viernes, 19 de septiembre de 2008

El día que me quieras

El día que me quieras
El día que me quieras tendrá más luz que junio;
la noche que me quieras será de plenilunio,
con notas de Beethoven vibrando en cada rayo
sus inefables cosas,
y habrá juntas más rosas
que en todo el mes de mayo.

Las fuentes cristalinas
irán por las laderas
saltando cristalinas
el día que me quieras.

El día que me quieras, los sotos escondidos
resonarán arpegios nunca jamás oídos.
Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras
que hubo y habrá en el mundo serán cuando me quieras.

Cogidas de la mano cual rubias hermanitas,
luciendo golas cándidas, irán las margaritas
por montes y praderas,
delante de tus pasos, el día que me quieras…

Y si deshojas una, te dirá su inocente
postrer pétalo blanco: ¡Apasionadamente!
Al reventar el alba del día que me quieras,
tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras,
y en el estanque, nido de gérmenes ignotos,
florecerán las místicas corolas de los lotos.

El día que me quieras será cada celajeala maravillosa; cada arrebol, mirajede “Las Mil y una Noches”; cada brisa un cantar,
cada árbol una lira, cada monte un altar.
El día que me quieras, para nosotros dos
cabrá en un solo beso la beatitud de Dios

Amado Nervo

jueves, 11 de septiembre de 2008

Poema 15

Poema 15
Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto

Pablo Neruda

martes, 9 de septiembre de 2008

Romance de la condesita

Romance de la condesita
Grandes guerras se publican
en la tierra y en el mar,
y al conde Flores le nombran
por capitán general.

Lloraba la condesita,
no se puede consolar;
acaban de ser casados,
y se tienen que apartar:
—¿Cuántos días, cuántos meses,
piensas estar por allá?
—Deja los meses, condesa,
por años debes contar;
si a los tres años no vuelvo,
viuda te puedes llamar.

Pasan los tres y los cuatro,
nuevas del conde no hay;
ojos de la condesita
no cesaban de llorar.
Un día estando a la mesa,
su padre le empieza a hablar:
—Cartas del conde no llegan,
nueva vida tomarás;
condes y duques te piden,
te debes, hija, casar.
—Carta en mi corazón tengo
que don Flores vivo está.
No lo quiera Dios del cielo
que yo me vuelva a casar.

Dame licencia, mi padre,
para ir el Conde a buscar.
—La licencia tienes, hija,
mi bendición además.

Se retiró a su aposento
llora que te llorarás;
se quitó medias de seda,
de lana las fue a calzar;
dejó zapatos de raso,
los puso de cordobán;
un brial de seda verde,
que valía una ciudad,
y encima del brial puso
un hábito de sayal;
esportilla de romera
sobre el hombro se echó atrás;
cogió el bordón en la mano,
y se fue a peregrinar.

Anduvo siete reinados,
morería y cristiandad;
anduvo por mar y tierra,
no pudo al conde encontrar;
que ya no puede andar más.
Subió a un puerto, miró al valle,
un castillo vio asomar:
—Si aquel castillo es de moros,
allí me cautivarán;
mas si es de buenos cristianos,
ellos me han de remediar.

Y bajando unos pinares,
gran vacada fue a encontrar:
—Vaquerito, vaquerito,
te quería preguntar
¿de quién llevas tantas vacas
todas de un hierro y señal?

—Del conde Flores, romera,
que en aquel castillo está.
—Vaquerito, vaquerito,
más te quiero preguntar
del conde Flores tu amo,
¿cómo vive por acá?
—De la guerra llegó rico;
mañana se va a casar,
ya están muertas las gallinas
y están amasando el pan,
muchas gentes convidadas,
de lejos llegando van.

—Vaquerito, vaquerito,
por la Santa Trinidad,
por el camino más corto
me has de encaminar allá.
Jornada de todo un día,
en medio la hubo de andar;
llegada frente al castillo,
con don Flores fue a encontrar,
y arriba vio estar la novia
en un alto ventanal.

