miércoles, 6 de febrero de 2008

Secuestra V y VI (III parte)

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SECUESTRADA

Ese maldito capullo la había dejado sola .. No se entendía a sí misma, no quería estar con él, pero tampoco podía soportar estar sola y encerrada. Con la llantera se quedo dormida en el sofá y cuando despertó sobresaltada por un ruido, escucho mejor y se dio cuenta que era un coche, el resplandor de los focos en el salón se lo confirmaron…Juan volvía…esta podría ser una oportunidad para escapar, fue corriendo a la cocina y cogió la sartén mas grande que encontró y se colocó detrás de la puerta.

- Miriam lo siento , no quiero que discutamos, me siento..

Pero ella le pego con la sartén tan fuerte como pudo haciéndole caer al suelo como un fardo.

- Espero no haberle matado- soltó la sartén y corrió fuera de la casa, apenas se veía nada, el coche estaba abierto y subió pero las llaves no estaban, daba lo mismo, tenía que recordar como se hacía un puente, para eso había estudiado mecánica…- se decía mientras se metía bajo el volante.

- Rojo, verde, azul…mierda estos coches automáticos son lo peor.- conectó dos cables pero no paso nada.

- vamos, vamos esto no puede ser tan difícil.

- ¿Te sería mas fácil con esto? – dijo Juan desde el otro lado de la ventanilla con las llaves tintineando en su mano.
Miriam cerró la puerta, - tengo que conseguirlo, maldita sea – pero Juan no se lo iba a permitir y de un puñetazo rompió el cristal de la puerta justo en el momento en que ella conseguía arrancar.

Pero algo iba mal, la dirección no respondía, el volante estaba muerto e iba irremediablemente de frente contra un árbol con el cual choco golpeándose con el volante en la cabeza. De repente quedo cegada por la sangre, no veía nada solo oyó como se abría la puerta y la sacaban del coche.

- Maldita sea!! Ves lo que ha pasado, has podido matarte.- le gritó mientras la introducía en la casa.
Ella estaba mareada, temblaba incontroladamente y le dolía la cabeza.

- Escúchame, no voy hacerte daño, solo quiero verte esa herida – dijo sentadola en la mesa.-

- No me toques, tienes que llevarme a un hospital o voy a desangrarme, esto terminó- decía ella entre sollozos intentando apartarle.

- Miriam estate quieta, déjame verte eso, no me obligues a atarte.- Pero por el amor de dios ¿serías capaz de atarme?? Tengo la cabeza abierta necesito un medico.

- No sabes nada de mí, no te has molestado en conocerme ni tan solo un poquito ¿Verdad?- Eres un egocéntrico, estoy desangrándome ahora mismo no me interesa nada de..

- Voy a coserte yo, así que estate muy quietita esto no puede ser muy difícil. ¿no?

- ¿Qué, Qué? Ni hablar, estas loco…no dejaré que lo hagas- dijo intentando levantarse de la mesa.

- Estate quieta de una puta vez, no voy hacerte daño, será rápido – dijo sujetándola de los brazos.

- Suéltame por favor, ni se te ocurra pensar que voy a dejarme curar por ti, mierda reacciona me estoy desangrando…dijo llorando histérica e intentando zafarse de sus brazos levantándose de nuevo, pero el fuerte dolor que sentía casi la hizo caer.

- Vale, vale…Tranquilízate. Soy médico, no te voy hacer daño.- le dijo echándola en el sofá.

- ¿Eres medico?! No me mientas por favor..

- Bueno en realidad no es cierto del todo, soy cirujano- le decía mientras le limpiaba la herida que por fin había dejado de sangrar – la verdad es que esto no tiene buen aspecto, voy a tener que ponerte una pequeña anestesia que no te dolerá nada y darte unos puntos.- ella pareció tranquilizarse pero le miraba con recelo.- lo prometo no tardaré.

Parecía que sabía lo que hacía, así pues Miriam se dejó hacer, no tenía mas remedio y en poco tiempo terminó y le vendó la herida, después fue a la cocina con una toalla para humedecerla y comenzó a limpiarle de la cara la sangre seca.
Era tan tierno, Miriam comenzó a relajar sus nervios. En ese momento sus manos acariciaban su rostro con ternura, sentimiento que comenzaba a no dejarla indiferente, su cuerpo se estremecía con esas caricias – debo estar volviéndome loca – y él se dio cuenta de ello, cogió su cara entre la manos y comenzó a besarla lenta y suavemente… y ella se dejó llevar por los sentimientos que en ese momento crecían en su cuerpo.

