A cocachos aprendí.A cocachos aprendí mi labor de colegial en el Colegio Fiscal del barrio donde nací. Tener primaria completaera raro en mi niñez(nos sentábamos de a tresen una sola carpeta).Yo creo que la palmetala inventaron para mí,de la vez que una rompíme apodaron "mano´e fierro",y por ser tan mataperroa cocachos aprendí. Juguetón de nacimiento,por dedicarme al recreosacaba Diez en Aseoy Once en Aprovechamiento.De la Conducta ni cuentopues, para colmo de malera mi voz general"¡chócala pa la salida!"dejando a veces perdidami labor de colegial. ¡Campeón en lingo y bolero!¡Rey del trompo con huaraca!¡Mago haciéndome "la vaca"y en bolitas, el primero...!En Aritmética, Cero.En Geografía, igual.Doce en examen oral,Trece en examen escrito.Si no me "soplan" repitoen el Colegio Fiscal. Con esa nota mezquinaterminé mi Quinto al tranco,tiré el guardapolvo blanco(de costalitos de harina).Y hoy, parado en una esquinalloro el tiempo que perdí:los otros niños de allíalcanzaron nombre egregio.Yo no aproveché el Colegiodel barrio donde nací... Nicomedes Santa Cruz
Sombras
¿Sombras? ¿Cuáles? Si ahora todo era luz, si Simón estaba con ella, si ahora estaría bien; “…por fin, la felicidad absoluta… la encontré”. Ahora estaba todo bien, Sofía, Simón, luz… nueva vida, no malos recuerdos, no estaría sola jamás, no penas, no lágrimas, no sangre, no dolor, no Sebastián…
“¿¿Sebastián??
Y la luz se acabó, y salió del túnel, y despertó… Porque la verdad siempre sale a luz, verdad? O eso dicen.
Ella podía quedarse con Simón y tratar de buscar aquella felicidad, pero sería aquella la correcta? La verdadera? O se volvería a equivocar condenándose a una vida de eterna y dolorosa felicidad. Ella pudo intentarlo, quería…pero no podía. Tenía una promesa que cumplir.
Tener al lado la supuesta felicidad y dejarla ir. ¿Por qué escoger el camino más difícil?
¿Por qué? Un cálido abrazo la sostenía, era reconfortante. Lo estaba abrazando también, aunque ya no con la misma intención…. O el mismo sentimiento. Se sentía mareada, todo le daba vueltas…
Sofía, ¿qué tienes? Simón se había dado cuenta, no era del todo tonto, quizá lo parecía… “Nada creo, solo me siento un poco mareada”. Estaba helada o las manos de Simón eran muy calientes. La sentó y el hizo lo mismo a su lado. “Algo tienes, dime”. Deducía Simón. Sofía recogió sus manos, miraba el piso, perdida en la oscuridad de su propio mundo, de su mente. Quería olvidar todo. El notó aquello y tomó sus manos fuertemente, calentándolas. “Sofía, yo te quiero demasiado… Quiero que estés bien, que seas realmente feliz, que sonrías de verdad, que no te hagan daño.” Simón apretó las manos de Sofía, había adivinado. Ella no pudo hablar, sentía como una burbuja en la garganta, quería llorar pero no… “llorar es para débiles”. Siempre lo había dicho desde que encontró aquella frase, se lo repetía una y otra vez cada vez que quería llorar y no se lo iba a permitir. “Sofía eres lo más importante que me ha pasado, te quiero, te quiero…. Y por eso sé que no soy lo mejor para ti…o que no soy lo que quieres….”
Dónde habría escuchado ya eso. Le era tan familiar, quería recordarlo y a la vez no… ¿importaba?
Un nombre, una persona apareció en su pensamiento. “¿Mi salvación?”….
Sofía oyó un suspiro que la adentraba en la realidad…. “Creo que es mejor que estés con Sebastián, ya está de regreso, ya no me necesitas…”
Se-bas-tián. Ese nombre. Ese “maldito” nombre. No podía vivir sin oírlo, acaso.
Trataba de no nombrarlo, pero siempre había alguien que terminaba haciéndolo. “Pueden dejar de hacerlo!”, recordaba Sofía. “Pero pareciera que tu pidieras a gritos que lo nombrasen. -Dejen de decir tonterías”, había respondido Sofía. Ella nunca pediría algo así, su sub.-conciente menos, o ella creía eso.