—Dame limosna, buen conde,
por Dios y su caridad.
—¡Oh, qué ojos de romera
en mi vida lo vi tal!
—Sí los habrás visto, conde,
si en Sevilla estado has.
—La romera ¿es de Sevilla?
¿Qué se cuenta por allá?
—Del conde Flores, señor,
poco bien y mucho mal.
Echó la mano al bolsillo,
un real de plata la da.
—Para tan grande señor,
poca limosna es un real.

—Pues pida la romerica,
que lo que pida tendrá.
—Yo pido ese anillo de oro
que en tu dedo chico está.
Abrióse de arriba abajo
el hábito de sayal:
—¿No me conoces, buen conde?
Mira si conocerás
el brial de seda verde
que me diste al desposar.

Al mirarla en aquel traje
cayóse el conde hacia atrás.
Ni con agua ni con vino
no lo pueden recordar,
si no con palabras dulces
que la romera le da.
La novia bajó llorando
al ver al conde mortal;
y abrazado a la romera
se lo ha venido a encontrar.

—Malas mañas sacas, conde,
no las podrás olvidar;
que en viendo una buena moza,
luego la vas a abrazar.
Mal haya, la romerica
quién te trajo para acá.
—No la maldiga ninguno
que es mi mujer natural.
Con ella vuelvo a mi tierra;
adiós, señores, quedad;
quédese con Dios la novia,
vestidica y sin casar
que los amores primeros
son muy malos de olvidar.

Anónimo

domingo, 7 de septiembre de 2008

Volerán las oscuras golondrinas

Volverán las oscuras golondrinas
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales,
jugando llamarán;

pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar;
aquellas que aprendieron nuestros nombres,
esas... ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde, aun mas hermosas,
sus flores abrirán;

pero aquellas cuajadas de rocío,
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer, como lágrimas del día...
esas... ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón, de su profundo sueño
tal vez despertará;
pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido... desengáñate,
¡así no te querrán!

Gustavo Adolfo Becquer

viernes, 5 de septiembre de 2008

Cómo has cambiado pelona!

Cómo has cambiado pelona!
Cómo has cambiado, pelona,
cisco de carbonería.
Te has vuelto una negra mona
con tanta huachafería.

Te cambiaste las chancletas
por zapatos taco aguja,
y tu cabeza de bruja
la amarraste con peinetas.
Por no engordar sigues dietas
y estás flaca y hocicona.
Imitando a tu patrona
has aprendido a fumar.
Hasta en el modo de andar
cómo has cambiado, pelona.

Usas reloj de pulsera
y no sabes ver la hora.
Cuando un negro te enamora
le tiras con la cartera.
¡Qué...! ¿También usas polvera?
permite que me sonría
¿Qué polvos se pone usía?:
¿ocre? ¿rosado? ¿rachel?
o le pones a tu piel
cisco de carbonería.

Te pintaste hasta el meñique
porque un blanco te miró
«¡Francica, botá frifró
que son comé venarique...!»
Perdona que te critique,
y si me río, perdona.
Antes eras tan pintona
con tu traje de percala
y hoy, por dártela de mala
te has vuelto una negra mona.

Deja ese estilo bellaco,
vuelve a ser la misma de antes.
Menos polvos, menos guantes,
menos humo de tabaco.
Vuelve con tu negro flaco
que te adora todavía
Y si no, la policíate va a llevar de la jeta
por dártela de coqueta
con tanta huachafería.