- Dios, lo que me ha costado…- le susurraba Juan al oído entre beso y beso.

Se despertó con una sensación de bienestar que hacia muchos días que no sentía…el sol entraba en la habitación caldeando el ambiente, sintió los brazos de él que la rodeaban – ¿Cómo podía haber ocurrido esto?- se preguntaba - es como una novela rosa de esas que venden los quioscos…es increíble.

Juan se movió y la sacó de sus pensamientos.

- ¿ Que tal te encuentras? – dijo volviéndola entre sus brazos para mirarla la frente.

- O bien, tienes unas manos de oro, y para agradecértelo voy a preparar un desayuno de campeones.
Hizo huevos revueltos, café, zumo y cuando enchufaba el tostador este dio un chispazo y saltaron los plomos.

- Mierda y el café sin terminar de salir y sin tostadas… vale, y ahora donde esta la caja de los fusibles?
Buscó por toda la casa pero nada, así que decidió bajar al sótano. Éste no tenía nada que ver con la pulcritud de la casa, estaba totalmente desordenado, sucio, lleno de trastos; no había ventanas o si las había no se veían. Después de dar varios traspiés encontró el cajetín eléctrico y arregló la luz, pero como él seguía durmiendo y las tostadas podía esperar en vez de volver arriba pensó en echar un vistazo, vamos cotillear un poco.

Allí había de todo: muebles viejos, cajas y cajas de libros de medicina, botes de pintura a medias…trastos y más trastos, nada interesante hasta que encontró una puerta medio oculta.La puerta estaba cerrada pero era vieja y consiguió forzarla. Dentro todo estaba oscuro y no había nada especial, solo una cama, una mesa y una silla.

- Decoración minimalista, ¿para qué usará esta habitación?, ¿para estudiar…meditar…?- En una de las esquinas encontró un fichero – A ver que tenemos por aquí.

Abrió el primer cajón y encontró varias carpetas: “Lisa Romón” – serán pacientes – pero al abrirla no era informes médicos lo que encontró, si no fotografías y papeles: domicilio, trabajo, horas de entrada y salida, estaba claro que era un informe de la vida de esa chica
- Esto es increíble, es un acosador, aquí hay mas de 12 expedientes – comenzó a ponerse bastante nerviosa – pero, qué voy a esperar, a mi me secuestró.

Cogió un puñado de fotos que había en la carpeta: Lisa paseando, de compras, su casa, su coche…pero las siguientes la dejaron paralizada, en ella aparecía la chica, en esa misma habitación mirando a la cámara aterrorizada con las ropas rasgadas y moratones por todo el cuerpo…y en la última su cuerpo yacía sobre la cama con los ojos muy abiertos y sin vida.
…Miriam quedó sin respiración, las lagrimas se le agolpaban en los ojos y corrían por sus mejillas, pero ella no era consciente de eso, buscó y buscó frenética por las demás carpeta y en todas se repetía la misma escena…

- Ellas no eran Tu!!! Dijo Juan a sus espaldas
Miriam se arrinconó contra la pared aterrorizada.

- Tienes que entenderlo, ninguna eras tú. Pero ahora todo esta bien, tu estas aquí conmigo ya no tienes que preocuparte por ellas.

- ¿Dónde están?- preguntó entre lagrimas.

- No importa, tú y yo sí, ahora solo contamos los dos – dijo Juan acercándose a ella, intentando tocarla.-

¿Dónde están? – le gritó apartándose de él.

- Vamos, Miriam tranquilízate, esto no es bueno para nosotros.

- No me toques, ¿Dónde mierda están?

- ¿Qué quieres que te diga ¿ ¿Qué están muertas, eso es lo que quieres oír?

Pero ella no termino de escuchar lo que él tenia que decirle, de un empujón lo apartó de la puerta y corrió hacia arriba, pero en las escaleras Juan la tiró y la inmovilizó bajo su cuerpo.

- Tranquilízate por favor!! – pero ella lloraba y forcejeaba histérica –Basta, basta – le gritó Juan.