¿Qué responder? ¿Qué decir…le?
Que más podría hacer… Ya no había forma de salvarse, todo estaba perdido. Ahora Simón también la dejaba. Estaba sola nuevamente.
"Adiós mundo Adiós recuerdos. Adiós Simón. Adiós amigo. Sólo adiós…
Bienvenidos todos al eterno caos. Bienvenidos a mi mundo de sombras…"
SimónSimón, su amigo, su nuevo confidente. La nueva persona que iba a estar allí con ella…siempre. Y esta vez el siempre no tendría fin, como debió ser desde un comienzo. O eso pensó Sofía.
Quizá un reemplazo primero, pero quizá después no. No es una contradicción, sólo que así ocurrió.
Sofía se adentró en su mundo, traspasó la barrera entre su realidad y su ficción. Ahí estaba, en su habitación sin importarle el desorden, la oscuridad y el silencio. “Nunca más…”
Hora, 7 p.m. Que ironía, el tiempo pasa más rápido cuando no se está pendiente de él. Son sólo, cosas que pasan…y que no volverán a pasar. Sofía recogió el teléfono, lo conectó y marcó el número… “Simón, perdóname si?. Llámame o no sé, ven. Si puedes…si quieres.” Se preguntaba si estaba haciendo lo correcto, ¿qué estaría haciendo Simón? Tenía apagado el celular y nunca lo tenía así, o al menos para ella… Se habían conocido hace poco, pero él se había hecho querer, la hacía sonreír, olvidar sus problemas, la escuchaba, quizá no la aconsejaba, no la ayudaba mucho o bien, como lo hacía Sebastián, pero él estaba allí, con ella… y lo demás...no importaba.
Sofía, la niña perfecta, un ángel, la que no cometía errores…ella. Tantas cosas que fue, que quería volver a ser. Pero, ya la habían hecho sufrir demasiado y se prometió no volver a querer como aquella vez como alguna vez lo hizo, quizá ese querer fue un error. Todo iba bien, y conoció a Sebastián... Y todo estaba bien, y fueron amigos, mejores amigos, y existió lo que algunos llaman “confianza”. Y se quisieron, y se apoyaron entre ellos. Y hubo problemas… Sebastián cambió, se alejó y apareció Simón….
Y Sofía solo se dejó llevar…
Más tiempo en silencio, en la puerta o dentro, pensando. Espera, tocan. “Pasa”, gritó. Velocidad. Sofía se levanta, busca sus muñequeras, se las pone, se arregla lo mejor posible y sale. Muy rápido...
“Vine en cuento escuché tu mensaje, ¿qué pasa?”. Sofía no podía verle a los ojos a Simón, desde que se dio cuenta de lo que hacía, se sentía culpable. Se preguntaba si Sebastián sentía lo mismo… “No pasa nada, simplemente quería verte y estar contigo un rato… Te prometo que esta será la última vez.” Se atrevió a buscarle la mirada. “Siempre dices lo mismo…” ¿Qué hacer? rondaba por la mente de Sofía.
“Simón quiero pedirte perdón, por todo. Por hacerte sentir así, como un juguete, por tratarte así. Sé que soy una mala persona, pero es algo que no puedo evitar. Siempre termino haciéndole daño a los demás. Por favor… perdóname.” ¿Qué mas decir? Era todo, se mordía el labio inferior evitando llorar.
Simón se acercó a Sofía lentamente y la abrazó. ¿Qué pensar? ¿Qué pasa?
“Sabes lo que siento por Sebastián, pero también sabes lo que siento por ti… Yo te quiero Simón…”
Similar
"¿Similar?, mejor di casi idéntico… ¿No pudiste encontrar alguien más parecido? y no lo niegues que lo es, no te creo capaz...aunque ya no se si lo seas o no". Recuerdos, memorias. Sofía tenía una muy buena memoria, decían que no vivía los momentos hasta después de vivirlos y eso en parte le molestaba a Sebastián, pues él era al revés... ¿Qué memorias? ¿Qué recuerdos?