//Nicomedes Santa Cruz

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Sofía se escribe con S XII

Separación
Separación, tarde o temprano sucede. Por culpa de uno, por culpa del otro, no importa… Simplemente ocurre. Quizá ninguno de los dos se dio cuenta, o quizá sí y no lo quieren aceptar. “-Eso es lo que pasa… ya no me quieres. -Sofía… -Sí, ahora te diviertes con ella, ya te aburriste de mi. -Sofía… -No me mientas. -Sofía… -Sabes que yo te voy a querer por siempre, ¿o no lo recuerdas? -Veamos cuánto te dura -No me dejes Sebas… -Sofía, ¿ya terminaste?” Esto nunca iba terminar, siempre la habían dejado sola. Nunca había pensado que Sebas lo haría también o quizá sí, pero aún no. No ahora, ni hoy, ni mañana… Quizá en un futuro muy lejano. Sofía no quiere que él se alejara, era lo que más quería en el mundo, su mejor amigo, casi su hermano, la persona que había estado con ella en los buenos y en los peores momentos. Aunque, las cosas pasan por algo, ¿o no? Él se había ido, pero aún seguían juntos en espíritu… Pero algo sucedió, “-¡Tonta! Por eso no son reales los cuentos de hadas, siempre hay un “pero”; el destino es demasiado cruel para que todo sea así. -Cállate y déjame soñar.”. Sofía no sabía que había pasado, ya no habían cartas, ni respuestas, diez llamadas, 45 mensajes de texto, 25 timbradas al celular y dos meses. “-Sofía, ¿qué tienes?¿por qué no comes? -No tengo apetito, Selene, gracias. OK, si tu lo dices.” Noche tras noche, día tras día y ni una sola respuesta. Sebastián se había ido. “Ya no me quiere, estoy sola, ¿por qué estoy viva?”. No tenía razón alguna para estarlo, y fue allí dónde empezaron las cortadas. “Sofía, que bonitas pulseras”. Y un sentimiento nuevo aparecía. “Te odio Sebastián, gracias por dejarme, ¡te odio!” Y quería que el sufriera, que le doliera tanto como a él y a la vez no quería hacerle daño, en el fondo lo quería tanto como al principio. “Escúchame bien porque esta vez será una de las últimas veces que me escuches decirtelo: Te quiero, siempre lo haré”. Recuerdos y más recuerdos. Y él volvió reapareciendo en su vida. “Perdóname, ¿sí? Me cambié de casa y he estado en exámenes, me robaron el celular… pero hasta hace poco recuperé el número y leí los mensajes; Sofía… Lo siento.” Su voz, la melodía, sus palabras, todo era demasiado para ella. Nunca aprendió a hablar por teléfono con él, sentía que se desmayaba, que se perdía en sus palabras, que regresaba en el tiempo. No le podía decir que no, pero en el fondo de su alma escondía un secreto.
Sofía siempre había sido vengativa. “-Las personas me hicieron así y tú mas que nadie lo sabe. -Sofía, tienes que aprender a perdonar. -¿Te parece justo que perdone todo lo que me hicieron?, debería morirme, estar muerta… y sabes que no lo hago por ti. -Sofía eso no es justicia, es venganza. -Ya te lo dije, las personas me hicieron así y no puedo hacer algo al respecto.” Pero sería capaz de hacerle daño a la persona que más quiere...Tan sólo imagínense…
Tenía una rápida cicatrización, eso siempre le había sorprendido, y pues ni los últimos, ni los primeros habían sido cortes muy profundos, aunque odiaba las cicatrices. Ahora estaba “normal” o algo así; ya no tenía más lágrimas por el momento; estaba olvidando todo. Esta era su forma de perderse, de estar normal y la había aprendido del maestro, de la persona que siempre había estado con ella: Sebastián. Sofía decidió salir de su habitación dirigiéndose a su sala. Se sentó en uno de los sofás, encendió el televisor, cambiaba y cambiaba los canales, hasta que se decidió por uno. Veía o trataba de ver, de concentrarse en la serie; pero su mente regresaba a los recuerdos de hace meses, de todo lo anterior… “¿Por qué estoy viva?...no, debo olvidar…
Concentración, era algo difícil de obtener y más cuando sientes que tus muñecas arden, pero quizá, terminó por entender lo que sucedía en la serie…. La niña de la serie lloraba y lloraba y le gritaba a otra: “No, mis padres no están divorciados, están en medio. En medio de qué- preguntaba la otra. En medio del proceso. -Explícate. -En el proceso de divorcio, de separación.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Sofía se escribe con S XI