Miriam se quedo inmóvil, era absurdo luchar contra él en estas circunstancias.

- Así esta mejor, ahora vamos a subir al salón y hablaremos pacíficamente.
Juan la puso en pie y sujetándola del brazo la llevo hasta el sofá, ella no dejaba de temblar.

- ¿Vas a matarme?- pregunto entre sollozos

- No, no!! Por favor escúchame bien, no quiero matarte ni hacerte daño, solo te quiero a ti, tenerte aquí conmigo.

- Pero ellas también estaban aquí contigo y las mataste.

- Olvídate de eso, es el pasado y yo no quiero hacerte daño, solo quiero amarte – dijo acariciándola e intentando besarla.

Ella lo rechazó y se levantó.
- Pero las mataste, las asesinaste tú, después de traerlas hasta aquí en tu furgoneta como a mí y cuando te cansaste..Adiós, sin más. ¿Cómo lo hiciste?- Miriam esto no es bueno para nosotros- dijo intentando cogerla.

-No, no, déjame adivinar. Las estrangulaste, ¿Verdad? Las estrangulaste como has estado a punto de hacer conmigo ya varias veces.

- Tranquilízate, vamos no me hagas esto.- dijo intentando cogerla de nuevo.

- Maldita sea!! No me digas mas veces que me tranquilice. ¿Ves las marcas de tus dedos alrededor de mi cuello? ¿cuánto tiempo hará falta para que me hagas lo que a ellas? – le gritaba mientras intentaba abrir la puerta que como siempre estaba cerrada.

- Escúchame y para de una vez – la sujeto de espaldas, abrazándola de forma que no podía moverse – Estoy enamorado de ti desde hace mucho tiempo y ellas solo intentaban sustituirte, pero yo solo te quiero a ti.- dijo abrazándola con mas fuerza.

- Suéltame. ¡Yo quiero! ¡yo quiero! ¡yo quiero!... y no te has parada a pensar que es lo que quiero yo, no ¿verdad? Pues lo que yo quiero es seguir con vida.

- De acuerdo, piensa que te he dado la oportunidad de conocerme y te has enamorado de mi, o me vas a decir que lo de anoche no significó nada, hicimos el amor y tu no estabas asustada precisamente, me amaste como yo a ti.

- Y¿ a las otras tan bien les hiciste el amor.. antes o después de matarlas?- le grito intentando deshacerse de él.

- Veo que hoy no vamos arreglar nada, estas demasiado alterada, voy a ponerte un relajante para que descanses y veas las cosas con otra perspectiva – la lleva arrastras hasta una armario del que saca una jeringuilla. Cuando ella vio lo que intentaba hacer lucho por soltarse, pero Juan la aferró por un brazo y aunque tiraba y tiraba le fue imposible escapar de él.

- No, por favor, no vuelvas a pincharme..

- Vamos Miriam no seas niña, solo será un pinchacito de nada.

- No, espera. Ya me tranquilizo, me tranquilizo te lo prometo..- decía mientras intentaba soltarse de la mano de Juan que tenía la firmeza del acero.

- Estas muy alterada, esto solo va hacerte bien y cuando despiertes lo veras todo de manera distinta – tiraba de ella poco a poco acercándola cada vez más a él – si no te mueves no te dolerá, recuerda que soy medico, ni te enteraras te lo prometo.

- Juan, Juan, por favor escúchame…- pero era demasiado tarde él la tenía entre sus brazos y le había inyectado.

- Es la primera vez que pronuncias mi nombre y me gusta, me encanta oírlo de tus labios.- Y eso fue lo último que Miriam escucho en brazos de él mientras se desvanecía.


Cuando despertó estaba tranquila, relajada; lo que había descubierto era como una pesadilla, pero aunque sabía que era cierto eso no la perturbaba. Ahora se sentía bien, sabía que él era un asesino, también sabía que había hecho el amor con él y que la había hecho sentir cosas que hacia mucho tiempo creyó que no volvería a sentir… y era alto, atractivo, fuerte, moreno y un asesino

– No sé que droga me dio pero debe ser muy buena.

- Hola – su voz la saco del trance, pero no se sobresalto, ni sintió miedo - ¿Cómo te encuentras?