Apagó el televisor, había tomado una decisión definitiva. "Pero primero...". Se levantó del sofá dirigiéndose de nuevo a su habitación. Se quedó parada en la puerta, atónita, miraba lo que había sido su perfección hecha trizas: fotos tiradas en el suelo, su cómoda semi-vacía, uno que otro póster en el suelo… ¿Qué había hecho? Está había sido la peor de todas sus crisis habían cartas arrugadas, lapiceros por doquier, su cubrecama estaba manchada y una que otra gota de sangre en el suelo, un muy pequeño charco apenas notable... "No importa" Después de todo, ya nada importaba…aunque quería sólo solucionar un problema y vitarse líos mayores. Estaba sola, Sebas ya no iba a volver a ser su amigo, o eso creía, él estaba dolido, ella lo había lastimado. Le había hecho daño a la persona que más quería en el mundo, de qué no sería capaz. "Lo siento, por favor...perdóname" Gritaba en silencio y sola se contestaba. "No me va a perdonar, ¿cómo me va a perdonar? He hecho algo malo, soy una niña mala, tengo que desaparecer, morir, ¿para qué vivir? Si la persona por la quien vivo ya no me quiere… estoy sola. No puedo soportarlo, no soy digna de lo que se llama vivir… Soy una mala persona, tan poca cosa. Además a él ya no le va a importar..Ya no me quiere, o no como antes". Sofía y su depresión. El estado bien-normal nunca existió y sólo era una de sus facetas diarias para satisfacerlo pero como ya no estaba, daba lo mismo estar bien o mal; y que mejor que estar mal y refregárselo diariamente con mensajes de tipo suicida.
Nunca creyó en la felicidad en vida, quizá solo en el estado muerte. "La felicidad infinita: la muerte. Sólo somos seres-para-la-muerte." Por otro lado, el estado normal-mal o mal-depresión, depresión - lágrimas siempre existió; hasta el punto de decir que ese era su estado de ánimo los 370 días del año o las 25 horas al día, excepto cuando estaba Sebas con ella, y éste no estuviese deprimido. Él la alegraba, le daba una razón para vivir… y sonreír.
"Ya es muy tarde, ya no me va a querer como antes, ni siquiera sé si me ha perdonado de verdad. Jamás lo hará. Después de todo, ya tiene nuevas amigas y mucho mejores que yo...ya no sirvo.". Reflexiones, sólo tenía una opción, quizá dos, pero ya no quería lastimar a alguien otra vez... como hace meses...
"Simón me siento mal, salgamos si? ¿Qué te hizo? Nada." Desde que había averiguado lo de Selene, ya todo le daba igual. Olvidar. Hizo todo lo posible, cualquier cosa con tal de no sentir aquel dolor insoportable, una presión en el pecho, cualquiera se ahogaría entre tantas lágrimas, un vacío en el corazón, sentir como tu alma se rompe en mil pedacitos. "Sí, Simón me gustaría ir contigo al cine. Vale, voy por ti en una hora." Si él la había reemplazado, ¿por qué ella no podía hacer lo mismo? ¿Venganza? ¿Justicia? No importaba, la apatía la inundó completamente.
Ahora, se reía de sus pensamientos tan tontos: "¿Cómo se me pudo haber ocurrido incluir a Simón en todo esto?, él es bueno y yo le he hecho tantas maldades..." Y ahora qué hacer, pedir perdón o no, Simón ya se había dado cuenta, o quizá no, nunca lo supo, nunca se había atrevido a preguntárselo de frente; tenía tanto miedo.
La verdad nunca lo había conocido de verdad, no sabía mucho de él. Ella tan sólo quería alguien que la escuchase y él había aparecido. “-Sofía yo te quiero de verdad... Nunca te lo he negado -Lo sé Simón, sabes que yo también…” En algún momento, ella lo quiso de verdad, pero al irse Simón recordaba absolutamente todo; por eso prefería estar siempre con él. “Simón acompáñame, si?”. Quizá si Sebastián no hubiese vuelto, lo habría olvidado…
Quizá, pero era casi imposible que Sofía olvidase tantos momentos... Al contrario de lo que ella era para Sebastián, él era irreemplazable. Por más que quiso ver a Simón como su nuevo mejor amigo, nunca lo hizo… Aunque siempre la alegrara, aunque siempre se divirtiesen, aunque Simón la escuchase, aunque Simón sea parecido a Sebastián… “-Es lo que detesto, lo que más me duele Sofía, que sea como yo. Similar”