueño, pues algunas cosas no eran del todo similar a aquel, no vivía en un departamento, es decir, de esa forma imposible. Luego pensó en pastillas, pero no sabía tomarlas. Ahorcarse era demasiado macabro. Sólo sabía una forma de llegar a su cometido. Sangre, perderla de la única forma que sabía. Simón se había creído el cuento, Sebastián no iba a por ella y no iba a llegar jamás; de todos modos nunca estuvo cuando lo necesitaba, por qué iba a estarlo ahora… y regresaba a su pensamiento Simón. “El no tiene por qué sufrir todo lo que yo… Es irónico pensar que para él yo soy la persona más importante y que casi lo estoy tratando como Sebastián lo hace conmigo, con la diferencia que a Simón yo le atraigo de una forma que no me atrae Sebastián y que yo no soy tan cruel como él, pues por lo menos trato de demostrarle a Simón que aunque no la persona más importante para mi, me importa demasiado como para hacer cualquier cosa con tal de que esté bien y feliz.”. Sofía le daba vueltas una y otra vez… “¿Por qué no hacerlo?" ¿Por qué no morir de una vez por todas? Nadie la iba a extrañar. Nadie podía detenerla, Sofía sonrió, estaba terminando de planear su suicidio.

domingo, 4 de enero de 2009

LXXV

LXXV
Estáis muertos.

Qué extraña manera de estarse muertos. Quienquiera
diría no lo estáis. Pero, en verdad, estáis muertos, muertos.

Flotáis nadamente detrás de aquesa membrana que,
péndula del zenit al nadir, viene y va de crepúsculo a cre-
púsculo, vibrando ante la sonora caja de una herida que a
vosotros no os duele. Os digo, pues, que la vida está en el
espejo, y que vosotros sois el original, la muerte.

Mientras la onda va, mientras la onda viene, cuán im-
punemente se está uno muerto. Sólo cuando las aguas se
quebrantan en los bordes enfrentados y se doblan y do-
blan, entonces os transfiguráis y creyendo morir, percibís
la sexta cuerda que ya no es vuestra.

Estáis muertos, no habiendo antes vivido jamás.
Quienquiera diría que, no siendo ahora, en otro tiempo
fuisteis. Pero, en verdad, vosotros sois los cadáveres
de una vida que nunca fue. Triste destino el no haber sido
muertos siempre. El ser hoja seca sin haber sido verde
jamás. Orfandad de orfandades.

Y sinembargo, los muertos no son, no pueden ser cadá-
veres de una vida que todavía no han vivido. Ellos murie-
ron siempre de vida.

Estáis muertos.

César Vallejo
Mi poema favorito, uno de los tantos (ya que solo subo los favoritos..jeje), es un poema existencial donde se plantea un contraste entre la vida y la existencia. EL poeta critica los fundamentos de una vida monótona y trivial... "una muerte en vida". El otro modo de vivir auténticamente será simplemente existir.

sábado, 3 de enero de 2009

XXXII

XXXII
999 calorías.
Rumbbb.....Trrraprrr rrach... chaz
Serpentínica u del bizcochero
engifarada al tímpano.

Quién como los hielos. Pero no.
Quién como lo que va ni más ni menos.
Quién como el justo medio.

1000 calorías
Azulea y ríe su gran cachaza
el firmamento gringo. Baja
el sol empavado y le alborota los cascos
al mas frío.

Remeda al cuco; Roooooooeeeeeis.....
tierno autocarril, movil de sed,
que corre hasta la playa.

Aire,aire. Hielo!
Si al menos el calor (-----------Mejor
--------------------------no digo nada.
Y hasta la misma pluma
con que escribo por último se troncha.

Treinta y tres trillones trescientas treinta
y tres calorías.

César Vallejo

viernes, 2 de enero de 2009

Espergesia

Espergesia
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,
que soy malo; y no saben
del Diciembre de ese Enero.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.
Yo nací un día

que Díos estuvo enfermo.

Hermano, escucha, escucha...
Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.
Pues yo nací un día

que Díos estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,
que mastico... Y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de féretro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto.

Todos saben... Y no saben
que la Luz es tísica,
y la Sombra gorda...
Y no saben que el Misterio sintetiza...
que él es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave.

César Vallejo




Temas: Relación con lo divino, dolor de la esencia humana.
Presenta al ser humano como un sujeto rebelde que despierta a la vida cuando lo divino experimenta un ocaso en su exitencia; lo divino es humanizado, pues también enferma. Pero la condición del poeta sin relacionarse con Dios es la de esta conciente de su soledad en el mundo: de ahí la angustia.

jueves, 1 de enero de 2009

El poeta a su amada

El poeta a su amada
Amada, en esta noche tú te has crucificado
sobre los dos maderos curvados de mi beso,
y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado,
y que hay un viernesanto más dulce que ese beso.

En esta noche rara en que tanto me has mirado,
la Muerte ha estado alegre y ha cantado en su hueso.
En esta noche de setiembre se ha oficiado
mi segunda caída y el más humano beso.

Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos;
se irá secando a pausas nuestra excelsa amargura;
y habrán tocado a sombra nuestros labios difuntos.
Y ya no habrán reproches en tus ojos benditos;
ni volveré a ofenderte. Y en una sepultura
los dos nos dormiremos, como dos hermanitos.

César Vallejo, 1918