- Bien, un poco magullada.- Es normal, tienes unos cuantos morados por todo el cuerpo, peleamos duro. Lo siento me pase, a veces no controlo mi fuerza.

- ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente? Me siento como si hubiera sido semanas, esa droga debe ser buena.- Si, bueno es cosecha propia es cóctel de fármacos sedantes y ansiolíticos.- dijo acercándose a ella.

- Tenemos que hablar, es necesario que pongamos solución a esto – Juan se sentó en la coma y le aparto un mechón que le caía en la cara.

- Lo sé, por eso te he dejado dos días sedada, quería que te tranquilizaras… ¡Te quiero!- Juan, yo no puedo corresponderte, no con lo que se de ti. Quizás podría dejar de temerte pero eso siempre estaría ahí.

- Pero no tienes porque tener miedo de mi, yo no podría hacerte daño, antes moriría
Miriam no sabía que responder a eso.

- Vamos, sé que sientes algo por mí, quizás no sea amor, pero podría serlo… ¿Podrías enamorare de mí?
Pero ella no podía contestar.

- Esta bien, no te preocupes, sé que esta situación prolongada lo único que haría con nosotros sería destruirnos a ambos y no quiero eso y sé que tu tampoco- dijo mientras le cogía la mano.
Era tan tierno ahora, sin duda ella sabía que hubiera podido enamorarse de él, pero ese estigma lo tendría siempre en mente. Maldita sea había matado a una docena de mujeres.

- ¿Qué solución propones?

- Como no sabes donde estamos, ni mi identidad, ni donde trabajo… te voy a dejar libre con una sola condición.

- ¿Cuál?- pregunto excitada.

- Si algún día volvemos a encontrarnos, serás mía para siempre.

- Pero eso no es justo, que te impide buscarme, que digo buscarme, sabes todos mis pasos, donde trabajo, donde vivo…creo que es una condición un tanto ventajosa para ti.

- No, lo dejaremos en manos del destino, yo prometo que no te buscare y tú debes prometerme que no contaras nada de esto a nadie. Nunca.

- ¿Y esas mujeres?- De ellas tampoco debes preocuparte, sus familias las enterraron hace tiempo y según el informe policial ninguna fue asesinada, también me he deshecho de todo lo que encontraste abajo…es como si no hubiera ocurrido.

- Pero ocurrió, ellas están muertas.

- Miriam, déjalo no volvamos a empezar. Están muertas y olvidadas y no ocurrirá de nuevo, te lo prometo. No volveré a matar- parecía sincero y si no había delito, la policía no le estará buscando.

- Lo tienes todo bien calculado, pero ¿como voy a explicar mi desaparición?

- Te encontraran en la sierra donde se supone que desapareciste, dirás que te encontraron unos cazadores y que habéis estado incomunicados en su cabaña por el temporal… lo demás lo dejo a tu imaginación.

- Gracias – le beso apasionadamente, más de lo que hubiera querido.

- ¿De verdad que no quieres quedarte?- le dijo acariciándola de nuevo.

- Lo siento, no puedo.- Esta bien, pues vamos.

Ella se vistió con la ropa que había traído el primer día y un jersey de él, plumas, bufanda, guantes…cuando estaba ya en la puerta para salir él la cogió en sus brazos, apretándola contra su cuerpo duro.

- Voy a echarte de menos, ultima oportunidad para quedarte.- Lo siento – susurro ella por segunda vez antes de que él la besara apasionadamente mientras ella sentía un leve pinchazo en el cuello.
- Tenía que sedarte, no podía arriesgarme a que veas donde estamos. Adiós mi amor.- y de nuevo la cogió entre sus brazos sin sentido.

VI
Todo lo demás fue como una tormenta de sucesos: la policía cuando la encontraron, la ambulancia, el hospital, sus amigos, la familia….Y por fin todo acabo y se sorprendió de lo fácil que es volver a la rutina del trabajo, los amigos… y eso le gustaba, ahora se sentía bien, era como si la vida le diera una segunda oportunidad lejos de aquella pesadilla que aun se repetía en sus sueños y despertaba gritando y envuelta en sudor pensando en los últimos momento de aquellas pobres chicas y en él que volvía cada noche a su mente como un ladrón de sueños.Pero eso lo tendría que superar poco a poco.Pasaron los años y no volvió a saber nada de Juan, había cumplido su promesa de no acercarse a ella, y ahora se sentía segura de verdad. Había cambiado de piso, ascendido en el trabajo y comprado un coche nuevo; la vida por fin le sonreía y dejaba atrás los malos recuerdos.
Era el día de su cumpleaños y había preparado una fiesta por todo lo alto para esa noche, pero antes quería ir a comer con sus amigas:

- ¿Dónde vamos? – Pregunto Aroa en el coche

- He reservado mesa en el mejor restaurante de la ciudad y nos vamos a dar un homenaje….pago yo.

