Los árboles mueren de pie - Alejandro Casona.
Acto Tercero.
ISABEL Y LA ABUELA
Isabel.- Es que usted no puede imaginar todo lo que es Mauricio para mí. Es más que el amor, es la vida entera. El día que lo conocí estaba tan desesperada que me habría dejado morir en un rincón como un perro con frío. Él pasó junto a mí con un ramo de rosas y una palabra; y aquella palabra sola me devolvió de golpe todo lo que creía perdido. En aquel momento comprendí que desde dentro que iba a ser suya para siempre, aunque fuera de lejos, aunque él no volviera a mirarme nunca más. (...) El otro día usted me preguntaba por qué no quería habalr otro idioma que el de Mauricio. ¿Comprende ahora por qué? Un idioma no son las palabras, son las cosas, es la vida misma. Cuando yo era niña, mi madre me decía "querida"; era una palabra. Cuando iba a la escuela, la maestra me decía "querida";era otra palabra. Pero la primera vez que Mauricio, sin voz casi, me dijo "¡querida!", aquello ya no era una palabra: era una cosa viva que se abrazaba a las entrañas y hacía temblar las rodillas. Era como si fuera el primer día del mundo y nnca se hubiera querido nadie antes de nosotros. Por la noche no podía dormir. "¡Querida, querida, querida...!" Allí estaba la palabra viva rebotándome en los oídos, en la almohada, en la sangre. ¿Qué importa ahora que Mauricio no me mire si él me llena los ojos!¡Qué me importa que el ramo de rosas siga diciendo "mañana" si él me dio fuerzas para esperarlo todo! Si no hace falta que nos quieran..., ¡si basta querer para ser feliz, abuela, feliz, feliz...! (Ha ido exaltándose con sus propias palabras hasta terminar llorando en el regazo)
ISABEL Y MAURICIO
Isabel.- Te admiro
Mauricio.- ¿Ironías otra vez?
Isabel.- Sin ironías: te admiro de verdad. Es asombrosa esa manera que tenéis los soñadores de no ver claro más que lo que está lejos. Dime, Mauricio, ¿de qué color son los ojos de la Gioconda?
Mauricio.- Aceituna oscura
Isabel.- ¿De qué color son los ojos de las sirenas?
Mauricio.- Verde mar.
Isabel.- ¿De qué color son los míos?
Mauricio.- ¿Los tuyos...? (Duda. Se acerca a mirar. Ela entorna los párpados. Sonríe desconcertado) No lo tomes a mal. Parecerá una desatención, pero te juro que en este momento tampoco sabría decirte cómo son los míos.
Isabel.- Pardos, tirando a avellana. Con una chispita de oro cuando te ríes. Con una niebla gris cuando hablas y estás pensando en otra cosa.
Mauricio.- Perdona
Isabel.- De nada, (Sonríe, dominándose)...(...)
(Sale al jardín. Ha ido oscureciendo. Fuera, las sombras largas de la tarde. Mauricio enciende pensativo un cigarrillo. Se oye la campanila de la calle, y a poco la Doncella cruza a abrir. El señor Balboa viene de sus habitaciones, con un libro en la mano)
MAURICIO Y BALBOA (Y FELISA)
(...)
Balboa.- ¿No era este el libro que andabas buscando? "Los últimos descubrimientos de la arqueología".
Mauricio.- No tiene interés. He hecho yo uno más sensacional.
Balboa.- ¡Tú! ¿Cuándo?
Mauricio.- Ahora mismo. Después de largas excavaciones, acabo de descubrir que soy un perfecto imbécil. (Tira el cigarrillo que acaba de encender y sale al jardín llamando) ¡Isabel...!
2 comentarios:
Es un hermoso libro, en verdad. Me han hecho sonreír tus gustos literarios.
Saludos!
es el mejor libro de teatro que eh leido LO ADORO !!!!
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