sábado, 31 de mayo de 2008

Carta desde tu puerta II

No sé cuándo comenzó todo. Supongo que simplemente estalló algo, se descolocó y no se ha vuelto a recomponer como es debido. Te miro y siento que no sé si mis ojos se dispersan contemplándote, sentada a un lado de tu cama, o mi cabeza se está moviendo sola. Sólo sé que algo dentro de mí dice “no lo beses”. Se te ve tan tranquilo, tan inocente. Los ojos cerrados, sin tu mueca de conquistador ni esos ojos oscuros leyéndome como si fuera un libro abierto. Ahora estás dormido, o eso parece, con la cabeza apoyada en mí. ¿Notas que te estoy acariciando? Seguro que no. Quizás te imagines a alguna otra chica que lo haga en vez de mí. Incluso al verte lo único que ha conseguido que me quedase quieta y desistiera de seguir clavada en el sitio ha sido pensar en tu club de fans que te espera en cuanto te levantes. Maldita sea. Joder. Yo buscaba a alguien normal ¿sabías? A un buen chico, a un chico que no jugase conmigo, que me quisiera por como soy. ¿Por qué tú entonces, eh? Eres un ligón, da igual lo que digas, lo eres, no me mientas. Te gusta jugar con las chicas y cuanto más notas que les gustas más se amplía tu sonrisa y acabo descubriendo que ninguna de ellas en realidad te interesa. Mierdas, tío. ¿Qué es eso de ir siempre de casanova? ¿Cómo puedes gustarme? Yo sólo quiero a alguien como yo, que ligue cuando le apetece, o cuando está en contra del mundo. No es que no sepa de ligues. Beso muy bien, ya me lo dicen, pero pierdo el interés la mayoría de las veces, porque no suelen gustarme de verdad a quienes acabo encontrando. Una vez encontré a alguien que sí merecía la pena y desde entonces no he vuelto a sentir nada parecido. ¿Y ahora me gustas tú, de la misma manera? Tiene que ser una broma. No os parecéis en nada. Él me entendía, aunque tú ahora también. Él estaba ahí cuando las cosas se torcían, como tú estuviste cuando creí que me quedaba sola en el mundo. Él me hacía sonreír y sentir que todo lo que yo era ganaba con mucho a todas las demás. Algunas veces pienso si cuando me abrazas de repente o me coges de la mano como si fuésemos algo más es tu forma de decirlo. Él me respetaba y me daba los mejores consejos que he llegado a oír en boca de nadie. Tú pareces competir con él ahora, jamás creí que fueses así. Lo siento, mi niño, soy tu mejor amiga y no me reconozco. Me he vuelto algo horrible, un saco de celos, de dudas. ¿Por qué no intentas moderar tus gestos? Supongo que si no me abrazases, si no me dejases hacerte tantas carantoñas se me pasaría. Suele pasar así con los demás, tú no tienes por qué ser distinto. No entiendo nada, ¿sabes que me gustas? ¿Lo sabes? ... ¿Por qué?

