lunes, 25 de agosto de 2008

Sofía se escribe con S V y VI

Sólo.
Sólo hay algo en el mundo que la podía salvar. Algo no… Alguien.
“Es tan simple… Descúbrelo, date cuenta de…”. Sofía vive en una típica casa así como la tuya o como la mía, es grande y bonita y… perfecta. “Todo perfecto para la niña perfecta”. No piensen que es envidia, porque les aseguro que no lo es. Sofía… Sofía… Y Sofía,
Alguna vez se han preguntado, ¿qué es lo que se piensa antes de morir?, ¿qué recuerdos vienen a la mente? ¿En quienes piensas? La verdad déjenme asegurarles que son cosas tan patéticas y fuera de lugar que cualquiera se arrepentiría de siquiera haberlo recordado.
“Sofía que bonitas pulseras”. Tantas veces lo había intentado y lo peor es que nadie se daba cuenta; aunque eso ya no le fastidiaba. Se reía tan sólo de que así como tantas veces lo había intentado, tantas veces él la había salvado. Siempre había estado allí, con ella. En las buenas y en las malas, desde que se conocieron siempre habían estado juntos, lo más posible hasta hace poco. Costumbre, era lo único que la hacía superar sus problemas, estaba tan acostumbrada a que las cosas salieran de tal forma, era simple por más que se esforzase siempre la que terminaría mal sería ella y esta vez no era diferente. Era triste pero cierto, no tenía ya más a alguien con quien llorar, ni compartir las penas, la habían dejado sola otra vez. “No”, se corregía pues él la había dejado sola. “Gracias Sebas...” No le guardaba rencor, porque sabía que no valdría la pena, aunque a veces no podía evitar el odiarlo o desearle lo peor aún sabiendo que con una sola palabra de él todo volvería a estar bien y tendría las suficientes fuerzas para seguir viviendo y soportar cualquier problema… Y todo estaría bien de nuevo hasta que nuevamente volviera a suceder… Qué esperanza de Sofía, acaso se le puede tener tanta devoción a una persona que más aunque ayudarte, daño te hace. Era consciente de su dependencia, del dolor que le causaba pero no pensaba en ello; le gustaba vivir de los momentos felices pasados y creer que volverían a ocurrir en cualquier momento… “Si tan sólo estuviese aquí, si aún me quisiera, si tan sólo…”.

Sofisticado.
“Sofía no es así, no es tan simple.- Entonces, ¿qué es? ¿Cómo es? -Es… sofisticado” Recordaba y meditaba sobre sus respuestas, las suyas y las de él; todas. Hablaba sola, deliraba y se sorprendía de cómo en momentos tristes era capaz de recordar absolutamente todo. ¿Y la sangre? La sangre de sus muñecas continuaba fluyendo, ya se había mezclado con sus cartas, su cubrecama, el suelo, sus cabellos, su frente, ella. “Hace frío…”
“No, no es sofisticado, ¡tú lo haces así! -Es que es imposible, entiende. -¡No! ¡No lo es!...Yo te quiero.” Sofía tenía un tocadiscos antiguo, se lo había comprado en Navidad y hace poco lo había mandado a arreglar para que se pudieran escuchar CDs. Era genial, lo es realmente. Es de madera, o bueno es de algún material que se le parece; la verdad no se como describirlo, simplemente es un tocadiscos que se tiene que ver…
“Me gusta esa canción. - A mí no. -Sebas… -¿Qué Sofía? -Nada” Los pensamientos se mezclaban, se enredaban en su cabeza provocando alucinaciones; se mezclaban así como su sangre y lo exterior, así como todo en la vida. Momentos de luz y de oscuridad… “-Sofía, sólo prométeme una cosa –¿Qué? –Nunca pero nunca pierdas la esperanza. Sonríe, todo va a estar bien. –Sebas, me vas a hacer llorar… -Llora, no tiene nada de malo; sólo… No te odies, ¿si?” Era difícil no hacerlo, qué era ella sin él, la vida no tenía sentido sin alguien con quien compartirla. Las tardes de los viernes, ambos solían conversar, soñar, huir de esa realidad en la que vivían y trazaban planes inimaginables; a veces discutían pero eso sólo pasaba cuando uno de los dos realmente estaba mal… “No lo entiendo, ¿por qué la gente suele pensar tanto en el suicidio? Hay vidas peores y yo lo sé más que nadie –Cada uno cree que sus problemas son lo peor que existe Sebas, eso no se puede evitar –Mira, yo no soy nadie para decirle a cualquiera, ni siquiera a ti “No te suicides” o decirte qué hacer con tu vida, pero no tienes el derecho de privarte de ella. Hay cosas que pueden funcionar, que pueden hacer sentirte mejor –Un abrazo tuyo, por ejemplo. –Hay no, no digas eso. Me haces sentir como si fuera la gran cosa. -¿Qué haría yo sin ti? No tendría sentido vivir para mi –Sofía, si todos cada vez que tuviéramos problemas hiciéramos eso, el mundo estaría peor de lo que está ahora. Si algún día no estoy, sólo sé fuerte. –¿Has pensando ya en no estar? Me das a dejar sola, está bien… No importo, sólo dilo y ya, me voy haciendo a la idea. –Sofía no eso, obvio me importas. Te quiero y no quiero que te pase nada, en serio –Pensé que no te gustaba decir esa frase… -Si tengo que hacerlo, lo diré… Me has hecho decirlo… Te quiero. Eres una de las pocas personas a la que confío mis secretos, no quiero que te pase nada –No sé que decirte –Que tal un: No lo haré nunca Sebas… y claro, regálame una sonrisa. –No quiero que termine este año… -Ya te acordaste, genial! Regresaré, sólo es un año o quizá menos… Estaremos bien, prométemelo sí?” Sofía sabia que igual que ella, él tenía la manía de olvidar lo doloroso, pero no le veía el por qué de olvidarse de una promesa. Le dolía demasiado y él no había cumplido su parte, por qué ella debía de hacerlo. Aunque sería mucho más sencillo si no lo recordase… Sus palabras, la sangre, él, su familia, sus sueños, aquellas promesas, recuerdos, gritos, silencio, ideas, él, sombras, sangre… “Es… sofisticado”.

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