jueves, 28 de agosto de 2008

Sofía se escribe con S VII y VIII

Silencio.
“¡Silencio!, ¡cállense! ¡No! No lo digas, por favor” Sofía lloraba. “Shhhh, no por favor” ¿A quién suplicaría de esa forma? Sofía se levantó como pudo, gateó con las pocas fuerzas que le quedaban hacia el otro extremo de su cama, se sentó apoyándose en el cabezal de la cama, abrazando sus piernas, llorando. “¡Cállate, ¡déjame tranquila!... Déjenme… ¡Sí! ¡Déjenme… sola!”Sus manos ensangrentadas cubrieron sus oídos… ¿crisis?
Las personas no entienden, nunca han entendido, nunca lo harán. Son todas iguales. Recordaba aquella conversación, siempre había sido curiosa y eso le había causado tantos problemas, que después terminaba arrepintiéndose. "–Selene, es que no lo veo justo. No creo merecer ser lo más importante par ella. Ella no lo es para mí, me importa y mucho, pero no es lo más importante. Además, ella me da más atención de la que yo a ella. –Sebastián, pero acaso no te gusta, no te sienta bien el que te considere así… Sabes cómo es Sofía” Nunca se había arrepentido tanto, maldecía su curiosidad y el haber escuchado una conversación por teléfono que no le pertenecía. Selene, era amiga de ambos y conocía un poco de los dos… Siempre se preguntó por qué él prefería hablarle a Selene que a ella misma, que se supone que era su mejor amiga… “-No es un intercambio justo, lo entiendes Selene?” Ese día no quería seguir escuchando pero lo había hecho y ya no pudo colgar. Sofía se recostó de nuevo en el mismo lugar que antes: boca arriba, llorando, delirando, recordando “¡no es cierto!, ¡no lo es! ¡Todo está bien!”. Aquellos recuerdos, aquellas palabras… “-No es que no me importe, como ya lo dije no es un intercambio justo, me importa demasiado pero no tanto como yo le importo a ella o al menos como lo hace notar. Debería darle ese tiempo y espacio de su vida y mente a otra persona…Ahora más que nunca que no estoy con ella. Alguien que no la dañe y que le diga cada dos por tres cuanto la quiere, cuanto le importa y lo que significa para esa persona. Yo no lo hago, no nace de mi decir lo que siento, expresar mis emociones…no soy así…más bien soy…reservado, serio, callado, pienso sin decir lo que pasa por mi mente. Todo me lo guardo, ya no confío en nadie del todo. No sé por qué te estoy diciendo todo esto Selene –Está bien Sebas, sabes que no diré nada. –Tan sólo dile que la aprecio, que eso nunca lo dude… sí?."

Sofía vivía en un vecindario tranquilo y silencioso, demasiado diría yo. “Shhhh” Nadie tiene idea del poder de nuestra mente, de las cosas en las que pensamos, imaginamos, aquellos momentos que recordamos en silencio. ¿Cuánto de cerca está nuestro propio mundo, del real?. Sofía llora y sus pupilas dilatas denotaban una real crisis nerviosa. “¡Muérete ya! Por favor… ¡quiero morirme!.. Quiero dejar de sangrar, duele… quiero dejar de respirar, es inútil. Quiero estar sola… Necesito dormir.” Cerró los ojos. “Por favor.” Suplicaba. “¡Ya! ¡Silencio!”.


Suficiente.
“¡Suficiente!, ¡¡Basta!!. ¡¡Quiero dejar de sentir esto, es que ya no siento el salir de mi sangre!!. Ya no puedo mas intentar esto.” Sofía se levantó de su posición, se sentó mirándose en el espejo, se recogió el cabello, rebuscaba sus bolsillos. “¿Dónde? ¿Dónde está?” Se levantó, daba vueltas en su dormitorio. Lloraba. Buscaba en sus repisas, tiraba todo. “¿Dónde…?” Arrancó los póster de sus paredes, tiró el reloj: “6:20… ¡bah!”. La encontró, en su cofre. “Ese” cofre antiguo, olvidado… en lo más profundo de su habitación, de su memoria, de su mundo. Sebastián se la había regalado una semana antes de que empezara todo… “-Y ahora te tengo que decir Sebas, “el normal” ¿verdad? –No le veo lo malo a ser normal –Siempre quisiste ser un chico común y corriente y jugar y hacer lo que hacen los otros –Estoy cansado de ser invisible. Es todo. –Bueno, que clases amigos querrás que sólo te siguen o te acompañan cuando eres de la manada, como aquellos… -Sólo quiero que me noten, que estoy ahí, existo. Ya no quiero ser un cero a la izquierda, ya no quiero estar fuera del círculo y hablarle a los gatos o quedarme mirando a un punto fijo mientras pasa el día y yo espero que termine para correr a casa y esconderme y estar tranquilo. Ya te lo dije, si ya no te agrado puedes dejar de hablarme –Voy a estar contigo siempre, así seas un chico del montón. Sólo me gustaría que fueras un poco más…-No cambio por las personas, que te quede claro, es muy raro que lo haga, es rarísimo de hecho. Siempre lo hago por mi, puede que suene egoísta pero es así, siempre veo por mi.” Era la primera vez que discutían en serio, nunca olvidaría ese día, los ojos de Sebastián, su mirada gélida, el dolor que le produjeron esas palabras en forma de gritos, reclamos. Maldita memoria, siempre recordaba las cosas cuando no tenía que hacerlas… “-Que debería hacer esto, aquello, que debería ser así… Estoy harto Sofía. No es mi culpa que no sea como quieres. ¿Por qué te gusta hablar de estas cosas¿ ¿Te gusta que te grite? ¿Te gusta tanto sufrir que quieres que te haga daño? ¡Eres una idiota y arruinaste todo! -Perdón… -Siempre, pero siempre y lo sabes, he intentado hacerte sentir bien, ser alguien para ti y tú nunca lo agradeciste. Siempre tenías un pero… Sabes Sofía, no eres la única con problemas, a mi nadie me ayuda… A mi nadie me dice lo que quiero oír… ¿Crees que eres buena amiga?”
Sí, aún tenía filo, y tenía una mancha en el lado superior. “Bueno, uso el otro lado; de todas formas, ya necesito comprar otra”. Lo pensó dos veces antes de hacerlo. “Sí o no…” La cuchilla brillaba en su mano. La tomó apuntando a su muñeca. “Si tan solo…”. Suspiró. No iba a dejar que volviera a ocurrir… La cuchilla resbalaba. Resbaló suavemente. Jugaba a hacer aquello y deseaba que fuese suficiente. Hacía tiempo y no sabía para qué; y mientras apenas se desangraba pensaba en ello. Se lanzó en su cama mirando el techo buscando las estrellas. “Es… fue… Suficiente.”

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