En general no tenía ningún mensaje suyo ni aceptaba, al principio, mis invitaciones a dormir. Lo único que quería era tomar helado conmigo de vez en cuando sin avanzar, sin intentar nada más. Después pasó a tomar helado conmigo tres veces por semana. Después desapareció.
Cuando digo desapareció es literal. No venía a casa, no mandaba mensajes de texto, no lo veía en ningún lado, mi teléfono no sonaba, no había emails nuevos en mi casilla de correo. Desapareció y se notaba: con él se fueron mi buen humor y mis ganas de olvidar a Salvador.
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