lunes, 5 de enero de 2009

Sofía se escribe con S XVI

Suicidio
Suicidio, suicidarse, pensar en. ¿Quién alguna vez no lo ha hecho? ¿Quién no ha deseado tener el valor de hacerlo? ¿Quién no desearía poder haberlo hecho en ese preciso momento, cuando en realidad pudiste hacerlo? No lo nieguen, aunque sea por una milésima de segundo la idea a cruzado por cualquier mente. ¿A quién no? Es algo tan natural, el ser humano por el simple hecho de serlo tendrá la manía, por decirlo así, de creerse Dios y querer acabar con su vida o con la de los demás. Pero eso no es del todo importante, esas preguntas no son “las preguntas”, o por lo menos para Sofía no lo eran, pues por qué tendría que importarle el resto o lo que los demás pensarán si ellos no se preocupaban por ella. La pregunta clave para Sofía era, ¿Por qué no hacerlo? ¿Por qué no suicidarse y acabar con todo? ¿Por qué no morir y ser feliz, en vez de seguir subsistiendo, viviendo y ser tan infeliz…?

Era tarde, dos horas habían transcurrido desde la última vez que supo del tiempo. 9 p.m.; todo seguía exactamente igual, silencio, nadie en casa excepto Sofía y Simón, pasando el rato o intentando hacerlo, no sé de palabra que describa lo que sucedía en esos momentos, ¿aburrimiento? Simón cambiaba y cambiaba los canales de la televisión, buscando algo que ver que sea agradable o entretenido. Sofía era un completo zombi…
“¿Quieres comer algo, Sofía? -No sé. -¿No sabes si tienes hambre o no? -Me da lo mismo. -¿Puedo comer algo yo? -Como quieras… -¿Está todo donde siempre? -Sí."
Simón se preguntaba una y otra vez el por qué estaba allí, que estaba haciendo, el por qué molestarse en tratar de hablar con una persona que no quería hacerlo y el por qué no se iba de una vez… A veces, Sofía puede llegar a ser una verdadera molestia, aunque quizá no sea del todo su culpa, “son factores externos”; decía Simón. Aunque para él Sebastián era alguien más, le daba lo mismo si existiera o no. Pero cómo le gustaría ser Sebastián o parecerse tan solo un poco más, pues a quién no le gustaría que alguien viviese así por ti como lo hacía Sofía por Sebastián. Si él fuera Sebastián… qué no haría por ella, pensaba. No la trataría así, no la haría sufrir, no se alejaría de ella. Pero él no es Sebastián y trataba de hacer lo más que podía como Simón. Y aunque él no lo creyera, podía hacer maravillas con tan solo ser Simón.


Sofía, la zombi. Sofía separada en dos: cuerpo y mente. Lo había logrado, después de mucho, estaba muerta en vida. “Oh! Felicidad Absoluta, te encontré”. Podría estar así por siempre. Su cuerpo envejeciendo lentamente, muriendo poco a poco, vacío, sin alma, esperando el final mientras su mente vagaba por su verdadera realidad, lo que ella siempre había soñado, su perfecto sueño, su mundo, su universo, un lugar donde podría ser realmente feliz, donde tenía todo lo que deseaba…
Y Sofía danzaba y cantaba feliz…. “Y va a venir…y va a venir….pronto va a venir…
Y Sofía habla sola, ella pregunta y ella responde. Piensa. “Quién va a venir? ¿a quién espero?....mientras la muchacha que era Sofía seguía danzando y cantando… “Va a venir Sebastián…”, con su patética voz de niña pequeña y alegre que espera por alguien que quizá nunca llegue.
-¿Por qué voy a esperar a alguien que se supone que está dentro de mi sueño, por qué… Sebastián está aquí, ¿verdad? -¿Dónde está Sebastián?- ¿Dónde está? -¿Dónde está Simón? -A mi lado. -¿A tu lado, dónde? -A mi lado. -Al lado de tu cuerpo. -¿Simón, verdad que estás conmigo? ¿Simón?
Y la niña Sofía seguía danzando y cantando, sonriendo cómo si todo estuviera bien; mientras la verdad Sofía estaba flotando en un mundo, que después de todo no era su mundo, dándose cuenta de lo que sola que estaba. Sofía podría imaginarse a miles de personas a su lado, pero ninguna de ellas le prestaría atención, pues el deseo de Sofía era que todos sean felices y ella no estaba en el “plan de felicidad absoluta” de los demás. Estaba completamente sola, viviendo en un mundo donde ni Simón, ni Sebastián existían. Entonces para qué vivir…