- Eso esta bien, no todos los días se cumplen 31 años ancianita, y esta noche “La Fiesta”, hemos invitado a todos los solteros en edad de merecer de la ciudad y… alguno habrá para ti.

- Sabes que no, me he retirado por completo del mercado. Estoy destinada a la soledad- dijo Miriam dramatizando.

- De acuerdo, de acuerdo a más tocamos las demás.

- Aparcaron el coche frente al restaurante y entraron entre risas y bromas, mientras esperaban a que la maître las acomodara Miriam se quedó paralizada: allí al fondo del salón creyó ver a Juan. Pero, no podía ser él, estaba de espaldas y no le veía bien sentado con otro joven y enfrascados en una animada conversación.No sabía si era o no, pero no iba a quedarse allí para averiguarlo.

- Pero, ¿Dónde vas Miriam? Espera un momento, ¿Qué te ocurre?

- Lo siento chicas, será mejor que cambiemos de restaurante, he visto a alguien que podría amargarme el día.

- Pero, ¿Quién es? Un chico, algún lío, vamos Miriam no nos tengas así…
Y entre preguntas y protestas salieron del restaurante.

El día transcurrió rápido y sin más percances, aunque Miriam no se sentía del todo tranquila.
Pero, eso cambio cuando llego a casa y se encontró con toda su gente en la fiesta.
La juerga se prolongo hasta bien entrada la noche y no volvió acordarse del incidente del restaurante. Durmió lo que quedaba de noche de un tiran y fue al trabajo feliz pasando un día tranquilo. Por la noche había quedado con las chicas para cotillear de la fiesta, ya que había muchas cosas que contar porque más de una salio con compañía. Y cuando quisieron darse cuenta era tardísimo:
- Bueno, mañana quedamos en casa de Aroa para seguir con esto..- dijo mientras se despedía en la puerta.
- ¿Podemos llevar compañía?
- De eso nada , solo chicas si no como vamos a reírnos de ellos?

- Vale, vale, hasta mañana- dijo despidiéndose de todas.

No la apetecía recoger, así que decidió ir directamente a la cama, pero llamaron a la puerta:

- Y ahora ¿qué se os ha olvidado?- dijo abriendo la puerta y encontrándose frente a su peor pesadilla.

- Hola Miriam, que gusto me da verte.- dijo Juan entrando y cerrando la puerta tras de sí.

- ¿¡Tu?! Pero, pero, me prometiste que…que…no- balbuceaba ella mientras retrocedía.

- Que no ¿Qué?, ¿qué no te volvería a buscar? ¿Y no lo he cumplido? El pacto lo has roto tú, fuiste tú la que me vio en el restaurante y preferiste huir a cumplir tu promesa.

- De acuerdo, tranquilicémonos. Yo no puedo desaparecer de nuevo, sigo teniendo miedo de ti, me despierto por las noches aterrorizada…

- De ahora en adelante, yo estaré a tu lado para abrazarte – dijo sacando una jeringuilla del abrigo - ¿será esto necesario?

- Juan, por favor, no ha cambiado nada desde la ultima vez – dijo intentando alejarse de él – no puedes hacerlo, no puedes hacerme esto otra vez.

- He cambiado, cumplí mi promesa, no habido ninguna chica más y ya es hora de que cumplas tu parte – dijo cogiéndola del brazo y atrayéndola hacia él.

Miriam intentó soltarse, escapar pero fue inútil, también intento gritar pero Juan cubrió su boca con sus labios.

- Bienvenida a tu nueva vida – sentenció cogiéndola en brazos

– Te quiero – eso fue lo último que escucho antes de desvanecerse.

Todo volvía a empezar.

FIN

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