Siempre.
Siempre es siempre, o eso dicen todos. Para la mayoría siempre es hasta la muerte..."Hasta que la muerte los separe…". Pero para otros... "Siempre"...va mas allá de todo.
Sofía se quedó paralizada. Pensaba. Había algo que estaba mal, lo dudó. "¿Qué hice?"...Sofía recogió el teléfono y lo puso en su lugar sonriendo. "Listo. Me va a llamar y me va a decir que me quiere, él no desea que me muera. Y luego vendrá por mi y todo estará bien.” Lágrimas otra vez, tenía la sensación de que algo iba a pasar; “Tal vez si…” Lo meditaba, en otras ocasiones había sido así, pero siempre ella había sido directa. La verdad odiaba ser así, pero él era muy despistado. Quizá Sofía siempre quiso que la salvaran. No lo sé, me gustaría saberlo.
¿Cuánto tiempo tendría que esperar, que esperarlo? “Volverás, ¿verdad?. Sí, Sofía. Y me llamarás o me escribirás seguido. Cuando pueda. Eso es lo que me preocupa. OK, si lo haré Sofía. No importa cuando tiempo pase, Sebas, yo te voy a esperar… Porque siempre estaremos juntos, ¿lo recuerdas?”. Era frustrante tener que recordarle a la persona que mas quieres que no se olvide de ti, que existes; algo de lo que realmente tú dudabas…
No, no lo va a hacer. Soy una idiota… tan tonta como siempre. ¿Cómo pude pensar en algo así?” Reía con dolor, frustración, mareos; todo le daba vueltas. En cualquier caso tenía el mismo plan de salida. No importa, no la iba a llamar… ¿Por qué lo haría? Estaba a punto de desconectar el teléfono, cuando este sonó. Sofía casi cae al suelo, del susto. Contestó.
Sofía adivina quien está aquí…Hola Selene, quién? (y a mi que me importaaa!?). Que raro que no lo supieras: ¡¡Sebastián!!”. Sofía colgó el teléfono, lo desconectó y lo lanzó lejos de su habitación.
Pero ahora sonó su móvil, Simón. “-¿Sofía estas bien? -Sí, por supuesto, ¿qué quieres? -¿Segura? -Sí. Entonces, por qué le dijiste a Sebastián que íbamos a ir al cine. -Pues…porque… Le tuve que mentir y decirle que sí, que para tu casa voy, ¿quieres que vaya? -No. -¿Me explicarás? -Si me dejaras… -OK, dale.
Sofía odiaba las clases de literatura, de lengua y de todo lo que tenga que ver con letras, pero siempre fue la primera en todo. Odiaba tener que redactar, simplemente le aburría pensar y buscaba la manera de hacer todo fácilmente, es irónico: Odiaba la rutina, pero su vida era una. En las exposiciones, hacia lo mismo una y otra vez, se sorprendía de que nadie se diera cuenta de aquello, bueno, se sorprendía de todos menos de Sebas; él siempre supo todo de ella. De tanto hacerlo, Sofía había aprendido fácilmente la habilidad de hablar bien y argumentar cuando era necesario. Podía mentir fácilmente si se lo proponía.
(…) -Así que lo siento. -No lo sientas Sofía, sólo no lo vuelvas a hacer, estoy cansado de ser tu juguete. -Tú no eres mi juguete Simón y siento si te pareció eso, tengo que colgar, adiós”.
No quería hablar, solo quería estar sola y pensar. Tampoco podía ahora hablar, no lo haría bien, se olvidaría de varias cosas, de palabras… Sofía estaba preocupada, solo había algo que rondaba su mente. “Sí Sofía, lo recuerdo… Juntos por siempre”.