Retomando…
Y Simón a su lado, viendo televisión. Sofía despertó e ideó un plan. Ya lo había pensando antes, cuando Sebastián la abandonó. Aquel plan no era del todo original, lo había soñado y parte de aquel serviría en este; aunque no hay comparación en lo que era aquel plan con este plan maestro; tendría que ser la mejor actriz del mundo, algo que ya era obviamente, pero esta vez tenía que serlo más. Toda su vida era una mentira y quería dejar de mentir; pero para cumplir con su cometido y ser feliz tendría que hacerlo un par de veces más.

Sofía que estás…” Simón no tuvo tiempo de reaccionar, ni de pensar, respirar o cualquier otra cosa; cuando por fin reaccionó sus labios estaban sobre los de Sofía o mejor dicho los labios de Sofía estaba sobre los suyos. Sofía estaba sobre él. Ella estaba besándolo, algo que ni siquiera podía merecer, algo anteriormente inimaginable para él.
Sofía se apartó y lo miró por un momento pensando, luego le sonrió esperando a que el dijera o comentara alguna cosa.
¿Y por qué eso?”, dijo al fin Simón. “¿Por qué no? Tenía ganas de hacerlo, y sé que tu también, quizá mas que yo; pero eso es algo que solo puedes decir tú” Ella tenía razón y él lo sabía. “Y ahora, ¿qué?”, pensó Simón. Pero Sofía ya sabía que hacer y que decir. Ella miró el reloj de la pared de la sala, esperando que el tiempo la ayude con su plan. Y cómo nunca el tiempo estaba de su parte.
Sofía hizo una mueca de preocupación demasiado exagerada como para que la viera Simón.
-¿Qué pasa Sofía? -Nada, solo que es tarde y en cualquier momento pueden llegar mis padres. -Entonces, me voy, no quiero incomodar. -Pero mañana regresarás, ¿verdad?” Sofía sabía cómo pedirle las cosas a Simón. Sofía y sus pucheros. “-Sí, mañana regreso no te preocupes”. Simón sonreía contentísimo por el mañana que Sofía anunciaba, qué sería mejor que lo que acababa de pasar, se preguntaba. “Entonces, nos vemos Simón”, sonría falsamente Sofía mientras lo acompañaba a la puerta. Le dio un dulce beso en los labios y se despidieron soñando con el mañana. Sofía cerró la puerta, suspiró. Por fin acaba la sucia treta, cerró los ojos respaldándose en la puerta… todo salía tan bien, perfecto.
Se centró en su plan, recordándolo paso a paso… no tenía que ceñirse al plan original de su sueño, pues algunas cosas no eran del todo similar a aquel, no vivía en un departamento, es decir, de esa forma imposible. Luego pensó en pastillas, pero no sabía tomarlas. Ahorcarse era demasiado macabro. Sólo sabía una forma de llegar a su cometido. Sangre, perderla de la única forma que sabía. Simón se había creído el cuento, Sebastián no iba a por ella y no iba a llegar jamás; de todos modos nunca estuvo cuando lo necesitaba, por qué iba a estarlo ahora… y regresaba a su pensamiento Simón. “El no tiene por qué sufrir todo lo que yo… Es irónico pensar que para él yo soy la persona más importante y que casi lo estoy tratando como Sebastián lo hace conmigo, con la diferencia que a Simón yo le atraigo de una forma que no me atrae Sebastián y que yo no soy tan cruel como él, pues por lo menos trato de demostrarle a Simón que aunque no la persona más importante para mi, me importa demasiado como para hacer cualquier cosa con tal de que esté bien y feliz.”. Sofía le daba vueltas una y otra vez… “¿Por qué no hacerlo?" ¿Por qué no morir de una vez por todas? Nadie la iba a extrañar. Nadie podía detenerla, Sofía sonrió, estaba terminando de planear su suicidio.

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