Por Ladu Rosseaux,
Capítulo I
-¡Corre!... ¡CORRE! -bramó un joven de ojos verdes apagados y su cabello era largo recogido en una coleta, tan platinado que parecería era blanco pero el polvo, la mugre acumulada en la prisión no dejaba ver el brillo real de ese cabello. Aunque su aspecto era de rasgos finos se notaba que era un hombre de carácter fuerte y que había sufrido muchas penurias, ¿qué había apagado el brillo de sus ojos? ¿Quién se atrevió a dañar aquel chico tan bueno?
-¡ESPERA! ¡Espera, por favor! -gritó otro joven, venía atrasado por una herida en la pierna derecha, la cual emanaba algo de sangre y le punzaba el dolor, cojeaba y avanzaba lo más rápido que le permitía su cuerpo.El joven de la coleta se detuvo bruscamente para esperar a su compañero, su único amigo y ese lugar tan asqueroso, escalofriante... nada más de acordarse la tristeza y el odio se apoderaban de él. Agitó su cabeza para sacarse esos pensamientos y le echó una mano al chico que cojeaba.-Debes ser fuerte... por fin somos libres y no lo vamos a dejar sólo por esa herida.
-Duele demasiado... demasiado -se quejó, su respiración era entrecortada que a cada bocanada de aire que tomaba, emitía un silbido casi inaudible.
-Te ayudaré... vamos, súbete a mi espalda -le dijo dándole la espalda y colocando sus manos atrás, para que se apoyada.
-Peso demasiado... anda, ve tu solo... no vale la pena que los dos seamos capturados...Un golpe seco en su mejilla hizo que se callara. Fue abofeteado por su amigo y entonces, sin dudar, se subió al lomo. No hablaron más en un buen rato.
Anduvieron durante una hora sin parar, el que cargada poco a poco se cansaba pero estaba acostumbrado a cargar con objetos pesados, más que lo que llevaba en ese instante, le parecía que cargaba a un niño en vez de a un hombre. Jamás hablaron de sus pasados uno con el otro, aunque ambos se dieron cuenta que ninguno de los dos sabía la edad real que tenían, lo que sí estaban seguros era que el chico de la coleta era mucho menor que el otro, pero siempre fue más fuerte y maduro.
-Lo lamento –se disculpó el chico herido, un haz de luna iluminó sus ojos que eran de un color muy extraño… tan grises que tiraban a blanco y una sonrisa se dibujó en sus finos labios. El otro aceptó la disculpa como si nada, pues ya le había perdonado hace rato y no era necesario una disculpa entre ese par, sin embargo por educación decían un “lo siento, lo lamento, perdón” y continuar con la tradición. Sus peleas jamás fueron graves, esta fue la peor que pudieron haber tenido desde que se conocieron. Eran más que amigos, más que hermanos… se amaban tanto y se aceptaban tal como fueran, no estaban enamorados ni jamás se desearon con los instintos carnales, los “bajos instintos” como decían del lugar en que provenían. Lo que los unía era algo espiritual, aún no sabían cual era su deber en ese mundo tan desagradable. ¿Quién decidió que se conocieran? ¿Fue el destino o mera coincidencia?
-Luka… -murmuró el de ojos grises.-¿Mmmm?-Creo que deberías descansar, ya estamos lo suficientemente lejos de ése sitio.
-Tienes razón, además estoy un poco cansado…
-¿Un poco? ¡Si has estado trotando conmigo encima durante más de una hora! –le interrumpió. De un salto bajó del lomo de su compañero y contuvo un quejido mordiéndose el labio inferior, acababa de caer sobre la pierna herida por error. Aunque quiso ocultar su mueca fue demasiado tarde, se conocían tan bien que podría decirse que compartían el dolor.
-Dunkel, realmente eres tonto…–regañó Luka mientras se ponía en cuclillas para examinarle la herida y antes de que pudiera hacer algo, el otro se quitó y se sentó en el piso.
-No es necesario tanto cuidado, dedícate a ti mismo que yo estoy mejorando… -intentó mentirle
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