sábado, 17 de mayo de 2008

Carta desde tu puerta

Carta desde tu puerta

Tranquilo. Iré deprisa. No te molestes en saltarte párrafos porque sólo será en uno.Hoy me he despertado con la cabeza mareada. Supongo que no es agradable tener que pasarme horas y horas en un autobús esperando a volver a la rutina, pero es lo que hay. Hace unos días, cuando llegué, creí que podría romperla, que había traído en mi maleta el valor suficiente para decírtelo de una vez. Pero no fue así y ahora, desde mi ordenador, espero hasta dentro de unos meses, cuando nos volvamos a ver. No es que esté obsesionada, ni celosa, ni nada. Sólo que me estoy empezando a cansar, siento que mi cabeza va a dejar de dar vueltas y ocurrirá algo que no deseo. Ojala pudiese decírtelo sin tapujos, sin terminar la frase con un “era broma” por miedo a cómo reaccionarías. Pero es que ya no puedo más. Me ahogo sólo con pensar en todas las veces que hemos estado juntos y me he vuelto a morder el labio al verte con otra, porque siempre hay otra. Porque aunque estemos siempre los dos, siempre hay un móvil que me recuerda que no eres mío, que eres de una chica mucho más bonita e interesante que yo. Sé que es subestimarme, eso dicen quienes considero mis amigas, pero tampoco puedo subestimarte. Hemos sido amigos lo suficiente para conocer a más de un batallón de féminas que te han rodeado con sus brazos, que te han besado en la mejilla y han pensado en aproximarse más a tus labios. Yo me reí de ellas desde mi hueco, desde mi sitio entre tus verdaderos amigos y creí que si alguna vez me ocurriese a mí lo vería venir y huiría de alguien que no me mereciera. Pero al contrario que ellas, yo te conozco. Sé qué te da miedo, sé que buscas alguien increíble y todo parece estar ya estandarizado bajo una capa tan gruesa que cuando te das cuenta de cómo es la persona sólo puedes cerrar los ojos esperando que esa capa vuelva a componerse. Lo explico así porque soy ingeniera y tú eres químico. Una vez me dijiste que el amor no existe, que son hormonas que reaccionan por un estímulo. ¿Alguna vez pensaste que eso podría pasarme a mí? ¿Yo, que siempre fui la pequeña monjita que sólo ligaba a tus espaldas? Sigo haciéndolo, sigo buscando algo que merezca la pena y no lo encuentro. Tú siempre me diste ese buen consejo y lo he seguido al pie de la letra, sin desanimarme, sin llorar porque las cosas tornaron a peor, sin mostrar mi miedo a no encontrarle. Y ahí siempre estabas tú, dándome apoyo y creyéndote todo cuanto podías tus propias palabras. A pesar de ello, las chicas que escogiste y escoges no cumplen esos preceptos. Te entiendo, me pasa lo mismo. No quiero verlo hasta que la neblina del enamoramiento se despeja. Y cuando se despeja continúa la búsqueda, a toda velocidad, buscando a la desesperada porque el siguiente será el verdadero. Contigo esa neblina también apareció, y aún no se ha ido. Algunas veces las nubes forman tormenta y otras veces los rayos de sol la traspasan cuando me abrazas. No sé hasta cuando tuve que negar lo mucho que me importabas. ¿Cuándo llegué a esto? ¿A pensar en ti tantas horas al día sin ningún pretexto? Creo que algún día lo descubrirás y eso me asusta, porque no creo estar preparada para ver tu cara, para ver cómo me preguntas si es verdad. Siempre he tenido miedo de arriesgarme demasiado, quizás porque siempre me he llevado tortas y ya soy tan prudente en sentimientos como una estatua. No quiero serlo, pero es en lo que me he convertido. En ser un adorno entre las chicas que se te acercan, sonrientes, con ese maquillaje perfecto. Mis amigas me aconsejan darte celos, abrirte los ojos aunque sea de ese modo tan radical. Yo no lo veo, no quiero verlo. ¿Cómo explicaría entonces todo lo que me salta a la mente cuando te veo, si a la primera noche en verte después de dos meses me voy con otro? Quizás así la estatua se convierta en un monumento inalcanzable o quizás se vuelva algo extraño para ti, igual que si yo fuese un espectador de esa escena me sentiría aturdida. ¿Por qué no puedes verme? Siempre estaré ahí. Debería decirlo pero no tengo fuerzas. Estoy cansada de verte tan lejos y estirar el brazos cogiendo aire, la neblina que siempre me acompaña da igual donde esté. Lejos o a tu lado

Por:
Lyan Shadows del foro VLM

jueves, 15 de mayo de 2008

Tristia

TRISTITIA
Mi infancia que fue dulce, serena, triste y sola
se deslizó en la paz de una aldea lejana,
entre el manso rumor con que muere una ola
y el tañer doloroso de una vieja campana.

Dábame el mar la nota de su melancolía;
el cielo, la serena quietud de su belleza,
los besos de mi madre una dulce alegría
y la muerte del sol una vaga tristeza.

En la mañana azul, al despertar, sentía
el canto de las olas como una melodía
y luego el soplo denso, perfumado del mar.

Lo que él me dijera, aún en mi alma persiste;
mi padre era callado y mi madre era triste
y la alegría nadie me la supo enseñar...

Abraham Valdelomar

sábado, 10 de mayo de 2008

Versos Sencillos X

Versos Sencillos X
El alma trémula y sola
Padece al anochecer:
Hay baile; vamos a ver
La bailarina española.

Han hecho bien en quitar
El banderón de la acera;
Porque si está la bandera,
No sé, yo no puedo entrar.

Ya llega la bailarina:
Soberbia y pálida llega:
¿Cómo dicen que es gallega?
Pues dicen mal: es divina.

Lleva un sombrero torero
Y una capa carmesí:
¡Lo mismo que un alelí
Que se pusiese un sombrero!

Se ve, de paso, la ceja,
Ceja de mora traidora:
Y la mirada, de mora:
Y como nieve la oreja.

Preludian, bajan la luz,
Y sale en bata y mantón,
La virgen de la Asunción
Bailando un baile andaluz.

Alza, retando, la frente;
Crúzase al hombro la manta:
En arco el brazo levanta:
Mueve despacio el pie ardiente.

Repica con los tacones
El tablado zalamera,
Como si la table fuera
Tablado de corazones.

Y va el convite creciendo
En las llamas de los ojos,
Y el manto de flecos rojos
Se va en el aire meciendo.

Súbito, de un salto arranca:
Húrtase, se quiebra, gira:
Abre en dos la cachemira,
Ofrece la bata blanca.

El cuerpo cede y ondea;
La boca abierta provoca;
Es una rosa la boca:
Lentamente taconea.

Recoge, de un débil giro,
El manto de flecos rojos:
Se va, cerrando los ojos,
Se va, como en un suspiro...

Baila muy bien la española,
Es blanco y rojo el mantón:
¡Vuelve, fosca, a su rincón
El alma trémula y sola
José Martí