miércoles, 30 de julio de 2008

Sofía se escribe con S II

Soledad
Soledad, cómo no sentirla si esta la perseguía a donde fuese o no fuese, como no percibirla si vivía dentro de sí; pues a ella no le importa con quien estuviese o en qué circunstancias. Ella era – por decirlo así- su única acompañante y era precisamente aquella aborrecida soledad la que la invadía lentamente y que poco a poco iba recorriendo su espacio impregnándose en su habitación, inundando su mente, explorando su cuerpo y su alma; llevándola a tal punto que era probable que enloquezca. Sentirse miserable no tenía nada de malo en aquellos momentos.
Eran las 6 p.m., de un día cualquiera y se sentía tan sola y miserable como nunca lo había estado, y… y… y….pero (¡!).
Pero la calmaba el saber que pronto dejaría de sentir, pronto desaparecería: moriría desangrada y no tendría que volver a saber de soledades, de dolores internos, de desprecios externos, de sonrisas falsas y máscaras… y tantas cosas que le molestaban y que no podía cambiar. “¿Fin?.. ¿Hola?... ¿ya estoy muerta? ¿Por qué no muero? ¿No es suficiente, acaso? Soy tan cobarde, que no puedo morir o qué ¿Qué hice mal? ¿Es qué acaso todo lo hago mal?”
Era reconfortante e irónico, estar muriendo y sentirse alegre, sonreír de verdad pues por fin alguien la vería; alguien sabría de su existencia aunque no por lo que siempre ella había soñado. Se preguntaba si saldría en algún periódico, siempre soñó con aparecer en alguna portada, quizá alguien se apiadase de ella y le haga ese favor… “No, aún respiro...” Gruñó.
Y tenía tanta fe, tanta esperanza porque sucediera, poca pero la tenía. Porque cuando muriese ya no estaría sola nunca jamás: Sofía ocuparía un espacio entre muchos anuncios de personas fallecidas, entre muchos suicidas en la TV, entre muchos muertos… Jamás estaría sola y lo mejor de todo, no existe ni existirá manera alguna de que la dejaran sola de nuevo. Su sueño se haría realidad…
Se sentó en su cama. “¿Cómo morirme mas rápido? Debería haber un manual. Quizá sea la posición”, sonrío. Se acostó boca arriba en el borde de su cama, muñecas al suelo. Festejó por última vez…“Adiós a todos, adiós mundo, adiós soledad”.

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